En todo lo alto… Triunfa Bolívar y Aguado vuelve a sonreir con decepcionantes toros de Caicedo
Lindísima tarde en Manizales por el cielo azul, el clima esplendoroso y el casi lleno en la plaza, lástima que los toros de Juan Bernardo Caicedo no rompieran como todos queríamos, provocando una decepción generalizada en el público que esperaba mucho más de este cartel que había despertado altísima expectación desde su anuncio.
Los toros de Caicedo resultaron desiguales de presentación, variopintos, algunos anovilladitos y demasiado dispares de comportamiento con el denominador común de ser noblotes. Tan solo el quinto tuvo un puntito de genio.
El mejor de la tarde fue el segundo torito que era prontísimo y fijo, el pitón derecho del tercero se salva, el cuarto – el que fue devuelto – prometía, tanto así que siguió embistiendo después de perder la pezuña pero de resto poco más. El primero sosote y sin poder con su alma, el sexto, de escasísima fuerza dejó embestidas desganadas con la gente ya crispada, el cuarto (bis) se rajó prontísimo, el quinto nunca se definió.
Siempre los toros de Caicedo están en esa delgada línea del descastamiento y la sosería pero se tapan a punta de movilidad que al final les salva de la quema total. Desde hace varios años les falta definición, picante y mucha más transmisión para emocionar de verdad. Hoy hubo más pitos que palmas en los arrastres así que ya saben de que lado de la línea estuvieron.
La suerte de varas fue una simulación preocupante en la mayoría de los encuentros con el caballo, en el primero de Aguado el matador le grito a su picador “nada de vara” y así fue. Ahora serán nueve en Bogotá. Veremos donde queda la línea finalmente.
Luis Bolívar fue el triunfador de la tarde a pesar de su tarde dispar, en el primero estuvo más que bien en su faena de muleta en especial en dos tandas con el brazo desmadejado y ramalazos de arte luego de un inicio poco agraciado con esos cambiados por la espalda de último segundo que resultan muy trompicados.
Antes ya se había gustado en el capote con variedad y elegancia y con esa misma decisión continuó Bolívar en la muleta. Manoletinas al uso para finalizar y estocada entera caidita pero muy efectiva. Petición y dos orejas, la segunda larguita y discutible.
En el quinto ya fue otra cosa a pesar de saber leer adecuadamente lo que quería el público con esas largas de rodillas para rescatar la tarde que se vino cuesta abajo por las dos devoluciones de dos toros por la pérdida de sus pezuñas, toda la lidia de este toro fue un desorden monumental.
Desde la falta de tino de Jaime Devia colocando al toro en banderillas hasta una faena sin hilo conductor, de sube y bajas a un toro que tenía escondidito lo suyo, desorden hasta en el tendido que hizo parar momentáneamente a Bolívar su labor muleteril, que no faena.
Todo era un vaivén, hasta que entrando a matar el toro le cogió por el pecho de muy fea manera y los gritos de toro-toro se convirtieron rápidamente en gritos de torero-torero.
Pablo Aguado pudo por fin esbozar de nuevo una sonrisa en su calamitosa temporada americana después de sus sonoros fracasos en Lima y Ciudad de Mexico.
El toro americano parece no haberle venido bien a su concepto de toreo y a su toreo le falta un punto de conexión con el paladar más heterodoxo de estas tierras.
Esta nueva sonrisa sobrevino después de su primera tanda de derechazos al poderlo pasar en su tesitura clásica. Quedó evidencia de su gusto y su naturalidad, un par verónicas en ambos toros fueron lentísimas y sentidas, un par de derechazos también tuvieron sabor del bueno, pero también quedó claro que está aún lejos del vagón de las figuras.
Le pueden estrellar y feo si quieren montarlo allí sin tener el equipaje para aguantar ese tirón y más si le quieren equiparar en un supuesto duelo con el ciclón del Perú.
A, Aguado, quien sin duda tiene destellos impresionantes por su anotada clase le falta cuajarse, le falta rodaje y bagaje conceptual, puede ser un gran torero pero si él se deja convencer de que ya está en figura se va a equivocar.
Le quiere hacer la misma faena, con los mismos inicios a todos los toros y eso no le va a salir bien. Es un torero para unas 20 o 25 tardes, bien cuidado, más rodado, más definido, y no para disputar palmo a palmo con el volcán que es Roca Rey. Eso sí, los detalles que salen de su capote y muleta tienen golpes de oro caro.
Ponce se fue de la plaza con la gente coreando su nombre más por su trayectoria que por lo que hizo en el ruedo, porque en su primero fue su labor típica de enfermero para que el de Caicedo que no podía con su alma no claudicara con estrepito, todo a media altura y medido, queriendo impulsar su labor con sus cantadas poncinas que no venían a cuento con ese toro tan frágil y en el cuarto pudo dar dos series de su estilo antes de que el toro se rajara.
Como es costumbre no mató bien en ninguno de sus dos toros y perdió un trofeo que le hubieran pedido cariñosamente.
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