En Ticapampa… Nuno Casquinha cumbre, impone el mando en medio de mansada
Ticapampa, Recuay (Perú) Lunes 14 de octubre del 2019. Llena lució la plaza de toros de esta localidad para la segunda tarde en honor a la Santísima Virgen del Pilar, se lidió un encierro conformado con reses de La Punta, San Pedro y Santa Maria Magdalena; que adolecieron de mansedumbre.
Uriel Moreno El Zapata: Silencio en ambos.
Fabio Castañeda: Palmas en el tercio y silencio.
Nuno Casquinha: Vuelta al ruedo y silencio.
Detalles:
Finalmente se declaró triunfador del serial al matador Uriel Moreno y mejor ganadería a San Sebastián.
El salido primero con visos de haber salido muy orientado, a decir de los toreros, se echó de vuelta sin reemplazarlo.
Bronca al final por el descontento del público contra las autoridades por no salir la última res.
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Esta crónica se empezó a redactar a medio trayecto en el bus de regreso a casa y reservada para el momento de contar con conectividad adecuada. Son varias las sensaciones que nos traemos de esta localidad de Ticapampa, pero a destacar el encanto de su placita de toros y del color que muestran sus tribunas al carecer de tendidos propiamente dichos.
Anunciados en el cartel para esta segunda tarde iban tres matadores extranjeros que son rehileteros, bastaba esperar el juego del ganado entonces. Ya la víspera el maestro de Tlaxcala deslumbró con la magnífica ejecución del llamado par monumental.
Todo se vino abajo pues el encierro, manso, presentando peligro seco, lo complicó todo.
El salido primero que correspondía al Uriel Moreno El Zapata, morado y plata, fue devuelto luego de varios minutos de sopesar la decisión y ante pedido del propio matador que aducía verlo toreado, parecer del que también se hicieron eco las cuadrillas y más de un aficionado. El astado de salida se arrancaba con brusquedad hacia el cuerpo desentendido de los engaños. Fatal.
Quizás lo conveniente hubiera sido machetearlo de pitón a pitón y buscar colocarle la estocada pero se optó con cambiar el turno. Al final, no salió el sobrero (sí hubo al menos uno en los corrales) bajo el argumento de “no estar en condiciones para lidiarse”.
Con el cuarto, de San Pedro, el diestro mexicano quiso re componer el crédito con la parroquia al son de sus vistosa forma de tomar los palos pero las intenciones se frustraron a no lograr clavar por un defecto en los arponcillos que caían antes de agarrar carnes.
Contrariado, ya en muleta el morito la toma por alto sin clase, topando apenas, falto de todo. Malo. Aliña el diestro sin suerte. Pinchazos y golpes de verduguillo, dejan para el olvido las cosas.
Fabio Castañeda, rioja y oro, no estuvo como en la víspera, hasta desplicente el algún momento ciertamente desanimado por la condición del que le toca en suerte, el castaño, lucero, cornicorto, chico, que sale correlón, suelto y manseando.
Con las banderillas apenas el trámite. Sin confiarse, lo toca con el pico, con pases aislados. Protesta, incierto y moviendo la cabeza de un lado a otro, acusa su falta de raza. Se queda corto y termina apagado. Pinchazo y entera de la que dobla fulminado.
Con el quinto, segundo suyo, las cosas no toman rumbo distinto. El de Santa María, también chico, difícil resultó ponerlo en suerte de banderillas, muy orientado haciendo extraños en todo momento. Solo recibió medio par. Desrazado, manso, no tenía nada para dar que no sea defenderse pegando arreones. Hace guardia la estocada y otro final sin son ni ton.
Nuno Casquinha, verde pizarra y oro, es torero bueno y lo demostró de gran manera al hacer embestir al tercero de La Punta que no decía nada. Saltarín, traspasó la barda hasta en dos veces. De salida, ya había pegado la mirada buscando la huída. Ronald Sánchez salvó el percance al quedarse solo dentro del callejón.
Ante el escepticismo general, a base de poder y mando, el lusitano lo puso en muleta marcándole el camino, haciéndole tomar el engaño de principio a fin. Maestro, su labor tuvo oficio y conocimiento de la lidia a un manso con la virtud añadida de saber estructurar la faena.
Entonces ya rendido ante el dominio de su matador, le extrae lo que no tenía o no dejaba insinuar, hay buenos muletazos a diestra y siniestra. Estaba firmado el papel pero la estocada defectuosa, baja y de efecto hemorrágico, fue argumentación para que el palco, controversialmente, desestime mostrar al menos un pañuelo que bien pudo caer. Vuelta al ruedo más que merecida.
El sexto, de San Pedro, fue un toro. Lo que tuvo de hechuras se lo restó a la raza. Manso, resistido a acometer, apenas arremetió cuando se sintió acosado pegando cabezasos. Imposible. Estocada y descabello. Silencio, y la bronca del buen matador luso fue por demás notoria.
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