En Pamplona… En la Feria del Toro, falló ¡el Toro!
Pamplona, 10 de julio. La plaza registró otro lleno a reventar. Un encierro de Fuente Ymbro, serio, astifino, muy bien presentado y digno de la Feria del Toro, pero sin fuerzas, que dio problemas a la terna. Les faltó raza y humillación, quedando evidenciado que con sólo lámina no basta.
Juan José Padilla: Silencio y silencio.
David Fandila El Fandi: Silencio y ovación.
Manuel Escribano: Ovación y silencio.
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La corrida de Fuente Ymbro, de impresionante presentación, cornalones y astifinos, se quedaron en pura fachada, pues evidenciaron falta de fuerza y raza.
Juan José Padilla, de azul cielo y oro, hacía su paseillo numero 25 en Pamplona, donde es un auténtico ídolo, la plaza se pinta de banderas de piratas y el torero les corresponde con entrega total. Pero la tarde de hoy la suerte no le acompañó, porque los dos toros que sorteó fueron completamente infumables.
El primero, un colorado de preciosa lámina, se estrelló contra un burladero apenas salió al ruedo y hubo de ser devuelto a los corrales. El sobrero, un castaño del mismo hierro, después de la larga cambiada y los lances de recibo y de recibir dos puyazos, sólo permitió el lucimiento de los tres diestros actuantes en el tercio de banderillas. En la muleta miraba por encima del estaquillador y se colaba peligrosamente, por lo que el esforzado Padilla tuvo que renunciar a sus buenos propósitos de complacer al respetable. Se lo quitó de media estocada y un descabello. Silencio.
El cuarto, otro buen mozo, permitió que Padilla le lanceara como prólogo, para luego dejarlo en jurisdicción de los varilargueros, que le dieron lo suyo. Este comenzó a desarrollar sentido desde el primer tercio. Veía por encima de la esclavina de los capotes y cortaba el viaje. Ante tal panorama Juan José optó por no clavar banderillas, pues las posibilidades de lucimiento eran nulas. Y lo mismo ocurrió con la muleta. El toro, mirón y falto de raza, se puso a la defensiva y el jerezano no se dio coba. Se fue pronto por la espada quedando prácticamente inédita su labor. Silencio.
David Fandila El Fandi, elegantemente vestido de pizarra y oro, se enfrentó al segundo de la tarde con una larga de rodillas, siempre animoso y bullidor. Quitó por chicuelinas. Compartió con sus compañeros el tercio de banderillas, con lucimiento para los tres espadas. Pero en la muleta el hondo toro llegó vendiendo cara su muerte y en las primeras de cambio evidenció su interés por el torero y no por el engaño. El Fandi entendió que aquello no estaba para bromas se fue por el estoque y lo despachó de media estocada. Silencio.
En el quinto pretendió desquitarse y estuvo a punto de lograrlo. Recibió al toro, amplio de cuna y de largas y astifinas defensas, con cuatro largas cambiadas en el tercio. Galleó por chicuelinas para llevarlo al caballo e intentó un quite por zapopinas en donde resultó cogido aparatosamente por moverse en exceso, librándose por fortuna de la cornada. En banderillas desplegó su repertorio violín incluido, poniendo al público de pie al detener al toro corriendo hacia atrás. Inicio la faena de rodillas en los medios, quiso meter en el canasto a un toro que se defendía, alcanzándolo a medias con oficio y recursos, pero sin mucha brillantez pues el animal lo impedía. Sonó la música durante la faena y de haber acertado con la espada corta la oreja, media estocada y tres descabellos necesitó para despacharlo. Sonó un aviso. Ovación desde el tercio.
Manuel Escribano, vestido de berenjena y azabache, se fue a porta gayola a recibir al tercero y la suerte resultó limpia, lanceando seguidamente a un toro que resultó con diferencia el mejor de la tarde. Galleó por Rogerinas para dejarlo en el caballo y luego compartió el tercio de banderillas con Padilla y el Fandi, siendo su par de mucha exposición, cerrado en tablas. A estas alturas ya las peñas pamplonicas se despachaban con “El Rey” la bella canción de José Alfredo Jiménez, que tanto nos gusta. Luego continuaron con la “Chica Ye-Ye” y otras más, que le dan a esta plaza una personalidad única. Brindó a los pastores que actúan por las mañanas en el encierro y la faena, que inició cambiándolo dos veces por la espalda, tuvo mérito, el toro humillaba con boyantía, pero había que llevarlo muy templado. Lo toreó con ambas manos, mejor con la izquierda. También hubiera tocado pelo, pues había conectado con los tendidos, pero pinchó y todo quedó en una ovación.
En el cierra plaza, que era un auténtico pavo con mas de 600 kilos, se volvió a ir a la puerta de los chiqueros, pero esta vez tuvo que echar cuerpo a tierra, pues el toro se le vino encima. Ya en el tercio le dio tres largas cambiadas y después de llevarlo al caballo quitó por gaoneras. Lo banderilleó con eficacia. Brindó al público y hasta allí duró la alegría. El toro empezó a defenderse con embestidas broncas y difíciles que dificultaban estar delante y cualquier intento de lucimiento. Silencio.
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