Crónicas

En Sevilla… La cátedra del joven Maestro Andrés Roca Rey

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Sábado 25 de Septiembre, 2021. Se lidiaron seis toros de Garcigrande -tercero con el hierro de Domingo Hernández-, disparejamente presentados, mansos, descastados, inválidos, sosos y deslucidos; no pelearon en los caballos.

Julián López El Juli: Ovación tras petición y silencio.

Miguel Ángel Perera: Ovación tras leve petición y oreja.

Andrés Roca Rey: Ovación y oreja.

Detalles:

Saludaron en banderillas Antonio Chacón, El Pilo y Javier Ambel.

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Usted es príncipe por azar, por nacimiento; en cuanto a mí, yo soy por mí mismo. Hay miles de príncipes y los habrá, pero Beethoven sólo hay uno”: Ludwig Van Beethoven

Hace un siglo estaba en el pedestal taurino Rodolfo Gaona y Jiménez, mexicano que decidió asumir el reto de España y lo hizo con grandeza, seguramente en la Península Ibérica en la actualidad no se conozca tanto de él más que su quite, la gaonera; para fortuna del desconocimiento está la aleccionadora historia y muchos libros que iluminan a la ignorancia.

Mientras veía torear con luminoso magisterio a, Andrés Roca Rey, recordé aquel año de 1916 cuando Gaona toreó en la antigua Plaza de Madrid… 9 tardes seguidas, lo que mi Maestro y amigo Julio Téllez lo ha sustentado en sus innumerables conferencias sobre la evolución del toreo.

Y, Don Rodolfo toreó esos festejos porque llenaba las plazas merced a su inobjetable argumento y a la solidez en su expresión artística.

Así, junto con Gallito y Belmonte formaron una tercia que revolucionó al arte de la tauromaquia; un siglo después -como lo he sustentado- lo hace en solitario el joven Maestro Roca Rey.

Todos los toros de la ganadería comercial de Garcigrande-Domingo Hernández salieron  como era de esperarse… mansos, porque hace años que decidió complacer a El Juli con un toro dúctil, bonachón que no le causara agobios mientras toreaba, pero todo se acaba por echarle tanta agua a la sangre brava y pronto, seguramente, ya no pedirán sus toros…

… así es la vida, cuando se decide depender de otros y se pierde su verdad y la ética.

Andrés tuvo dos toros que en manos de otros toreros, es muy posible, hubieran abreviado por la mansedumbre explícita, pero la honestidad implícita del artista peruano le llevó a consolidar dos cátedras de cómo torear lo ilidiable.

La paciencia lidiadora diría el Maestro Pepe Alameda.

Por ello, en la actualidad, Andrés, es la única figura, porque es el único que llena plazas. Esa también ha sido otra gran aportación del joven Roca Rey, en medio de la crisis que vivía la Fiesta por el indiscriminado abuso de los figurines, sí haber vuelto a llenar las plazas.

Pero… a los hechos.

Le vimos con su primero -tercero del festejo- un toro manso inválido al que lo hizo embestir y hasta con largueza. La cabeza privilegiada de Roca Rey seguramente había hecho un perfecto análisis del toro y así extrajo con ambas manos una faena importante y a pesar de que iba protestando al burel, nunca le alcanzó la muleta. Decidió poner punto final y después escuchó sonora ovación en el tercio.

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Su segundo -el que cerró plaza- le saludó con verónicas con las que impuso, además de cadencia, ritmo y armonía… mando, así recortó esta bienvenida capotera soltando una mano de la capa y con la otra lo llevó hasta allá.

Como fueron todos los de Garcigrande, el bovino se defendió en el caballo en su primera comparecencia, mientras que en el segundo intento, buscó huir por ello le taparon la salida, al final durmió en el peto.

Parecía que en medio de este océano de mansedumbre no podría haber faena y entonces…

… entonces apareció el luminoso magisterio de, Andrés Roca Rey, con suaves pases por alto con los que condujo al mansurrón a su claro objetivo y tras rematar se escuchó la primera gran ovación.

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Las series con ambas manos resultaron un halago para el espíritu, aguantando sobretodo cuando en una serie de naturales se detuvo y el pitón estaba a la altura de su pecho inflamado de arte y verdad.

La gente, los sevillanos, merced a su sensibilidad comprendieron la cátedra que estaban viendo, por ello celebraban de pié con ovación de gala tras cada remate.

Consumó una gran faena que pareció impensable pero que ahí está para el inolvidable recuerdo.

Tras una estocada contraria se exigió una oreja con la que dió vuelta triunfal, en medio de los vítores, admiración y estentóreo reconocimiento del respetable.

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Y esta escena me recordó al inmenso, Rubén Darío y su poesía:

¡Ya viene el cortejo!

¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines,

la espada se anuncia con vivo reflejo;

ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines…“.

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Miguel Ángel Perera ha estado bien. Le vimos llevar del tercio a casi el otro tercio con lances a pies juntos, a su primero, que como era de esperarse mostró mansedumbre, la que hizo notar cuando se defendió en el caballo incluso envió un derrote al defenderse que llegó al cuello del caballo sin herirlo; después se estrelló en el peto -en un segunda comparecencia- estando muy desacertado el picador.

Sumó pases con ambas manos suaves, templados como la primera serie con la derecha, aunque se prodigó más por el espléndido lado natural. Faena emotiva que conmovió al público. Al final dejó un bajonazo y todo quedó en una ovación.

A su segundo le saludó con verónicas suaves que fueron del gusto de la asistencia. El toro para variar durmió el sueño de los justos en el peto.

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Como un jabato se fue, Perera, a los medios y de hinojos citó para pasarse al toro por espaldinas para luego así sumar una contundente serie con la derecha.

El toro iba mejor por la derecha, ahí se empleaba bien y Perera se adelantaba a las intenciones de huir, pero…

… pero insistió torearlo por el lado natural y el de Garcigrande protestaba, en la tercera serie por el lado izquierdo al rematar se derrumbó el toro dandose fuerte guantazo y, ahí…

… ahí todo cambió porque a pesar de que solicitó la mano zurda reivindicarse, ya no fue lo mismo ni tampoco con la derecha. Una entera y así paseó una oreja.

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Julián López El Juli estuvo, pero si no hubiera estado habría sido lo mismo. Su toreo de sí vulgar y con ventaja se ha vuelto más violento y al final siempre con el ventajoso julipié. Sí, así le llamó el siempre bien recordado Joaquín Buenfil del Tendido Siete a su forma de poner ventajosamente la espada, cita afuera de la suerte, dejar al toro, brincar espectacularmente y asestar feamente la espada.

Sus dos toros si bien es cierto que fueron mansos y descastados no pudo hacer nada. Es más en su segundo, quien destacó fue su banderillero Antonio Chacón.

Al final, nos quedamos con el gratísimo recuerdo del magisterio de Andrés Roca Rey y las faenas de buenas maneras de Miguel Ángel Perera.

¡Fuera ya las ganaderías comerciales!

¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!

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@PERIODISTAURINO 

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