En Pamplona… Regalan dos orejas a Hermoso junior

06 julio 2022 José Mata

Pamplona. Segunda de la Feria del Toro. Cerca de tres cuartos del aforo. Toros de Capea (5º bis tras devolverse el titular al rematar en un burladero y despitonarse el izquierdo) y Carmen Lorenzo (2º y 3º), en su conjunto mansos, al inicio huían del encuentro.

Leonardo: Silencio y ovación.

Roberto Armendáriz: Ovación y oreja.

Guillermo Hermoso de Mendoza: Ovación y dos orejas.

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La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía”. Proverbio árabe

Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.

Engañarse a uno mismo es el más fácil camino; apoyar el engaño resulta inadmisible, porque sólo consolida la corrupción.

O, como bien dice el refrán árabe “La primera vez que me engañes, será culpa tuya; la segunda vez, la culpa será mía“.

Guillermo Hermoso de Mendoza venía de unas frágiles, en verdad muy frágiles puerta del príncipe de Sevilla y puerta grande de Madrid. Muy endebles, el espectáculo por encima de los cánones del toreo, y que vengan todos los premios aunque carezcan de sustento.

Pablo -padre de Guillermo- ha sido un gran rejoneador, se perdió cuando vio que era más sencillo el toreo para las graderías que enfrentar con gallardía la verdad en el redondel como lo había hecho y por lo que tuvo el reconocimiento popular.

El público puede caer varias veces hasta que entra en autocrítica y se da cuenta de que en la realidad no se ofrece esa tan necesaria verdad con la que deben caminar por el devenir de su profesión.

Hace más de 10 años la gente comenzó abandonar los tendidos cuando se anunciaba a Pablo, por esa falta de contenido en su expresión.

Se podría entender que su hijo -Guillermo- habría tomado nota (como dicen los acérrimos taurinos) sobre esa lamentable experiencia y comenzar a crear su propio sello, que si bien no puede esconder la buena escuela de su padre, si puede ser el rigor en el rito y el respeto a la liturgia, lo que marque la diferencia.

Pero…

… pero no ha sido así.

Guillermo tiene cualidades, pero no las aplica en favor de un toreo que lleve al éxtasis, sino al espectáculo que provoque el divertimento por lo festivo.

Este miércoles le han regalado las orejas por haber puesto un rejón de castigo traserísimo, desacertadas banderillas, dos rosas y dos fallidos pares de banderillas a dos manos. Al margen de un pinchazo, un rejón de muerte trasero y un descabello.

Claro hubo, en ambos toros, el toreo que bien le aprendió a su padre, de inicio cortar al toro para que no siga huyendo, llevar al toro por toda la circunferencia a dos pistas, con las respectivas gamerinas y esas cosas que divierten -no emocionan- al respetable.

Estaba en casa, y el entusiasta público actuó en consecuencia, aunque la realidad reclama mayor verdad y respeto al rito y a la liturgia.

Con su primero estuvo correcto, los mismos procedimiento que ya hemos señalado, porque ver torear a Guillermo… una vez, es verle torear para la posteridad. Mal con el rejón de muerte y peor con el descabello.

Quien ha estado como siempre con suma sobriedad fue el extremeño, Leonardo, un gran rejoneador que hace honor al arte del toreo. Se disfruta verle torear, sí torear al toro, principio básico para trascender como artista en la tauromaquia.

En todo momento hubo toreo, desde imponerse a la molesta huida de salida de su astado consecuencia de la mansedumbre; hasta antes y después de imponer el rejón de castigo y las banderillas. Y cuando había consumado una gran faena, estuvo mal, muy mal con los aceros.

Con su segundo volvió a demostrar lo genuino del arte del rejoneo. Tuvo que ir a los terrenos más complicados que señaló en mansesco ejemplar, y cerca de tablas consumar otra gran faena, precisa y contundente. Lástima grande que el acero volvió a fallar y todo quedó en el reconocimiento.

También participó el también navarro, Roberto Armendáriz, quien habitualmente siempre que está en este festejo, triunfa. Hoy sólo se llevó la oreja de su segundo. Existió voluntad ante el reto que resultaron sus dos mansos ejemplares, a los que terminó haciéndolos pasar.

En fin, que del festejo de rejones previo a ya dar inicio con fuerza inaudita a los sanfermines, queda el magnífico toreo de Leonardo y el inadmisible y devaluado regalo de dos orejas a Hermoso junior, que se convirtieron de inmediato… en despojos de res por falta de sustento.

¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!

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