Crónicas

En Manizales… Rivera, Cáqueza y Castañeda, beben de pozo seco

Monumental plaza de toros de Manizales, Colombia. Domingo 16 de octubre, 2022. Tercer festejo del ciclo pre feria Toros y Ciudad en su edición XXIII, correspondiente a una corrida de toros. Se lidiaron bovinos de la ganadería de Ernesto Gutierrez, encaste Murube – Santacoloma. Conforme al tipo de esta casa, dispares de presentación, cornimochos y totalmente pastueños; destacó el primero del festejo “premiado” con la vuelta al ruedo por su borreguna embestida.

Ricardo Rivera: Oreja.

Luis Migue Castrillón: Silencio tras dos avisos

Franco Salcedo: Silencio, tres avisos.

Rocío Morelli: Saludo, tres avisos.

Sebastián Cáqueza: Oreja.

Manolo Castañeda: Vuelta.

Detalles:

El ruedo fue dispuesto por el equipo de monosabios de la plaza de toros con la bandera de Colombia y la palabra Libertad en cercanías a la boca de riego; llamado más que justo en un país donde prácticas culturales como la tauromaquia (en todas sus manifestaciones) y las peleas de gallos están siendo duramente atacadas por facciones políticas que enarbolan los extremismos del falso animalismo.

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La soleada tarde de toros dio inicio con la extensa y simbólica Marcha de la libertad en la que, simulando los paseíllos de muchos de nuestros pueblos de la América taurina; aficionados, toreros, empresarios y ganaderos, y en general las buenas gentes del toro, marcharon por las céntricas calles de la capital caldense expresando con total respeto su clamor por la libertad de expresión, afición y ocupación; dando cuenta de la necesidad de ser valorados y respetados por los burgomaestres de la política nacional que amenazan despóticos acabar con la fiesta y con ella con toda la tradición, conservación y empleos que genera.

Ya en el coso caldense, los de luces, esperaban con ansias la corrida de nacionales más importante de la mermadisima temporada taurina colombiana, pues no sólo prometía la exposición de argumentos ante una generosa afición, sino que, apalancaba un cupo en la feria del café a desarrollarse en los albores del mes de enero del 2023.

En los toriles seis animales de la ganadería de Ernesto Gutierrez, (no podía ser de otra forma), dispares de hechuras, risibles de cara y con esa sosería borreguna predilecta por los figurines del toreo que vienen a jugar al toro con un carretón; en suma, el buey de pesebre que acude sin entrega, que se mueve sin alma, que es toro sin casta.

La entrada, rozó los tres cuartos de plaza, delatando espacios que en ediciones anteriores se veían copados hasta las banderas, máxime cuando se trata de un festejo gratuito; empero, el escenario se mostró propicio para hacer el toreo; así vimos a un Rivera veterano e inteligente, un Castrillón, muy placeado, pero sin conexión; un Salcedo desdibujado con el paño y los aceros; a Morellí, con fanaticada pero reducidos argumentos, un Cáqueza, inteligente y un Castañeda, con más arrojo que técnica; en esencia, la realidad del torero nacional que, sumido en el ostracismos y a falta de cartel, sostiene su afición con más ganad que oportunidades, con más pases al viento que el olor a pitón.  

Ricardo Rivera: Apelando a su experiencia, veteranía y buen hacer matizó las carencias de Mesías (440 kilos), primero (bis) del festejo; un animal que (a diferencia de lo enunciado por los amigos del engaño) acudía rebrincado, saliendo con la cara por alto, acudiendo sin entrega, más por inercia que por convicción; un animal que duró sí, pero que no transmitió más que sosería; Rivera, le supo hacer consintiéndolo con mimo y trazando el camino con una muleta poderosa. Tras pinchazo dejó una buena estocada que le permitió recibir un apéndice. El animal fue “premiado” con una inexplicable vuelta al ruedo.

Luis Miguel Castrillón: El diestro paisa, se estrelló ante Lanzarote (442 kilos), un novillo adelantado que, no se quiso entera de lo que estaba pasando, huidizo y rajado buscando el cobijo de las tablas; ante las incomodidades el de Medellín optó por un toreo de acoso, sacando con la punta uno que otro pase, mostrando voluntad, pero, a falta de insumo, su labor fue inconexa e intrascendente. Con la espada no estuvo fino, despachando con el verduguillo tras dos avisos. Silencio.

Franco Salcedo: Hizo lo posible ante Jicamo (462 kilos) un morlaco de feas hechuras, anovillado, cornimocho, limitado en todo sentido, gazapón y zapatillero. Todo un paquete. Salcedo le buscó por todos los medios, empero nunca lo encontró, destacan algunos pases aislados por la derecha. Con los aceros se vio superado escuchando los tres avisos. Silencio.

Rocío Morelli: La matadora colombiana, que venía de un periplo triunfal por tierra peruanas; fue a por todas en una porta gayola más que accidentada pero que le permitió conectar de lleno con el respetable, una pena que no pudiera conectar con Nicotina (448 kilos) un animal vaciado totalmente de toda bravura, que pasaba gazapeando y totalmente ahogado. Nada reseñable de su labor, salvo la disposición y el apoyo del tendido. Con la tizona un océano de incertidumbre. Tres avisos y un generoso saludo.

Sebastián Cáqueza: Al buen torero de Choachí le correspondió en suerte a Campesino (466 kilos) un animal con movilidad y transmisión, chispazos de alegría en medio de una corrida, pesada y agotadora; logró emocionar toreando de hinojos y, ya luego en el toreo serio, supo hacerle principalmente por la derecha. Tras pinchazo, despacha con solvencia. Oreja.

Manolo Castañeda: El novel torero viene dando forma a su estilo de la mano de toreros mexicanos como Uriel Moreno El Zapata, de ahí que en su expresión apele a la vistosidad, el desparpajo, la variedad y la sobre exposición; tal cual asumió la lidia de soberano (486 kilos), un buey de pesebre (en términos del buen Emanuel Sánchez) repetidor, con chispa pero huidizo; le recibió con una embarullada porta gayola, cubrió vistosamente el segundo tercio, y con muleta se llevó dos volteretas por pisar terrenos comprometidos, su poco ortodoxo toreo emocionó, una pena que la muerte requiriera de dos pinchazos y se demorará en llegar. Vuelta.

 Agradeciendo que haya llegado hasta acá, tres reflexiones se han de mencionar: 

  1. Marchar y manifestar, son derechos del pueblo. Los toros son del pueblo y por ende las calles son escenarios para la afición y la libertad. Empero, más que desfiles y símbolos, la tarea consiste en enseñar al pueblo a votar.
  2. La grandeza del toro es el eje de la fiesta, de salvaguardar su integridad, su estampa y fiereza no hemos de ocupar; una pena que el toro de Manizales sea el más antitaurino, el personaje subalterno de una fiesta en decadencia.
  3. El negocio taurino condena al torero emergente al ostracismo, la migración o el retiro; hace que la afición merme y con ella las ganas y la convicción. El brillo en el terno, matiza todas las sombras de una profesión donde, el más ajeno, el más inofensivo de los enemigos, resulta ser el toro.

Toros y Ciudad finaliza: 

Lunes 17 de octubre (3:30 pm). Novillos de Las Ventas del espíritu santo, para los aficionados prácticos, Mauricio Barajas, Jairo A. Rozo, Felipe Prieto, Esteban Castro, Daniel Orozco y José Sebastián.

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