Crónicas

En Lima… Franco Salcedo triunfa saliendo por la puerta grande

Lima, domingo 6 de octubre del 2019. Buena entrada lució la Plaza de Toros La Esperanza del distrito de Lurín, para la entretenida corrida dada en honor a la Santísima Virgen del Rosario de Pachacámac. Se lidiaron cuatro toros de La Aurora, pasados de edad, feos de cornamentas, complicados y difíciles, destacando sobre el lote el tercero, algo menos el cuarto que rompió en manso. Salvo éste, los demás sacaron lo que llevaban dentro en su empleo con los montados.

Mario Mora: Silencio.

Eduardo Valenzuela: Vuelta al ruedo.

Fabián Pareja: Vuelta al ruedo.

Franco Salcedo: Dos orejas.

Detalles:

Hicieron destocados el paseíllo los espadas al ser inéditos en esta plaza. El matador Eduardo Valenzuela no salió con las cuadrillas al llegar tarde.

La corrida se dio en homenaje a la memoria del desaparecido ganadero Umfredo Macedo.

Buena entrada de público mayormente local, devotos de la advocación mariana de nuestra Señora del Rosario, patrona de la localidad.

Como Juez de plaza estuvo el destacado doctor Jaime del Castillo, ex integrante del Servicio Médico de la Plaza de Acho; contribuyó con el espectáculo.

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De antemano se conocía lo que iba a salir al ruedo de la novísima plaza de toros del distrito limeño de Lurín. El propio organizador, el ex torero de plata, Hernán Mamani Castorcito, había hecho públicas las imágenes de los cuatro toros de La Aurora anunciados para esta corrida. Toros con tantos años como carnes ostentaban. Bueyes, para decirlo sin eufemismo que valga. Castor lo había declarado: “voy a matar mis toros sí o sí antes que ya no sirvan para nada”. Escogió para ello, la fecha en la cual el distrito limeño de Pachacamac, hacia el sur en la cercana periferia de la capital, celebra las festividades en honor a la Santísima Virgen del Rosario.

Presentó un cartel recompuesto de cuatro matadores, con la inclusión del nacional Fabián Pareja El Fabi que sustituyó al declinante Emilio Serna, tras los cuestionamientos por la falta del elemento nacional en el listado inicial.

Los toros, que lucieron hechuras mastodónticas, carecieron de la rematada presencia en cuanto a sus cornamentas, totalmente disparejas, desproporcionadas por la edad, luciendo mal encornadas astas. Estas no terminaban en puntas si no en verdaderos mazos.

Detalle que no vamos a censurar a rajatabla porque conocemos del gran esfuerzo que ha demandado al organizador la realización de esta corrida, todo lo contrario, saludamos el mérito de llevarla a cabo sorteando mil y un inconveniente previos. Pero considero que la plaza La Esperanza adquirió carnet de identidad propia que la distingue de otra cualquiera y eso se debería preservar a futuro.

Fueron complicados en razón de su edad y ante estas características hubieron diestros que apelaron a su mayor oficio. Otros, como el mexicano Mario Mora simplemente seguimos sin entender qué quiso ─o qué no pudo─ hacer. Sin formas ni maneras, lo suyo fue un simple banderazo, un estar sin estar en nada más que no sea haberse enfundado el traje cobalto y azabache.

Pudo haberse tapado y solventar a como sea el trance planteado por un enterado buey que echaba la cara por arriba en todo instante. Golpeó con todos sus evidentes posibles seiscientos kilos y seis años contra la cabalgadura de un Cahuantico impávido que se agarró muy bien en sendos puyazos.

A punto estuvo de ser derribado el buen varilarguero Cahua. Cierto y mucho, que fue harto complicado el mastodonte pero un diestro lidiador y con mejor oficio hubiera resuelto la papeleta. Despacharlo fue todo un calvario para el torero de Coahuila y esa circunstancia en nada contribuye a la defensa de la fiesta. Lástima decirlo pero es notorio que la inactividad que precedía al mexicano le pasó factura. Seguramente tendrá mejores momentos.

Eduardo Valenzuela, rosa y oro, tiene oficio y plantea bien las faenas. Le tocó el segundo, un toro negro listón, montado, cuesta arriba, silleto y largo. Pese a su conformación pareció que daría juego. No fue así, quedó parado prontamente quedándose sin un pase. El toro arrea en todo momento. Se reconoce la voluntad del diestro llanero por estar siempre por encima de su oponente. Entusiasma con su fuerte, los palos. Falla con la espada y se le autoriza dar la vuelta al ruedo.

Fabián Pareja El Fabi, chenel y oro, entró sustituyendo al inicialmente anunciado Emilio Serna que declinó participar. Su inclusión fue bien recibida por la parroquia. El diestro chalhuanquino estuvo voluntarioso, supo aprovechar los dos pases que tenía en cada serie el toro, que fue el que más permitió.

Pierna adelante y citando sin confiarse el toro respondía pero al siguiente ya quedaba sabiendo lo que dejaba detrás. Difícil pero menos complicado que los hermanos. Nuevamente Cahuantico se había agarrado previamente bien con él. Los de plata hubieron de ir a sorprenderlo para lograr clavar algún par. Vuelta al ruedo para el matador nacional que es arropado por la gente.

Franco Salcedo, de morado y oro, tuvo la virtud de estar firme y decidido  ante la ostensible escasa raza del toro lucero salido en último lugar que rompió en manso ya desde su encuentro con la vara de la que en tres ocasiones ha salido escupido descaradamente.

El Zambo Ordoñez lo persigue hasta los medios mismos. Con la muleta por delante y cruzándose para sorprenderle ha conseguido pases sueltos que jalearon los asistentes, hasta que terminó por desentenderse. Espada entera efectiva de la que dobla en tablas el manso. Le conceden las dos orejas y el público no muestra disentimiento alguno con la decisión dadivosa del usía.

De cualquier forma, la organización cumplió con dar una tarde más de toros en Lima, a ratos emocionante del que el público asistente disfrutó del espectáculo.

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