En Manizales… La terna a hombros y la fiesta arriba
Monumental Plaza de Toros de Manizales, tercer festejo de la versión 65 de la Feria taurina de la capital caldense, con un lleno parcial, se lidiaron toros de la ganadería de Santa Bárbara origen Juan Pedro Domecq – Núñez, bien presentados, justos de carnes y destacado comportamiento, dos de ellos premiados con la vuelta al ruedo y uno premiado con el indulto.
Manuel Jesús El Cid: Oreja y dos orejas.
Román Collado: Oreja y dos orejas simbólicas tras indulto
Juan Sebastián Hernández, quien tomó la alternativa: Oreja y oreja.
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Con un lleno parcial se dio inicio a una de las tardes más llamativas de la temporada nacional, al reunir tres momentos de la fiesta brava: la expresión reposada y madura del Cid en su ciclo de despedida, la alegría arrolladora del valenciano Román y la novel expresión del buen torero de Sogamoso Juan Sebastián Hernández, quien tomaba la alternativa; un tríptico de la fiesta que cuajo una tarde de triunfo, algo larga, pero festiva; una de esas tardes en las que los adjetivos se concentran en crear afición.
Al ruedo, los siempre interesantes toros de Santa Bárbara, obra de la familia Barbero, que da cuenta de la honestidad y afición del capitán Carlos Barbero quien convirtió la crianza de toros bravos, en un proceso riguroso de selección genética (empadres vía inseminación artificial); una cruzada por la bravura pensada más en la trasmisión y emoción a los tendidos, que en el cuestionado alivio de las figuras.
Las estadísticas hablarán de la terna a hombros, de una tarde de ocho orejas, dos toros de vuelta y uno indultado; los maquillistas profesionales de la fiesta hablarán de la grandeza de El Cid, la verdad de Román y las ganas del colombiano, resaltando con hiperbólicas expresiones su labor y su paso por Manizales.
Sin embargo, tras el entramado verbal es necesario decir que la tarde (más bien la feria) se vino arriba gracias a los toros del capitán Barbero, gracias al trabajo solitario y la mayoría de veces incomprendido del ganadero, pues apelando al pensamiento luminoso de Victorino Martin Andrés “El espectáculo sin emoción no sirve y la verdadera emoción surge del toro autentico y encastado aquel que no embiste en tonto, sino en bravo”.
Manuel Jesús El Cid: Con su primero Rabioso (494 kilos) inicio señorial con finas verónicas, destacando su labor por el toreo al natural con su sello personal, el burel franco y repetidor, le permitió gustarse, haciendo sonar el pasodoble Feria de Manizales; con los aceros no fue certero requiriendo de un golpe de descabello; su labor le hizo al primer trofeo de la tarde, más en reconocimiento de su ser torero que de su presente actuación, el toro fue premiado con justa vuelta al ruedo.
El llamado Dicharachero (458 kilos) era uno de esos toros para armar un lio, un castaño requemado que desde el sorteo llamo fuertemente la atención del radar de bravura del buen Emanuel Sanchez; no era un toro fácil, proponiendo las dificultades que solo la casta puede generar.
Sin embargo, El Cid, verdadero campeador del arte taurino supo domeñarlo con más emotividad y ganas que arte y profundidad, su labor, por ambas manos, fue tutelar legado de la entrega del sevillano, con los aceros pinchazo y estocada fulminante, reclamando dos apéndices y de nuevo viendo a su rival dar la vuelta al ruedo.
Roman Collado: El ciclón valenciano, conquisto al público de Manizales no sólo por su carisma y eterna sonrisa, sino por su toreo de verdad y entrega; con el complicado tercero de nombre Camarero (440 kilos) mostró sus dotes de lidiador, sometiendo por derechazos con temple y buena factura, (pues por el izquierdo no cabía ninguno), sin duda una labor de aguante y valor a un toro que en todos los tercios transmitió peligro y respeto. con la toledana no fue tan claro necesitando del descabello, reclamando una oreja.
El negro zaino jugado de quinto Castellano (472 kilos) no se cansó de embestir acudiendo con celo a la tela del valenciano, buscando devorarla en cada arremetida, permitiéndole consolidar importante y emotiva actuación, que desvió la atención a aspectos como el discreto paso por el caballo y la tendencia a salir con la cabeza en alto; logrando que la generosa Manizales pidiera con unanimidad el indulto, que a diferencia de los dos otorgados en los últimos domingos en la Monumental México, daba cuenta de la emoción generada por el toro bravo.
Juan Sebastián Hernández: inscribió su nombre en el escalafón de matadores de toros colombianos lidiando a Jinete (448 kilos), brindado a su señora madre, un colorado noble y repetidor de comportamiento cambiante, que por momentos se impuso al torero de Sogamoso, que aún acojonado por la alternativa intento sosegar el torbellino de emotividad y casta que le correspondió, quedan algunos momentos por la mano derecha y la certera estocada que le permite reclamar el primer trofeo de la tarde.
Con el cierra plaza Vigilante (504 kilos) se presentó voluntarioso toreando de hinojos, pinturero por molinetes y aseado por manoletinas, mostrando ese paso de la efervescencia novilleril a la sobria y grave expresión del matador, con los aceros muy poco fino pinchando y luego dejando una caída, que basto para hacer doblar y reclamar un premio, largo pero justo, dadas las condiciones y circunstancias del nuevo matador.
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Fotografía: Plaza de Toros de Manizales.
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