En Soria… Ángel Téllez deslumbró a todos y como héroe fue sacado en hombros
Soria. Tercer corrida de la feria. Lleno. Toros de Fuente Ymbro (2º bis), cuatro correctos en presentación y dos muy justos; han resultado mansos, unos con movilidad y otros deslucidos. El segundo fue un auténtico inválido.
Morante de la Puebla: Pitos y oreja.
Juan Ortega: Ovación tras petición y silencio.
Ángel Téllez: Silencio y dos orejas.
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Alberto García Buj, hizo muy bien en incluir a un joven tan prometedor como es, Ángel Téllez. En medio de tantas imposiciones de las que son víctimas los empresarios por parte de las llamadas figuras, los jóvenes representan ese aire renovador, esa bocanada de oxígeno, y la historia ya está escrita llegó el joven Téllez, puso el corazón sobre la arena sustentado en sus innegables cualidades y deslumbró a todos.
Con gran dignidad, Ángel Téllez, se enfrentó a su primero que hizo tercero en el festejo. Entendió de la lidia que tenía, y lució con la capa en un ceñidísimo quite por chicuelinas. Tenía frente a él un deslucido ejemplar. La mansedumbre deambula por la ganadería de Fuente Ymbro, pero qué se le va hacer.
Ángel un torero que se está forjando con loable inteligencia y sensibilidad su futuro inmediato, se impuso al manso y sumó series que fueron reconocidas por el respetable, por su pulcritud y su verdad. Mal con el acero, eso sí que fue una gran pena.
Con su segundo, el sexto del festejo, la faena tuvo cristalina arquitectura con sólido contenido. Series de gran intensidad que convocaron al unísono en el estentóreo olé de reconocimiento ante la irrebatible verdad expuesta.
Ese toreo al natural fue justamente natural, sin falsas poses y sí con la verdad del fuego de la pasión bien entendida. El certero estoconazo y las dos orejas se anotaron en sus estadísticas y en el indiscutible reconocimiento del gran público.
Morante estuvo a su aire, si los animalillos le van y no le agobian hace un poco de esfuerzo. Lancea con sus conocidas poses y corre la mano a muy prudente distancia; que no se lo permiten, pues abrevia como fue en el caso de su primero. Bajó la persiana y así ni se escuchó el sonoro repruebo del público.
Con su segundo una faena con algunos momentos que no llegan ni con mucho a la importancia que debe ser la verdad y la grandeza del arte del toreo. Medio estoque y una oreja que le obsequió el público para que no se fuera de vacío.
El primero de Juan Ortega y su invalidez manifiesta le llevó a ser inadmisiblemente apuntillado desde el callejón, ante el repruebo del gran público. Juan hizo mutis y dejó hacer. Mal, muy mal, eso no lo olvidarán las buenas conciencias.
¿Por qué se cayó el animalillo?
¡Porque careció de casta!
La casta da el poder para embestir y la bravura de pelear, y en las ganaderías comerciales aminoran ambos elementos a través de los empadres para no afectar la comodidad de las llamadas figuras. Sólo que se han excedido y por ello se ven tantos penosos episodios en las plazas de Dios.
Con el sustituto Juan se quedó en las buenas intenciones, manso, huidizo el que suplió al inválido y no hay nada que contar, porque no pasó nada. Como tampoco con su segundo, la mansedumbre se posicionó del redondel y hasta ahí quedaron las cosas.
Al final, Ángel Téllez fue izado como el auténtico héroe de este festejo, en donde las poses de supuesta añeja tauromaquia ya no convencieron; y en donde a Juan le faltó decisión para hacer algo que mostrara su voluntad.
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