Crónicas

En Medellín… ¿Dónde quedó el toro bravo y bien presentado?

Plaza de Toros La Macarena de la Ciudad de Medellín, Colombia. Festejo de cierre de La 27 Feria Taurina de La Macarena, correspondiente a una corrida de toros. Con un lleno parcial en los tendidos se lidiaron impresentables bovinos de la dehesa de Ernesto Gutiérrez, flojos de hechuras, de anovilladas facciones y sospechosos de pitones, siendo pitados en el arrastre segundo y quinto.

Enrique Ponce: Saludo tras aviso y generosa oreja.

Julián López El Juli: Palmas y palmas.

Juan de Castilla: Palmas tras tres avisos y oreja.

Detalles: Saludaron desde el tercio Jaime Mejía y Alex Benavides.

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El catedrático granadino Rafael Comino Delgado escribió El toreo significa, naturalmente, estética con riesgo, pero también ética, respeto, dignidad y grandeza y cuando empiezan a echarse en falta estas características empieza a parecer el fraude y la vulgaridad; se trae a colación esta cita justamente para hablar no solo del festejo de hoy en La Macarena de Medellín, sino de las comparecencias en nuestra América Taurina de dos de las llamadas figuras del torero: Enrique Ponce y Julián López El Juli.

Ahora bien, sé de antemano que hablar de las figuras es un tema que toca susceptibilidades; algunos apelarán a su grandeza, su aporte a la fiesta; otros, los justificarán, cubriéndolos de apelativos como maestros, catedráticos, tauromaquias andantes; y los más, dirán que cualquier crítica es antitaurinismo, que las figuras llenan las plazas, y que, nosotros, simples mortales, debemos sucumbir a sus caprichos.

Pues bien, tres palabras fundamentan esta nota: Ética, dignidad y grandeza, pues justamente ellas son pilares que sustentan el arte taurino, el valor transmutado en expresión artística, en composición viva, sin artilugios, la verdad como compromiso existencial del toreo; empero esta grandeza que presupone el arte, contrasta con las realidades taurinas que vemos en el ruedo plagadas de Fraude y vulgaridad, manipulación adrede a la fiesta, engaño al aficionado, y en ultimas antitaurinismo en estado puro.

Hoy en Medellín, confirmamos que el toro para las figuras, el toro fácil, el toribobo, resta chispa a la fiesta, mitigando la dignidad que presupone vestirse de luces, anulando toda posibilidad de grandeza, convirtiendo la lidia en simple coreografía sin alma, en un ballet decadente.

Pero…

¿A quién culpamos de esta decadencia?

¿A la empresa o al ganadero?

¿A las figuras o al aficionado?

Desde mi humilde opinión todos tenemos en parte responsabilidad, lo que implica que en todos esta la solución.

Los claros en los tendidos delataban que algo no andaba bien, pues, aunque el cartel era el más atractivo de la temporada colombiana, no logró llenar el aforado, igualmente las imágenes de los toros en los corrales, compartidas con ustedes por este medio, tampoco presagiaban una tarde de toros, más bien anunciaban una corrida de toreros, de esas que tanto gustan los caza carteles y los palmeros.

Hablar de los bovinos de los herederos de Ernesto Gutiérrez, es llover sobre mojado, pues ya es bien conocida la línea de esta ganadería, animales ligeros de peso, brochos de pitones y anovillados, algunos incluso con sospecha de cornicure. Sin embargo, preocupa de sobre manera que los aficionados ya se hallan familiarizado con ello, lo acepten e incluso lo justifiquen, pues el toro como lo dictan los códigos de la fiesta debe tener peso y edad, seriedad y trapío, casta y bravura.

Al ruedo Enrique Ponce, que en Medellín dejo el calco de todas sus faenas, fundamentadas bajo la misma lógica, torear por redondo, citar en corto, empujar al astado y acompañar la borreguna embestida; El Juli, con su toreo “De poder” que a veces raya a lo vulgar, y el joven Juan de Castilla, ultimo damnificado de este tinglado pues, aunque luciendo una importante madurez, no la vio fácil con su lote.

Enrique Ponce: En su primero Astronauta (506 kilos) se encontró ante un Ferdinand de esos que inmortalizo Disney; algunos dirán que tenía peso y edad, pero era medía tonelada de mansedumbre, y sosería, un bicho  que no paro de moverse, más por inercia que por codicia; sin embargo, el carisma y conexión de Ponce, con los tendidos, eclipso la falta de casta del animal; aún indigna recordar verlo abanicar y hacer desplantes en la cara de un animal que nisiquiera podía con su propio ser, definitivamente una verguenza. Con la tizona deja trasera y tendida y tras escuchar aviso despacha con el verduguillo.

Su segundo, Flamenco (447 kilos) en concepto del buen Emanuel Sánchez, parecía un animal cuidadosamente dispuesto para el arte del rejoneo, definitivamente se pasan engañando al publico con sus triquiñuelas; sin embargo, empujó en el caballo, con la testuz pues pitones no habían; en la muleta se empleó permitiendo al de Chiva, echarse al saco las palmas del respetable; con la tizona deja estocada caída de la que sale adolorido y tras descabellar, es premiado con una generosisima oreja, El publico de Medellin muy generoso.

Julián López El Juli: Hizo las veces de enfermero con su lote, pues los dos terminaron siendo pitados por inválidos; su primero Rubí (466 kilos) tras estrellarse contra el peto queda renco del cuarto trasero izquierdo, aspecto criticado por el respetable, pero haciendo caso omiso el madrileño, especialista en estas lides, le monto faena a media altura, si bien de impacto en los tendidos, pero con poco que decir, cerrada con el ya conocido Julipie, con el que, tras pinchazo, deja una completa. Palmas y pitos en el arrastre.

El lidiado en quinto Luminoso (456 kilos) fue pitado por su desigual presentación, siendo el más indigno de un encierro impresentable, incluso llegando a voces de los tendidos que promulgaban “Que vivan las vacas”, como su primero otro animal invalidado, arrastrando su remo delantero izquierdo; pero El Juli, consciente de lo que pidió y para qué lo pidió, monta faena a un bovino que se dejó hacer, pero a falta de casta no pudo romper. Con la toledana despacha. Palmas y pitos enfáticos en el arrastre.

Juan de Castilla: tras dos importantes indultos y una temporada triunfal, el joven del barrio Castilla, validó con poderosos argumentos porqué está llamado a ser un referente de la tauromaquia colombiana; con su primero Chigüiro (477 kilos) dejo tandas por la derecha, con una excelente colocación, toreando con verdad, exponiendo el pecho, llevando la muleta hasta el fondo; lastimosamente se enreda con los aceros escuchando los tres avisos, aun así, fue llamado a saludar desde el tercio.

Su segundo, Aviador (464 kilos) por hechuras fue el más correcto del encierro, sin embargo, de nuevo los pitones generaron muchos comentarios; el paisa le montó una faena correcta, bien estructurada, tratando de dominar la pegajosa embestida; esta vez asegura el acero y despacha, recibiendo justo premio.

De tal suerte, termina La 27 Feria Taurina de Medellín, restando de la temporada nacional el mano a mano programado para el día de mañana en la plaza de toros de Santamaría, en el que comparecerán Julián López El Juli y Luis Bolívar, ante toros de Juan Bernardo Caicedo, Mondoñedo y Ernesto Gutiérrez.

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@Manzanarestoro

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