Antitaurinismo, situación actual y perspectivas de futuro… Parte cuatro
El antitaurinismo en la era de la globalización… La política toma cartas en el asunto Si tuviera que hacer una urgente evaluación de las fuerzas antitaurinas presentes en España, en Hispanoamérica y en Francia, me atrevería a decir que en el país galo la corrida, en el campo político, goza de una relativa neutralidad y, a veces, de cierta benevolencia; en cambio las organizaciones antitaurinas están bien estructuradas y activas, más, creo yo, que al otro lado de los Pirineos y en América.
En España y en Hispanoamérica, por el contrario, el peligro verdadero viene del activismo político, sobre todo en los municipios, en las comunidades autónomas y, en América, en los parlamentos de ciertos estados regionales.
Dos razones principales explican, a mi entender, esta situación: -El complejo español sobre los toros El resquemor, que sienten con respecto a la fiesta de los toros buena parte de los ilustrados en el siglo XVIII y de los intelectuales de la Generación del 98, marca una pauta 12 que va a trasladarse, en el siglo XX, a las élites partidarias de la reforma y de la modernización de la sociedad española. Cobra fuerza el prejuicio según el cual la pasión taurina es el reflejo de una mentalidad trasnochada y un obstáculo para lograr el cambio.
Tal vez pesa también la exaltación – algunos dirán la recuperación – de «la Fiesta nacional» en la propaganda franquista, por lo que no pocos llegarán a pensar que va estrechamente vinculada con ese régimen.
De cara a la opinión pública internacional y al consumo turístico de masas, ha molestado a muchos espíritus distinguidos –con razón- que la imagen cultural de España, bajo el lema Spain is diferent, se reduzca a la corrida y al flamenco (como también, digo yo, es muy reductor excluir los toros y el flamenco de lo que se admite como cultura en este país).
En resumidas cuentas en esta batalla de prejuicios y tópicos – ya sabemos que las opiniones comunes y por lo tanto los planteamientos políticos son muy sensibles a ellos – se impone este último : ser «progre» implica ser antitaurino.
Así lo creen muchos que se dicen o quieren ser de izquierdas, olvidando de paso que la corrida moderna nace en el Siglo de las Luces, y que es principalmente una conquista del pueblo quien, con el predominio del toreo a pie, se convierte en el protagonista de la fiesta, en el ruedo y en el tendido; olvidando asimismo que grandes artistas e intelectuales, no precisamente conservadores, desde Goya a Barceló, pasando por Lorca, Picasso, Alberti, Bergamín, Ortega y Gasset, Tierno Galván y tantos otros, han expresado su fascinación por los toros.
Y últimamente el movimiento ecologista o de los verdes, que también se sitúa a la izquierda, bajo el pretexto de proteger a los toros (¿mandándoles al matadero salvo unos pocos que quedarían destinados a un parque zoológico?), ha reforzado esta tendencia de que una de las prioridades para «la gauche divine» es acabar con la tauromaquia. El planteamiento es clarísimo tratándose de Podemos y sus satélites regionales (Compromís, Ganemos…) que incluyen en sus programas la abolición de la Fiesta.
Lo es también para Izquierda Unida. Sin embargo el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal (PACMA), que afirma luchar por los animales, el medio ambiente y la justicia social, ha reprochado a IU – asociada al gobierno de la Junta de Andalucía – el no haberse opuesto a la votación de subvenciones para las escuelas taurinas.
Capítulo aparte merecería el PSOE por el alto grado de ambiguedad de su posición acerca de los toros.
A nivel nacional vota en contra de la declaración de la tauromaquia como Bien de Interés Cultural y se abstiene en la votación de la ley del 12 de noviembre para la regulación de ésta como patrimonio cultural.
A nivel regional la presidenta de la Junta de Andalucía hace declaraciones inequívocas para manifestar que la Fiesta forma parte de la identidad patrimonial de esta Comunidad autónoma, pero no promueve ninguna declaración de los toros como patrimonio cultural o como BIC… ¡salvo de los toros de Osborne!
La Junta de Andalucía subvenciona, como se acaba de ver, las escuelas taurinas, vetadas, supuestamente por maltrato animal, por el PSOE de Córdoba, que gobierna la Ciudad de los Califas en unión con IU y Ganemos.
