Crónicas

En Sevilla… La casta y bravura de los victorinos lucieron merced al artista Emilio de Justo

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Jueves 23 de Septiembre, 2021. Media entrada. Se lidiaron toros de Victorino Martín, el segundo sobrero, bien presentados, el segundo noble pero sin motor; cuarto, quinto y sextos extraordinarios. Todos pelearon en las cabalgaduras recibiendo fuerte castigo. Los tres primeros pronto se resistieron a embestir.

Antonio Ferrera: Ovación, silencio y vuelta al ruedo tras petición.

Emilio de Justo: Ovación, dos orejas y ovación tras petición.

Detalles:

Saludaron en banderillas Joao Ferreira, Fernando Sánchez, José Manuel Montoliú, Morenito de Arles, Abraham Neiro y Pérez Valcarce.

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Todo lo que la mano del escultor puede hacer es romper el hechizo y liberar las figuras dormidas en la piedra”: Miguel Ángel

Hemos estado viviendo una muy fallida Feria de San Miguel en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, merced a que se dio cabida a las ganaderías comerciales que buscan el bobitoro como parte fundamental de un espectáculo en el que no tiene cabida por carecer de verdad.

Es justamente el toro bravo y encastado la esencia de la tauromaquia es que le da razón de ser como arte, y ese maravilloso seducido por la verdad -casta y bravura- como espectáculo.

Cuando no hay esencia no puede haber arte porque no hay verdad.

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Así asfixiados en la monotonía del encaste comercial Domecq vivimos días aciagos hasta que apareció la ganadería de Victorino Martín, que, si bien es cierto los primeros tres toros no fueron lo que su divisa representa ya que pronto dejaron de embestir en la muleta; los tres restante devolvieron a la Fiesta su verdad a través de la encastada bravura de noble embestir que acude con clase, calidad y recorrido.

Quien diga que un toro manso es noble porque es bobito, es un error, porque la nobleza viene de la bravura.

Hubo toros y en la realidad sólo hubo un torero… Emilio de Justo.

Ahí están las imágenes que deambulan presurosas por el archivo de sastre de la memoria, en donde el recuerdo de esas verónicas a su primero -segundo bis del festejo el sorteado se despitonó- recuerdan lo que es la cadencia, y por supuesto, el ritmo.

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Sí, el ritmo con el que también guió al toro, Emilio, con suaves pases hacia los medios rematando el prólogo de forma espléndida.

El toro y la faena comenzaron ir a mejor, de pronto Emilio resbaló y estuvo a punto de una cornada, sobretodo, en el momento en el que fue encunado, por fortuna, ahora sólo es sólo un dato informativo.

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La lluvia provoca desconfianza en el toro porque no se siente seguro cuando va caminando y la posibilidad de que resbale el torero.

Hubo otra serie templada de bella arquitectura con un gran pase de pecho.

El toro comenzó aminorar en su andar y si bien Emilio porfió, hubo necesidad de finiquitar. Pinchazo en lo alto y estocada entera. Ovación.

Lo mágico vino en el cuarto el que fue recibido por, Emilio de Justo, con lances lidiadores para someter la encastada embestida e imponer su imperio a la bravura.

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El prólogo fue con pases por abajo, suaves, tersos pero mandando. Emilio tiene el don de imponerse y detener la embestida para que el toro acuda en el tiempo y al espacio que ordena.

Así vimos series con la mano derecha que hicieron brillar en el redondel su tauromaquia, por la templanza, el ritmo y la armonía en su conjunto extrayendo pases que se constituyeron en momentos escultóricos de gran arquitectura que alcanzaron cimas de muy alto nivel.

El lado natural también fue sobresaliente hubo varios de trazo largo, profundo y trascendente.

Así fue la faena de trazos largos y profundos, otorgándole de esa manera argumento al contenido y sustento a lo apolíneo.

En un momento de inspiración dejó el estoque en la arena y toreó al natural con ambas manos resultando un regocijo al espíritu.

Puso punto final entregándose y dejando una estocada contraria que fue suficiente, el público inmerso en el éxtasis exigió las dos orejas más que merecidas que paseó, Emilio de Justo, en medio de los vítores de admiración del respetable.

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Con el sexto volvió a lucir con la capa y después de comparecer el victorino en varas, Antonio Ferrera hizo un horrendo quite por lances, a lo que respondió Emilio con magníficas chicuelinas.

Otra faena de suavidad que deleitó al espíritu.

Pases con ambas manos con la paciencia lidiadora que habita en el artista, para así junto con su aguante, dar largueza al muletazo y regalar series de inconmensurable belleza.

La espada de pronto resbaló con el arponcillo de una banderilla y tuvo que volver a oficiar con el acero, para dejarlo entero. El público exigió la oreja, pero el presidente se resistió. Se le fue la Puerta del Príncipe.

Pronto vendrá.

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Ahí estuvo, Antonio Ferrera, quien en muchas ocasiones gusta de emular a El Pana y en otras a Llapisera a este último cuando se coloca a “miles de kilómetros” para imponer el acero.

Así lo hacía Llapisera en el primer tercio del siglo pasado en su toreo cómico así lo hace ahora Ferrera.

Al que abrió plaza le dio lances por piernas y aventando el capote hacia arriba, lo que le hace daño al toro -según los entendidos- por dos cosas… toda su vida sólo ha humillado y hace daño a los cuartos traseros porque apoyan todo el peso del astado.

Faena de esfuerzo con evidentes rasgos de vulgaridad que no dijo nada.

Con el tercero, inicio al hilo de las tablas con un lance a una mano como lo hacía El Pana pero en Antonio se fue fuera de cacho, para luego soltar feas, en verdad feas verónicas.

El toro desde con la desordenada faena de capote ya lo tenía en la mira y en lugar de lidiarlo se pasó perdiendo el tiempo en aras de la nada. Tres cuartos de espada caída y trasera.

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Con su tercero -quinto del festejo- aparecieron más lances desordenados, pero Ferrera se siente gracioso y feliz por ello. En el tercio de varas hubo un primer puyazo trasero y otro más ambos exagerados, más que por el propio puyazo porque desgastan al toro en su pelea con el caballo.

Inició con la derecha, pero le faltó aguante tras el segundo pase, tuvo que interrumpir para reponer bastante terreno y proseguir con la serie. Los naturales fueron estropeados desperdiciando al gran toro. Le faltó mucho en verdad mucho para estar a la altura de la casta y bravura del gran victorino y así aprovecharlo. Media trasera. Vuelta.

En fin, otra tarde que da gusto que la casta y la bravura hayan vuelto a través de la mítica ganadería de Victorino Martín y que haya estado un auténtico artista, como sin lugar a dudas es… Emilio de Justo.

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@PERIODISTAURINO 

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