En la Opinión de Pepe Mata… La inobjetable genialidad de Andrés Roca Rey, sigue aplastando a los figurines

13 septiembre 2018 José Mata

Andrés Roca Rey es uno de esos toreros que aparecen cada 100 años, porque así lo quiso Dios y, él -Andrés- así lo asumió desde que por primera ocasión cogió un capote y una muleta.

A pesar de que los “amigos del engaño” traten de minimizar la evidente genialidad de, Andrés Roca Rey, esta existe, ahí está y no se puede negar.

Al ahora, señor Roca Rey, le conocí en México, hace no muchos años, cuando era un incipiente becerrista, y desde entonces pensé que era un genio del toreo.

Se fue a España, comenzó su andar novilleril, y confirmé mi argumento, un genio de los que nacen cada 100 años, y seguro estaba de que revolucionaría el arte del toreo.

Adquirió la alternativa, todos los vetustos figurines, sin que tuvieran un sustento, inmersos en las miserias taurinas, comenzaron a confrontar a un chiquillo, pero…

… ¡un chiquillo genial!, recién alternativado.

Parecía que las intenciones eran malévolas, quizá intentar parar su luminoso porvenir, pero…

… pero, como dice la sabia conseja popular “… les salió el tiro por la culata”, en menos de cinco meses, Andrés, había puesto a los figurines contra la pared, y con este hecho histórico comenzó la revolución hacia la inobjetable evolución del toreo, teniendo como eje fundamental, al entonces jovencito artista de Lima, Perú.

No… no ha tenido buena administración.

A la capacidad de su maestro, lo rebasaron las cualidades del artista peruano, desde que era novillero, y por ello, ha estado mal conducido. De no ser porque Andrés, es sin lugar a discusión un genio del toreo, hubiera ya sucumbido.

Ejemplo de su incontenible imperio, los hay muchos, pero lo visto este 13 de Septiembre -maravilloso número que anuncia todo- en Albacete, fue como haber asistido a escuchar la Fantasía Coral para Piano y Orquesta del Inmenso Ludwig Van Beethoven, teniendo en el piano al entonces niño genio, Evgeny Kissin.

Así, con la emoción que tuve cuando escuché en 1991 esa magistral interpretación del genio Kissin en el piano; con esa misma emoción degusté de la genialidad de Andrés Roca Rey.

Salió uno de esos ‘bobitoros’ en tercer sitio, de la ganadería comercial de Daniel Ruiz, vacada que imponen sus acompañantes del cartel, y mientras a ellos les asfixiaban sus evidentes incapacidades ante el incontenible poderío del joven, Roca Rey, justamente al joven de Lima, se le observaba solvente, luminoso y grandilocuente.

“¡Hace del toro malo… bueno; y del toro bueno… superior!”, exclamó mi padre, cuando emocionado le veía torear.

Y, ¡así fue!

Consiguió iluminar con su inobjetable genialidad el redondel, subyugando a los espíritus de los diletantes taurinos, haciéndoles levantar jubilosos, para celebrar, para vitorear al héroe, al artista, que les había conducido por los misteriosos y mágicos caminos de la sublime locura, y…

… y, sí, no existe ninguna duda.

Todos los que llenaron en este festejo la plaza, iban a ver torear, a ver crear al genio de Lima.

Hizo lo que quiso con el bovino, acortando las distancias hasta momentos sorprendentes, pero no sólo eso es lo sorprendente, sino que estando tan, tan, tan ceñido…

… el mérito reside en que torea con indiscutible majestad.

A, Andrés, sólo le falta un necesario cambio en su administración, que le deje de una vez por todas explayar a plenitud ese espíritu indómito, y con ello, crear más luminosas obras de arte, con todos los encastes.

Sí, le hace falta alejarse del dañino encaste comercial que tanto mal le ha hecho a la Fiesta y que le está encasillando su luminosidad; dejar a un lado a esas ganaderías comerciales, que tanto daño le hacen al arte del toreo.

Porque, me queda claro, que, Andrés Roca Rey, puede con todo.

Y una vez que lo haga, porque ahora mismo es el que manda en el toreo, estará conduciendo a todos y estará conduciendo al mágico arte del toreo…

… a la trascendente y luminosa evolución.

¡Dígase la verdad…. aunque sea motivo de escándalo!

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