Crónicas

En la Monumental México… Generosa puerta grande a kilométrica faena del señor Ferrera

Monumental Plaza de Toros México. Décima tercera corrida de la Temporada Grande 2018-2019. Con una entrada, similar a la del festejo anterior, sumando aproximadamente unos nueve mil asistentes, se han lidiado toros de Villa Carmela, propiedad de, Eduardo Arena Barroso, cuyo denominador común fue la asfixiante mansedumbre, el inadmisible descastamiento. No pelearon con los caballos, se estrellaban con el peto y luego se ponían a dormir el sueño de los justos. Impresentables por pequeñajos los corridos en segundo y sexto lugares, que fueron protestados. Tras la lidia del cuarto, el ganadero con un océano de chiquillos, salieron del palco para exigir el arrastre lento, que para fortuna del respeto al arte del toreo no autorizó el buenazo de Jorjazo. Como regalo apareció un manso ejemplar de Xajay.

Antonio Ferrera: Saludó en el tercio tras aviso y dos orejas tras aviso.

Arturo Saldívar: Silencio y su segundo se inutilizó en banderillas; silencio en el de regalo.

Diego Silveti: Silencio y pitos tras aviso.

Detalles:

Tras el despeje de cuadrillas se rindió emotivo homenaje al Maestro Reynaldo Vázquez, titular de la Banda de Música de la Monumental Plaza de Toros México.

Diego Silveti fue herido en el sexto, entrar a leer el parte médico.

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Semana a semana, los inútiles buenazos que habitan el palco de la nula autoridad, comenten pifias en contra de la verdad que debe contener el arte del toreo; esta tarde en cuestión no fue la excepción.

El buenazo de Jorjazo, autorizó dos impresentables ejemplares indignos de haber aparecido en el redondel como segundo y sexto; pero no fueron las únicas pifias que consumó esta tarde el buenazo de Jorjazo, en su ya inacabable haber de errores, lo que le convierten en auténtico enemigo de la Fiesta.

Por ejemplo, haber regalado no sólo las dos orejas al señor Ferrera sino también un océano casi interminable de tiempo, para que se produjera una faena kilométrica, ha sido otra de sus tremendas catástrofes.

Dos orejas regaladas, sí, porque la faena parecía inacabable, sin argumento, sólo ver pasar por etapas a un bobitoro, y sería hasta el minuto 15 cuando decidió mandar un aviso, y el astado claudicó en el minuto 23.

¡23 minutos de una gran rebanada de nada!

Porque si bien es cierto el señor Ferrera puso voluntad y entrega para conducir el aburrido andar de ese bobitoro que salió con la cara alta y deslucido, doblando contrario, rascando la arena y anduvo por todo el redondel, no había en la realidad momentos luminosos que hablaran de algún triunfo, porque no exaltaban al espíritu…

… sí al espíritu de los ahí reunidos, que, por otra parte, ya estaba exaltado por las bebidas espirituosas.

Al inicio de la faena, aparecieron episodios que entusiasmaron, manteniendo el cuerpo erguido el torero, y lució; pero conforme fue avanzando la kilométrica comparecencia, hubo mucha intermitencia extrayendo con ambas manos pases vulgares, más para los festivos pueblos, por la carencia de ortodoxia.

Su cuerpo entonces tornó en exageradamente torcido, ¡vamos!, hasta se vio jorobado, sí, sí…

… tanto como el jorobado de Notre Dame, porque se deformaba excesivamente para hacer cada pase, al margen de que estuvo tan alejado del toro, por lo que la gente le pidió muchas veces se ajustara, se ciñera.

Y, entonces, hubo gritos de ¡toro!, ¡toro!

No porque el toro fuera bueno, antes al contrario era pésimo, y el mérito residió en sacarle pases, pases y más pases, pero sin una lógica más que pegar pases por el sólo hecho de hacerlo.

¿Qué le pasó al señor Ferrera?

No lo sabemos.

Tan no lo sabemos que hostigó a las buenas conciencias con esa faena vulgar, bullidora e intrascendente; indigna hasta de él mismo.

Vino entonces la espada que dejó mal colocada, por lo que provocó que el toro tardara en caer, y sorpresivamente hubo varios despistados que aplaudieron eso, como si se tratara de un toro bravo, nada más alejado de la realidad.

Y mal, pésimo que el señor Ferrera no finiquitara de inmediato la agonía, porque era obvio que tardaría en claudicar el astado.

Cayó el bobitoro, y la gente pidió las orejas, el buenazo de Jorjazo no pudo aguantarse las ganas de meter literalmente la pata, y lo hizo, regalando dos absurdas orejas, que permitieron salir por la puerta grande al señor Ferrera, acompañado de unos cuantos costaleros, lo que provocó más pena, porque no tuvo fuerza el hecho.

Así no va a consolidarse el señor Ferrera en México, ni mucho menos llevará más gente a las plazas.

Su primera faena, fue una copia de esta que hemos narrado, o mejor dicho, la segunda fue una copia de su primera, pero ahí no cortó nada, porque estuvo fallo con el acero, y la gente todavía no estaba seducida por las mágicas bebidas espirituosas, que tiempo después, crearon la alegría ficticia.

Del señor Silveti, tuvo la suerte de tener dos toros a los que pudo haber hecho un par de faenas importantes, pero no fue así, porque está negado para ello.

La empresa es demasiado gentil con él, porque sin ningún argumento lo ponen un día sí y otro también.

Con su segundo, el sexto de la tarde, que fue el más bonancible, con mayor movilidad, pudo haber sumado series plausibles, trascendente y emotivas, pero…

… pero, no.

No tiene capacidad para algo más.

Mientras realizaba las bernadinas se echó al toro encima, y lamentablemente se produjo la cornada en la pantorrilla izquierda, no obstante, se quedó hasta dar por terminada su comparecencia.

Por supuesto, que si tienen la desafortunada idea de volverlo a poner, no se le verá con gusto, por el contrario, restará público.

De, Arturo Saldívar, a quien se le esperaba después de su venturosa resurrección, en donde dejó en claro el importante porvenir que tiene, nada pudo hacer, un primero tan manso, tan descastado, que resultó la ofensa a la grandeza del arte del toreo.

Sí, hubo voluntad y entrega del joven Saldívar, como es habitual en él, pero cuando no se puede…

… no se puede y lo demás es imposible.

Dio por terminada su primera participación, esperando a que saliera el quinto, y cuando este apareció, a pesar de la estentórea mansedumbre, porfió el señor Saldívar con la capichuela.

Mientras ponían el segundo par de banderillas, posiblemente algún arponcillo descordó al astado, y ahí quedó el toro tendido en la arena.

La Comisión Taurina ante este lamentable hecho, indicó que se corriera el turno, para que apareciera una reserva, pero su representante, Paco Olvera, mandó al torero a decir que regalaba al toro, y…

… todo lo demás es historia, salió un toro de Xajay corraleado y manso, al que le extrajo algunos pases de calidad, pero que por supuesto no pudieron constituir una faena de gran intensidad.

Sería magnífico que volvieran a programar a, Arturo Saldívar, un sólido torero que da gusto verle torear.

En fin, que terminó el festejo entre el malestar que deja la mansedumbre y el descastamiento; y cuando nos acercábamos a salir por la puerta de El Encierro, vimos pasar a tres despistados que llevaban cargando a un joven con ropa brillante…

… nada, que era el señor Ferrera en medio de la nostalgia de lo que pudo ser y no fue.

Lástima, porque en verdad es un buen torero.

¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!

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