Lo dice Pepe Mata… Adelantarse a las vísperas
Todo hace ver que en los mágicos idilios siempre se acaban adelantando a las vísperas, porque se va creando un mundo tan maravilloso como ficticio, en donde no existe tiempo para ver los defectos; y si de pronto se hacen estentóreos -los defectos-, se tapa el sol con un dedo, y como si no hubieran existido, aunque…
… aunque, en la realidad estén ahí.
Eso ocurre en la vida, y los toros pertenecen también a esta vida mundana y terrenal, maravillosa y mágica, en la que muchos aficionados no ven defectos sólo cualidades.
Unos ven cualidades franciscanas en los figurines, aunque en el subconsciente aparezca la reflexión de que han hecho mucho, muchísimo daño al arte del toreo, no obstante, el consciente siempre les verán con afecto y hablará de inexistentes aciertos, nunca de los tremendos defectos.
Lo mismo ocurre con los aficionados exigentes, de tanto ver tantas miserias taurinas, cuando hallan a un torero o, a un ganadero que se conduce con honestidad, honorabilidad y pulcritud, acaban por no verle defectos, aunque los tengan.
Pareciera que se olvidan de que son humanos… y, los seres humanos somos perfectibles.
Por ello, siempre hallarán virtudes no defectos a sus preferencia, siempre tendrán disculpas no reprimendas para mejorar.
Así es la vida, así es el ser humano y sus circunstancias.
Mientras unos justifican las miserias taurinas; otros intentan aminorar e incluso hasta desaparecer los tropiezos.
No obstante, en ambos casos la solución está en la autocrítica, si no existe no se podrán superar los errores, los tropiezos, las fallas, los fracasos.
Justamente en esto reflexionaba en este festejo en cuestión, no acababan de hacer el paseíllo, Rafael Rubio Rafaelillo, Domingo López-Chaves y Octavio Chacón, cuando apareció una pancarta, manta, o escandaloso reconocimiento, en el entusiasta, estricto y aguerrido Tendido Siete -los guardianes de la Fiesta… así siempre los he catalogado con sus virtudes y defectos-, haciendo un franco y escandaloso reconocimiento en homenaje a Fernando Cuadri.
Todavía no se habían lidiado sus toros, cuando ya lo habían elevado hasta el Olimpo taurino.
Y… ¿qué pasó?
La absoluta decepción.
Seis mansos ejemplares.
Tan mansos como descastados cinco, el quinto tuvo genio -la casta mala- y ha sido su torero, Domingo López-Chaves, quien le pudo, se impuso y lo toreó muy bien.
Primero en un papel de lidiador y luego de sentido creador para extraer breves pero intensas series que provocaron el ¡olé! auténtico, sincero en todo el coso.
¿Esto de que todo el encierro haya sido manso es algo que pueda aparecer de pronto?
Lo dudo.
Si los aficionados exigentes lo meditan y ven con severa crítica la evolución de la ganadería en los últimos 7 años, observarán que esto no es la mera casualidad.
Por ejemplo, se aplauden tercios de varas, por el simple hecho de estrellarse el toro en el peto. Se magnifican derribos consecuencia de la inercia que llevaba el astado y, que por consecuencia necesaria de la velocidad y consecuente impacto, tiene que claudicar el jamelgo, pero…
… pero eso no es muestra ni de bravura ni de casta.
La bravura es sinónimo de pelea franca y contundente; la casta el contenido que le da poder a la bravura para mantener la pelea.
Con estos elementos el toro debe meter con energía, poder y fiereza, la cabeza abajo del peto empujar con extrema fortaleza hasta causar tumbos estrepitosos.
Justo ahí está la diferencia entre un auténtico tercio de varas, la auténtica pelea de un toro bravo y encastado; y el simple hecho de haberse estrellado con el peto.
¿Que los toros de Cuadri estuvieron mal, muy mal picados?
Sí, efectivamente.
Sin lugar a dudas estuvieron mal, muy mal picados, sobretodo porque no pelearon y se quedaron a dormir el sueño de los justos en el peto como mansos que eran, y si no peleaban, ¿por qué picarles en exceso?
Ya con la muleta la entrega y voluntad sin cortapisas de, Octavio Chacón, se estrelló con un lote que resultó el muro de contención por esa mansedumbre y descastamiento infranqueables.
También vimos a un angustiado, notoriamente angustiado, Rafaelillo, que se pasó defendiéndose desde con la capa hasta con la muleta en su breve estancia en el redondel.
Ha sido, Domingo López-Chaves, quien salió con ímpetu, sobretodo con el quinto, ese toro con genio, con la casta mala, obligándole a acudir a su capa y someterlo; para después hacer lo propio con la muleta y tras domeñarlo extrajo breves pero intensas series de importancia que brillaron en el ruedo venteño.
Al final, cinco toros fueron pitados con fuerza en el arrastre, y aplaudido indebidamente el quinto, cuando había sido el torero y su buen toreo, su buen y poderoso toreo, el que le obligó a acudir a su engaño de acuerdo a su mandato.
Queda como lección, no adelantarse, nunca adelantarse a las vísperas, porque todo queda como una mala anécdota.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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