Crónicas

En Pamplona… Jesús Enrique Colombo enloqueció a los muy alegres peñistas

Pamplona. Lunes 11 de Julio, 2022. Séptimo festejo de la Feria del Toro. Lleno. Toros de Cebada Gago, muy bien presentados, de gran arboladura, sin embargo, no pelearon con los caballos -se estrellaban en el peto y quedaron a dormir el sueño de los justos-, mansos, sosos, reticentes y deslucidos. De bella fachada pero sin bravura… la belleza inútil.

Juan Leal: Ovación tras aviso y silencio.

Román: Ovación y vuelta al ruedo.

Jesús Enrique Colombo: Ovación y oreja.

Detalles:

El Concejal ungido Presidente del festejo, Federico Colmenar Carro, sin problemas.

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Si la vida te da limones, haz limonada”: Proverbio gringo

  • Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.

Jesús Enrique Colombo enloqueció literalmente a los muy alegres peñistas y esto es un hecho contundente.

Enloquecer a este gran grupo de público festivo, que ocupa poco más de la mitad de la plaza de Pamplona -aproximadamente 10 mil- es algo relevante, porque se requiere de un sólido argumento para hacerlo.

Salvo el sólido, Roca Rey, nadie los había convencido, porque incluso, cuando toreó guardaron respetuoso silencio para verle torear.

Ahora los convenció la forma de expresar su toreo y de ser de, Jesús Enrique Colombo. Seguramente los supuestos “puristas” del toreo estarán como aquellas gallinas cluecas a las que les lanzan una piedra en su corral y comienza a cacarear sin parar.

Sí, esos “puristas” que sólo saben manejar lugares comunes, que hablan del arte del toreo pero no conocen los mágicos caminos que conducen a las bellas artes y defienden sin chistar a un torero entrado en carnes, como si fuera el símbolo de todo, sólo porque hace graciosas poses, se disfraza como se vestían hace un siglo los grandes toreros y carga la panza (tripa) en faenas en las que más de las ocasiones no existe sustento.

Están en su derecho y se les respeta.

Como también están en todo su derecho los maravillosos y muy alegres peñistas de haber apoyado sin tasa ni medida al joven Colombo y hacerlo su torero porque si así les place.

¿Qué hizo el joven Colombo venido de tierras venezolanas para convencerlos?

Simplemente y de acuerdo a su forma de interpretar el toreo, poner el corazón sobre la arena a través de una voluntad a raudales y una voluntad inquebrantable.

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¿Qué puede refinar su toreo en medio de tanta energía que posee y sirve para alegrar al cotarro?

¡Por supuesto que sí!

Sólo que le hace falta alguien que en verdad entienda de todas sus posibilidades, tenga la suficiente sensibilidad y conocimientos para consolidar en, Jesús Enrique Colombo, el cambio para evolucionar, sin dejar de tener ese sello que mueve a las masas y que puede convencer al otro público.

Las figuras las hacen las masas… no los llamados “puristas“.

Pero…

… conozcamos los hechos de cómo fue guiando, Jesús Enrique Colombo, a los muy alegres peñistas a través de sus argumentos para convencerlos.

Tres entusiastas largas afaroladas -que fueron el saludo capotero en su primero-, acto seguido continuó con delantales nerviocillos, y un recorte violento a una mano. Desde ese momento, los maravillosos peñistas pusieron sus festivas miradas en el joven torero -quien por cierto venía de triunfar en el Perú-.

Su toro fue a comparecer en el caballo y recibió un puyazo y en lugar de pelear como se esperaba para demostrar que tenía bravura, se quedó dormido en el peto como lo hacen los mansos; otro encuentro con el jamelgo y el piquero sólo dio un pequeño picotacillo en el que tuvo amagos de huir el de Cebada Gago.

El joven Colombo se puso en los terrenos justos para hacer un quite por chicuelinas que le salió ausente de calidad y el que recortó con un feo, muy feo y rápido manguerazo de Villalta.

Sonaron los clarines que dieron paso al tercio de banderillas, Jesús Enrique, tomó los palos y banderilleó otorgándole todos los terrenos al toro de forma espectacular y certera. Han sido dos al cuarteo y uno al violín que levantaron al público -cuando escribo al público es a toda la plaza no sólo a los maravillosos peñistas- para que el joven torero escuchara ovación de gala como reconocimiento. 

Sentado en el estribo inició su toreo con la mano diestra, le faltó más paz espiritual para que este prólogo hubiera tenido mayor contenido; sin embargo, intensidad la tuvo porque le aplaudieron a rabiar.

