Opinion

La voz de Jaime Sierra… Se ha perdido la dignidad en la fiesta de toros

Son muchos los problemas por los que atraviesa la Fiesta de Toros y se han agudizado más por esta pandemia que ha colocado a todas las actividades del ser humano en una verdadera crisis; no obstante, no me ocuparé de los efectos de la pandemia en general, si no de los serios problemas que nuestra Fiesta viene arrastrando desde hace varias décadas.

Vivimos desde hace más de 20 años en la época del mal llamado “toro artista” término que inventara Juan Pedro Domecq para justificar al toro dúctil, dócil, casi domesticado al que bajó la casta y la bravura, para el reprobable beneficio de las supuestas figuras y su comodidad.

El mal llamado toro artista que no es otra cosa que el bobitoro.

Se hace notorio que desde hace años se ha buscado más el espectáculo frívolo, banal, artificioso que dar una auténtica corrida de toros.

Hoy es común asistir a una plaza de toros en donde la emoción es casi inexistente porque la verdad que imprime en el ruedo un auténtico toro bravo no comparece; así vemos a un casi extinto tercio de varas y en vías de que pase lo mismo con el de banderillas al verse cada vez con mayor frecuencia que lo pasen sólo con dos pares y casi siempre sin realizarse como marcan los cánones; de sobaquillo y rejoneando a pie simplemente para cumplir, ante la complicidad de una autoridad que no obliga a cumplir el reglamento taurino, y un público que no entiende el por qué de cada tercio ni exige y solo quiere ver y aplaudir al “torero” que le han vendido.

Cuando en pocas ocasiones ha saltado al ruedo el auténtico toro bravo todo lo pone en su lugar, no hay aburrimiento ni bostezos ni gritos fuera de contexto, y todo lo que se realiza en el ruedo toma una dimensión que traspasa los sentidos y une a los asistentes compartiendo de esa emoción que únicamente se vive en una plaza de toros.

Los minutos pasan sin sentir, el ganadero y los toreros con sus cuadrillas encuentran el valor y la dignidad de esta única y hermosa profesión. Si las cosas en cada tercio se hicieron bien, con profesionalismo y rigor, seguramente se disfrutará de una gran faena, que rubricándose en todo lo alto, se otorgarán los premios que los asistentes solicitarán al Juez y si no, se premiara a un toro bravo que supo poner en alto la estirpe de su ganadería.

Pero…

Volviendo al tema del bobitoro

Pregunto…

¿Por qué en la actualidad se “lidia” al bobitoro o toro artista?

Podemos contestarnos de muchas formas:

Las figuras actuales exigen al toro cómodo, quieren torear despacio, bonito y sin fatigarse.

Los empresarios compran camadas a ganaderos que se han empeñado en bajarle la casta y la bravura a sus toros buscando la comodidad de ese “toro artista”.

La autoridad no cumple con el reglamento taurino y deja pasar novillos por toros, en ocasiones con visibles manipulaciones en sus astas, haciendo caso omiso al primer tercio con sólo un picotacito y el segundo tercio con dos pares aduciendo que el “toro” no aguanta el castigo.

Los ganaderos, la mayoría diría yo, se han ido por esa puerta falsa de las formas y no del fondo al producir toros artistas, bonitos, bien cubiertos, nobles, que no tienen la edad reglamentaria ni mucho menos la bravura.

El público asistente a las plazas (cada vez menos) que va nada más a divertirse y a tomar brebajes en un espectáculo que les han vendido carente de verdad y en ocasiones excesivo en aburrimiento.

Cuando no existe ese encuentro entre el torero de verdad y el auténtico toro bravo en el ruedo, todo es una quimera.

Es por todo esto que afirmo que se ha perdido la grandeza en la Fiesta de Toros.

La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio

#Quédate_En_Casa

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