Crónicas

En Mérida… Colombo y «Salvatierra», protagonistas de una tarde descafeinada

Plaza de Toros Monumental Román Eduardo Sandia de Mérida, Venezuela. Domingo 23 de febrero de 2020. II corrida de la Feria del Sol.  Con poco menos de un tercio de plaza (aproximadamente 4800 personas) en tarde soleada y fría al final de la misma, se lidiaron nueve toros de Los Aránguez (Hermanos Riera), (el 5º bis sustituto de uno de su misma ganadería por manso y parado) en su conjunto dispares de presencia, el mejor presentado fue el 4º, y los más anovillados, fueron el 7º y 8º; noblotes en distinto grado y a menos en la muleta, destacando por su recorrido el señalado 4º, en más en tipo, el cual fue indultado, llevando por nombre Salvatierra N° 28 de 491 kilos, negro mulato; 1º y 8º, soso, parado, desarrollando peligro; 2º, 3º, 6º, noblote sin humillar; 5º bis, mansurrón y parado.

Alexander Guillén: Herido cuando lidiaba de muleta el que abrió plaza.

Rafael Serna: Silencio, en los tres astados que despachó.

Antonio Nazaré: Silencio en el que mató por Guillén, silencio y silencio.

Jesús Enrique Colombo: Dos orejas simbólicas tras indulto y oreja. Salió en hombros.

Detalles:

Destacaron en la brega Eduardo Graterol, Mauro David Pereira y Gerson Guerrero, y en la vara, buen puyazo de Rene Quintana y Alfredo Guimerá. Extraordinarios pares de Ramón Contreras y Francisco Chico Paredes, ante toros complicados para llegarle a la cara.

Tres horas y 24 minutos duración de festejo.

Presidió festejo Omar José Quintero, quien se desempeñó con esperpéntico proceder, cambiando un toro mansurrón cuando se lidiaba en el tercio de banderillas, indicando el cambio de tercio de varas sin autorización expresa y solicita del matador y concediendo acompañamiento musical de las faenas sin criterio justificado. Un desastre en pocas palabras.

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Los toros de la señera ganadería caroreña de Los Aránguez en parte han salvado su honor a su paso por la segunda corrida de la Feria del Sol 2020. Solo salvó el honor de la divisa el corrido en cuarto lugar, un bravo y noble astado, el más armónico y en tipo del lote, que a la postre demostraría sus buenos presagios en la muleta de un expresivo y variado Jesús Enrique Colombo, quien le cupo el mérito de indultarle.

Previamente le había lucido en capa, banderillas y muleta con la atlética condición que le caracteriza, para al final convertir este hecho en el más trascedente del festejo, el mismo donde lamentablemente el espada emeritense Alexander Guillén tuvo la cara amarga de ser aparatosamente volteado por el burel que abría plaza, para recibir fuerte paliza que llevaba en sí la luxación del codo izquierdo, que le imposibilitaría seguir en la arena.

Por su parte los espadas sevillanos Antonio Nazaré y Rafael Serna poco pudieron lucir, dada la poca colaboración y antagónicas condiciones de sus astados que despacharon, en tarde donde poco más de un tercio de plaza se dio cita en el monumental ruedo merideño.

El festejo comenzó gafado, tras las aviesas intenciones con las que se prodigó de salida, desde el mismo capote de Guillén el abreplaza, voladas con soltura y elegancia, rematadas de media en el tercio de matadores. Mal picado por el piquero de turno, el quite nuevamente con media y revolera hacia intuir lucimiento, pero no fue así, pues una vez en la muleta el toro desarrollaría un marcada tendencia a vencerse por el pitón derecho, probando disposición del torero por aguantarles las probaturas.

No sería sino hasta el inicio de la tercera tanda cuando se lo echaría a los lomos, no perdonando la errónea colocación del torero, buscándole con saña en el piso el certero burel, recogiéndole de nuevo, y con ello propinarle soberana paliza que dejaría grogui al torero y con el codo izquierdo luxado, inmediatamente llevado a la enfermería de donde no saldría tras el parte del colega Luis Alfonso Molina quien confirmaba dicha lesión y otras lesiones menores. Le despachó pasando fatigas Nazaré, tras varios viajes con el acero, siendo silenciado.

El orden de lidia se alteraría tras este incidente, por lo que Nazaré lidiaría el que saldría en tercer lugar tras corregirse el anuncio de la tablilla, en trasteo en la que como fue la tónica de la tarde para la mayoría de los astados corridos, la nobleza y sosería de las embestidas se acompañaba de su nula entrega en humillar a las telas.

Aprovechando esta rendija el diestro sevillano de Dos Hermanas dejaría pinceladas de su toreo, en muletazos meritorios por la diestra y poco más. El espadazo contrario y tendidos, así como dos descabellos le dejaron en silencio su actuación.

