En San Cristóbal… Puerta Grande para El Fandi y Chacón ante nobles y débiles astados
San Cristóbal, Venezuela. Plaza de Toros Monumental de Pueblo Nuevo. Viernes 31 de enero de 2020. I corrida de abono. Con poco menos de un tercio de plaza (aproximadamente 5500 personas) en tarde soleada y con ligeras ráfagas de viento, se lidiaron reses de San Antonio (Edgar Varela Pérez), en su conjunto muy justicos y terciados de presencia, variopintos, el cual en su conjunto adolecieron de fuerzas en remos delanteros, mansurrones en distinto grados, destacando del envío por su nobleza los corridos en 5º (indultado de nombre Granada N° 16 de 445 kilos, negro mulato) y el 6º el más toro no del todo entendido en la muleta.
David Fandila El Fandi: Oreja y oreja.
Octavio Chacón: Saludos desde el tercio y dos orejas simbólicas.
Antonio Suárez: Vuelta al ruedo y palmas tras aviso.
Detalles:
Destacaron en la brega Gerson Guerrero y José Linares.
Dos horas y 32 minutos duración de festejo.
Salieron en hombros El Fandi y Chacón.
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El ambiente de la primera corrida de feria era de interés por ver de nuevo en esta plaza a un torero de enorme tirón de taquillas por plazas nacionales como es El Fandi, y a su nombre la aceptable entrada que se registró en los tendidos.
El castigador sol canicular invitaba a toros en Pueblo Nuevo y además del torero granadino dos elementos de interés: el debut del coleta gaditano Octavio Chacón y las ilusiones de ver las artísticas aspiraciones del diestro local Antonio Suarez.
No decepcionaron en su estilo cada uno, pero sí lo hicieron las endebles embestidas de los toros lidiados, muy por encima del indulto de uno de los astados, que no quita el que así mismo hayan sido nobles e incluso tanto Fandi como Chacón hayan estado por encima de lo que fueron ante los engaños.
Tras cuatro años sin pisar esta plaza, El Fandi regresaba a Pueblo Nuevo. La larga cambiada de rodillas cerrado en tablas fueron clara declaración de intenciones de las ganas demostradas a lo largo de la función por el mencionado coleta.
Variado con el percal, pecharía desde el principio por mantener en pie las débiles embestidas por ambos pitones del burel, en especial por la diestra –iniciando rodilla en tierras- donde por momentos brilló a gran nivel, templándole y llevándole a la alturita requerida.
Previamente había armado un gran tercio de banderillas encontrando toro y clavando en lo alto desde todos los terrenos del ruedo. No bajó interés en las dos tandas por la zurda que se prodigó. Al final, la estocada entera y tendida fue suficiente para cortar la oreja.
El cuarto de la tarde se lo brindaría al joven espada Jesús Enrique Colombo, en el mismo sitio donde hace 9 años le dedicaría similar momento.
Ya en banderillas –tras el simulacro en varas que se evidenció en la nula sangría de la puya- había clavado cuatro pares con el desparpajo quien sabe la lección aprendida, para en la muleta sacar partido y exprimir hasta la última exhalación las endebles embestidas del anovillado morlaco en todos los rincones del redondel, dilatando más de la cuenta su trasteo. De nuevo su certero uso del acero le valió que cortara la oreja que le permitiría salir en hombros de los costaleros.
Voluntad y detalles de aliño los que dejó ante el segundo el debutante en este ruedo Octavio Chacón. Poco más pudo hacer, pues las flojas y mansurronas embestidas del animal limitarían interés de cara al tendido.
Pero su mejor tarjeta la dejó ante el quinto, un nobilísimo y colaborador compañero de faena, al que supo llevar de capa y muleta desde el principio, midiéndole en exceso el castigo en varas.
Por la diestra y zocata se recreó Chacón en pasar con floritura y compostura tandas jaleadas al compás del pasodoble Silverio que hicieron que el palco se contagiara de tal manera que antes que el toro se terminara de rajar más de la cuenta en el burladero 1, asomara el pañuelo naranja y con ello el júbilo general en la plaza.
Momentos de buen toreo los que cinceló ante el tercero Antonio Suárez, una faena preñada de momentos a destacar, en especial por el pitón derecho donde se relajó en tandas de alta filigrana el coleta local, por encima de su poco rodaje. Una pena que la espada le impidiera cortar el merecido apéndice que había hecho méritos.
Más complicada la papeleta que sorteó ante el serio jabonero que cerró plaza, el más torito del lote, el cual le exigió el carnet de torero más curtido, pues su embestida con más entereza de fuerzas y exigencias que sus hermanos, por momentos le desbordó sin perder la compostura el mencionado coleta, que aun así es de mérito a reconocer su proceder a lo largo de una tarde de mucha responsabilidad. Fue despedido con palmas tras un aviso, mientras que sus compañeros se iban a hombros de los aficionados.
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Fotos: Federico Montes