Opinion

Desde la barrera de Mauricio Sepúlveda… Que vuelva a rugir la Monumental

La plaza más grande del mundo, la monumental de Insurgentes, cumple 75 años y lo hace en medio del contexto más complejo que ha sufrido el mundo moderno.

El virus desperdigado por el mundo ha afectado la salud de muchas personas sin distingo de clases ni géneros y también ha llevado a que no se puedan celebrar espectáculos con público, precisamente ese público que configura uno de los componentes fundamentales del trípode de la fiesta taurina: Toro, torero y público.

Y si en cualquier plaza del mundo se hace muy notoria la hoy obligada ausencia del público, en La México lo es mucho más. Con capacidad para albergar cincuenta mil almas y con la sonoridad para agigantar los apasionados olés, el vacío se hace aún más notorio.

Devastador.

Solo entrar a la monumental estremece, su inmensidad impone, las interminables escalinatas llegan casi al cielo y quien triunfa en ese mágico embudo sabe que lo puede tocar con las manos.

Vacía está marchita, vacía no cuece.

Su gloria es enmarcar el triunfo, su complicidad es hacer retumbar el eco de las emociones de “cincuenta mil gentes” como lo dicen coloquialmente. Ha sido testigo de las más grandes hazañas y se ha deleitado con el arte de las más grandes figuras.

Hoy solo espera triste a cuando se descerrajen sus puertas.

Lo preocupante de todo esto es que no ha sido solo el efecto del virus el que la ha vaciado, han sido los mismos taurinos los que la han desocupado de a poco, años atrás, clavándole dagas de soledad convirtiéndola infamemente en bucólica y gris.

Domingo a domingo, el cemento se fue apoderando de la escena, el silencio le fue ganando la batalla al rugido, porque la monumental rugía indescriptiblemente con la gente hasta el tope cuando la magia y la autenticidad de la fiesta revestían de verdad al rito.

La Monumental de México, así como Las Ventas de Madrid, la Santamaría Bogotana o la Maestranza de Sevilla, además de todas las plazas del mundo, ven hoy vacíos sus tendidos por efecto del bicho pero también por la indecisión de los empresarios y por la mezquindad de los políticos, que inefablemente sobrevuelan como aves carroñeras ante la desidia de los regentes.

Hace mucha falta ver el galope de un toro bravo en la arena, la suavidad de un lance lleno de arte, al público batiendo sus manos entusiasmados o a un sombrero volando desde el tendido para caer rendido a los pies del diestro.

¿Faltará poco?

Ojalá.

La Monumental necesita un cariño.

Que rasgue ya el firmamento esa emotiva trompeta de apertura del Cielo andaluz, que marca el inicio de las tardes en el redondel de Insurgentes y que se sepa que el cielo cruje en ese México lindo y querido.

#Quédate_En_Casa

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