Una notable excepción consensual a estos enfrentamientos políticos en torno a la tradición de los toros es por el momento la Asociación Taurina Parlamentaria (ATP) que agrupa a miembros de diferentes partidos, en particular del Partido Popular y del PSOE (su presidente actual es del PSOE).
¡Ojalá se acreciente la influencia de la ATP!
En Francia, por suerte, la corrida no es, y no ha sido nunca, tema de disputa entre las derechas y las izquierdas.
Presidentes de la República, primeros ministros y diputados defensores de la afición han existido en ambos bandos, incluyendo el partido comunista, y actualmente los alcaldes, cuyo papel es determinante para la organización del espectáculo en las ciudades taurinas, pertenecen al conjunto del espectro político.
Y si bien es verdad que los verdes franceses son mayoritariamente opuestos por el tema de la protección animal, incluso en este grupo existen partidarios en nombre de la defensa de las culturas regionales y de la preservación de los espacios naturales reservados al ganado bravo.
La protección animal como instrumento para la afirmación identitaria de algunas comunidades. Curiosamente, a la inversa del caso francés, en España en nombre de la identidad cultural ciertos estamentos locales y regionales atacan la fiesta de los toros.
Es difícil no pensar que algunas comunidades autónomas y ciudades han utilizado este pretexto para marcar sus diferencias con «el Estado español» y desvincularse sonadamente de lo que se entiende por una tradición que le pertenece.
La prohibición pronunciada en 2010 por el Parlamento catalán es mundialmente conocida así como el hecho de que los correbous han quedado a salvo, a pesar de imágenes chocantes de pitones en llamas, por ser innegablemente arraigados a esta tierra.
Es difícil también no pensar que la tardanza del Tribunal Constitucional de España en emitir su fallo sobre este asunto se debe al temor de provocar, en un momento político inoportuno, un conflicto mayor, en el campo jurídico, entre el Estado y las instituciones catalanas.
Semejante dinámica prohibicionista ha sido desencadenada últimamente en las Islas Baleares, gobernadas por una coalición del PSOE, de Podemos y del grupo MES (Partit socialista de Mallorca, Entesa per Mallorca, Iniciativa Verds), por la Generalitat Valenciana (PSPV, Compromís, Podemos) y, desde la oposición en el parlamento de Galicia, por un Frente Antitaurino que agrupa a unos 25 diputados y que apoya los objetivos perseguidos por la plataforma Galicia mellor sen touradas.
En Euskadi la posición del grupo radical Bildu ofrece tantas contradicciones como las del PSOE. El alcalde Izagirre de San Sebastián, justificándola por el hecho de que « no se puede tolerar el espectáculo público del sufrimiento de un animal », ha mantenido la prohibición de las corridas hasta la pérdida de su mandato, en 2015.
No es así con los alcaldes de Azpeitia y Pamplona, del mismo color político, que han defendido en sus villas la tradición taurina y presidido, cuando el protocol lo exigía, los festejos. En América Latina las prohibiciones políticas pertenecen, en grados diversos, a los dos tipos de motivaciones señalados : el radicalismo progresista, y la desvinculación de lo español revestida con preocupaciones animalistas.
Al ex alcalde de Bogota, Gustavo Petro, antiguo guerrillero, le pareció intolerable que se mataran toros en el coso de la Santamaría y rompió el contrato con la empresa. Esta decisión, recurrida, ha provocado un fallo histórico, el de la Corte Constitucional de Colombia: no se puede invocar unos supuestos derechos de los animales para atentar a unos derechos del hombre, superiores, en este caso el de la libertad cultural.
El consejo metropolitano de Quito también prohibió las corridas de muerte en la capital de Ecuador después de que el ex presidente Correa haya organizado un referéndum para eliminar los espectáculos donde se matan animales.
En Venezuela la repugnancia a los toros de Hugo Chaves y de sus seguidores bolivarianos ha sido manifiesta, por considerar esta fiesta cruel y socialmente elitista.