Mucho más meritorio y a reconocer las tandas por la derecha que dejaría en la retina ante el que hizo sexto Nazaré. Sin duda las mejores series de muletazos, a pesar de que el cotarro no se enteraría del todo de los mismos, ni siquiera el palco presidencial para amenizarle a destiempo con el pasodoble torero, teniendo que echar mano del repertorio populista para que le tomaran en cuenta.

Previamente habíamos visto un sabroso manojo de verónicas de recibo, chicuelinas y cordobina con aroma a toreo caro. El tumbo del toro en el caballo y la mínima sangría que se le hizo, casi testimonial, dieron pie a una labor muleteril preñada de muletazos pintureros, frente a la noble pero pajuna embestida de la res, a la que se le supo ofrecer distancia, temple y toques para sacarle el mayor provecho posible, acompasando brazos, cintura y ritmo al recorrido del animal.

Una pena que dos viajes con el acero antes de necesitar de dos descabellos dejarían en tímidas palmas su quehacer, lo más artístico de la función.

De verdad que los astros se alinearon para que Rafael Serna la tarde de este domingo pasara de puntilla del ruedo merideño. En parte se justificó con el que hizo segundo de la tarde tras correrse turno de lidia, en faena donde acompañaría con empeño y deseos las noblotas e insulsas embestidas del morlaco, en especial por la mano diestra. Pero lo pesado con el acero y el verduguillo le hicieron emborronar lo poco bueno que se le había visto.

Peores cotas encontraría con el irreglamentario sobrero quinto bis, que tuvo que despachar en contra de su voluntad tras devolverse por mansurrón el titular, cuestión que solo cabe en el criterio de un palco acéfalo de personalidad para incluso ellos mismos saltarse a “la torera” sus propios conceptos reglamentarios de la lidia.

Así de mal estamos ¡¡¡vaya por Dios!!!

El manso que le suplió poco o nada mejoraría el panorama de su hermano devuelto a corrales, en fin un innecesario trance que bien nos pudimos ahorrar con un poco más de sentido y respeto por esta plaza señores de la que otrora fue ilustre Comisión Taurina del Municipio Libertador del estado Mérida. Tras dos viajes con el acero se le silencio.

Y con el que cerró plaza, poco más de lo mismo se le vería a Serna, un anovillado astado que permitiría una labor de intermitencias y altibajos artísticos por parte del torero, con pases más a la galería que otra cosa a resaltar. Nuevamente dos intentos con el acero fueron necesarios para silenciársele su lúgubre paso este año por la feria merideña.

Por su parte a Jesús Enrique Colombo la suerte por la mañana le correspondería el más armónico y serio astado que los hermanos Riera se trajeron de Carora como lo fue el noble, bravo y encastado Salvatierra N° 28, el cual desde el mismo capote florido de Colombo se decantó a embestir como una locomotora, en plenos medios de la plaza.

La larga cambiada de Jesús Enrique fueron el acicate para inmediatamente colocar en vereda a los presentes, luego las chicuelinas al paso con las que se llevó al caballo donde Alfredo Guimerá recetó un medido y certero puyazo en “la yema” dejaron preparado para que JEC se luciera en un vibrante tercio de rehiletes, haciendo alarde de sus envidiables y portentosas facultades.

Iniciando labor muleteril sentado en el estribo, así arrancó una faena preñada de virtudes, como fueron el largo recorrido además de codicia y nobleza del astado, así como la variedad y entrega del torero, por ambos pitones en especial por la diestra donde en su mayoría se basó, en los plenos medios del ruedo.

La petición de indulto no se hizo esperar, lo que unido a la calidad del astado, el que más rápido que tarde se asomara el pañuelo naranja antes que JEC se perfilase por si acaso con su contundente “rifle” que es su brazo derecho para con el estoque. La vuelta al ruedo junto al joven ganadero Riera resumía la tarde en su apartado triunfal.

El que cerraba su lote, un anovillado ejemplar, nuevamente la falta de celo y recorrido, defendiéndose ante las telas, condicionaron a que JEC echara mano de su versión más populista y tremendistas en un trasteo deslavazado y superficial, donde la pirotecnia la montaría el joven espada taribense, con popurrí musical incluido para tal efecto, quien contaría con el beneplácito de los presentes para aplaudirle lo bueno, lo regular y lo malo.

Al final, el contundente uso y provecho del estoque le valdría y certificaría el corte de una oreja, de mucho menor calado de las que hasta el momento se habían otorgado en el ciclo, pues ya habíamos entrado en barrena en cuanto a exigencias por parte de Usía, tal y como lo había dejado evidente en el curso del festejo.

La salida en hombros al final del festejo de Jesús Enrique Colombo le colocaba el dintel triunfal de un festejo, donde la excepción la colocaría un toro, el mencionado Salvatierra lo demás, dejaría mucho que desear en el tintero de una plaza, y público en general, más proclive al triunfalismo que de costumbre. Así se le ha mal acostumbrado, cuando como este domingo se ven tardes de rebajas en cuanto a exigencias se refieren.

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@rubenvillafraz  

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Fotos: Federico Montes