Prosiguió con la derecha con un toro que iba protestando al obligarlo a embestir, el procedimiento pudo ser correcto, si esa calma necesaria en la creación le hubiera acompañado, por lo que la serie fue correcta pero pudo ser trascendente.

Se entiende que, Jesús Enrique, quiere hacer todo y mucho más para convencer y eso es plausible, demuestra el serio compromiso que tiene primero con él e inmediatamente con el rito del arte de torear, con la liturgia y, sobretodo, con el gran público. Y lo puede hacer si en la autocrítica halla el mágico camino para reencontrarse con el temple. 

El mansesco toro incrementó su protesta, porque el joven Colombo le obligaba y mucho, en una faena que le faltaba más estructura. Aún así, se lo pasó con ambas manos y demostró que puede imponerse a la adversidad de toros mansos y con peligro. Con la espada dejaría un pinchazo y una delanterilla desprendida. Escuchó una muy sentida y estruendosa ovación en el tercio.

Para entonces ya tenía a todos los alegres, festivos y maravillosamente escandalosos peñistas; aunque también los “puristas” ya estaban como gallinas cluecas en las redes sociales… son tan pocos y tan predecibles.

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Salió el cierra plaza, otro toro que no peleó en varas y fue deslucido en el capote del torero, a pesar de la evidente voluntad del joven Colombo. Jesús le hizo acudir en espectaculares banderillas, lo que para el manso fue demasiado. Un par lo hizo citando desde donde se hallan los peñistas y se los dedicó, lo que provocó el ensordecedor agradecimiento para el torero y más cuando concretó el encuentro.

Brindó su faena a los muy alegres peñistas, quienes incrementaron -si cabe- el apoyo que también le habían brindado al torero.

Inició con pases por abajo, lo que fue correcto, ya que los toros de Cebada Gago, tuvieron como común denominador -además de la mansedumbre- el aventar hachazos. La propuesta de Jesús, tuvo el entusiasmo, pasión y entrega de un joven que pretende alcanzar la cima. Extrajo pases a un reservón animalillo que tuvieron encantados a los peñistas.

Cada serie que aparecía era el compendio de la entrega del torero y de los maravillosos peñistas. Rubricó con mortífera entera y tras esto, la plaza en su conjunto le exigió al Concejal ungido Presidente del festejo, Federico Colmenar Carro, concediera la oreja que izó a, Jesús Enrique Colombo, como el triunfador del festejo.

También han estado dos toreros de absoluta entrega pero no tuvieron toros. Resultaron tan mansos, como descastados, sosos y deslucidos.

Juan Leal, hizo gala de su habitual toreo de gran honestidad e inquebrantable entrega. Inicio de hinojos con un cambiado por la espalda y meritoria serie con la derecha, con un toro que le costó y mucho acudir.

Ante la adversidad no claudicó, Juan, y extrajo pases con ambas manos contundentes al violento astado en extremo. De pronto, apareció una arrucina que no se sabe como pasó el toro que iba aventando hachazos violentos sin parar. El toro, como era de esperarse ya no quiso caminar, dejó dos pinchazos y una estocada caída.

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Al cuarto, tras dos tercios en donde se hizo evidente la mansedumbre del animalejo, Juan Leal, inició su faena, como una columna del templo de Zeus, quieto, fijo en los medios con dos cambiadas por la espalda que resultaron ceñidísimas. Hubo evidente derroche de voluntad y entrega con un animal imposible.

Román Collado, también sus ilusiones se estrellaron en el muro de la mansedumbre. ¡Otro toro manso deslucido, soso! que no peleó en el caballo fue ese segundo del festejo. Intentó y consiguió algunos pases de sumo mérito, que, lamentablemente no pasarán a la historia. Tras expuestas manoletinas, ofició con la espada dejando una entera.

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El quinto resultó otro toro que no peleó en varas. La faena otra vez destacó por la insoslayable entrega de Román y consiguió que un toro que se defendió se entregara con la derecha pero sobretodo en el toreo al natural donde aparecieron pulcros y contundentes pases; pero que no conmovieron al tendido porque faltó transmisión. Pinchazo, estocada trasera y desprendida. Ovación en el tercio y vuelta

Al final, trascendió que el ganadero de Cebada Gago se elogió, porque al justificar a sus toros, es autoelogiarse. Qué pena, mientras no existe autocrítica todo irá a la debacle, pero…

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Grandes, bien armados, pero vacíos… la belleza inútil

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… cada cabeza es un mundo, y si él está satisfecho con sus mansos, descastados, deslucidos y sosos toros, es su respetable punto de vista.

¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!

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