El Nuevo Circo de Caracas ya está abandonado y cubierto de musgo, pero la fiesta perdura, y con bastante vitalidad, sobre todo en las regiones andinas del país y en los llanos, donde sigue siendo muy popular.
En la Cámara de Diputados de la Ciudad de México, repetidas campañas e iniciativas, capitaneadas por los ecologistas y afines, sin lograrlo hasta el momento, tratan de censurar la tauromaquia, mientras ésta ha sido reconocida como patrimonio cultural inmaterial en varios estados: Aguascalientes, Zacatecas, Tlaxcala, Querétaro, Hidalgo, Guanajuato.
La escala de las medidas tomadas por las entidades políticas para acabar con los toros, o por los menos cortarles los recursos, suele ser la misma en todos los frentes.
La medida extrema es desde luego la prohibición pura y simple (Cataluña, Quito). Sin necesidad de llegar a ella – es difícil hacerse pasar por un demócrata prohibiendo – hay soluciones encubiertas y más « jesuíticas»:
Suprimir subvenciones a actividades relacionadas con los toros, como lo han hecho últimamente los ayuntamientos de Madrid, Córdoba y Cáceres – siempre con el mismo núcleo de coalición entre PSOE y Podemos -rescindir el contrato con la empresa gestora del coso (Bogotá), reservar los espacios de una plaza para actividades deportivas o musicales, o cerrarlos invocando problemas de seguridad y necesidades de una urgente renovación.
Una medida indirecta y particularmente dañosa –hablaremos de ella más adelante– es prohibir la entrada a las plazas de toros a los menores, incluso acompañados por sus padres, con la supuestamente loable intención de protegerles de un espectáculo que podría dañar su joven sensibilidad.
Sabemos que fue la primera etapa para lograr la prohibición en Cataluña, y así acaba de suceder en Veracruz (México) a excepción de Xico (Veracruz) en donde es Patrimonio Cultural e Inmaterial y Orizaba (Veracruz en donde se dan festejos taurinos. Pero la misma propuesta ha sido desestimada por la asamblea del Estado de San Luis Potosí.
Y, para no desechar los símbolos, declararse ciudad antitaurina (Barcelona, Palma de Mallorca…) Detrás de cada político contrario a la Fiesta se esconde un miembro del lobby y de las asociaciones antitaurinas.
La actuación de Leonardo Anselmi, verdadero profesional del lobbying antitaurino, apoyada por la plataforma PROU – a la cual pertenece, entre otros, Jesús Mosterín -, ha pesado mucho en la prohibición catalana, y ahora se traslada a otros frentes. La campaña Mallorca sense sang, financiada por CAS International (Comité Anti Stierenvechten) y AnimaNaturalis, ejerce una fuerte presión en el Parlament de Baleares.
Acabamos de aludir al papel de la plataforma Galicia mellor sen touradas en los debates de la Xunta, y no es necesario insistir sobre las asociaciones que infiltran el partido PACMA y otros grupos políticos desfavorables a la tradición taurina, en España y en el conjunto de los países que comparten esa tradición.
Su mejor tarjeta de visita es que pretenden reflejar el sentimiento de la «inmensa mayoría» de los ciudadanos opuestos a la tauromaquia en un determinado país, exhibiendo a menudo sondeos dudosos. Claro está, de este modo se hacen respetar si no temer por los que, de cara a posibles elecciones, se mueven ante todo por la ley de mayorías.
En la campaña de 2012 para la elección del presidente de la República, en Francia, los antitaurinos 16 encontraron un lema bastante logrado y que quería ser amenazador : « ¡En 2012 votarán los toros!» Lo más curioso es que algunas de estas asociaciones llegan a recibir ayudas por parte de instancias políticas que, por otra parte, apoyan los toros.
ALBA (Asociación para la Liberación y el Bienestar Animal) que, entre diferentes actividades, participa en la lucha antitaurina, se declara colaboradora de la Comunidad de Madrid recibiendo subvenciones. También la BAC (Brigade Anti Corrida) de Marsella recibe subvención de la taurinísima Región de Provence-Alpes-Côte d’Azur (PACA). Es hora de decir algo más sobre estas organizaciones de la sociedad civil.
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* Obra de Rafael Sánchez de Icaza
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