En Bogotá…Triunfo clavelero de Castella ante una insulsa corrida de Gutiérrez
Menos de media de plaza en tarde soleada que terminó muy fría en la Santamaría bogotana. Se lidió una corridita mal presentada de los Herederos de Ernesto Gutiérrez Arango sin pizca de sabor, insulsa, sin fondo ni fuerza, sosa y aburridora. El tercero se partió el pitón antes de salir de toriles.
Sebastián Castella: Silencio, oreja en el que toreó por Ramsés y dos orejas
Ramsés: Resulto herido en su primero
José Garrido: Silencio, saludo y división de opiniones tras aviso
Detalles:
Saludaron Garrido, Ricardo Santana, Hernando Franco, Jose Ignacio Páez y Jaime Devia, pero con diferencia lo más meritorio en el capítulo de subalternos fue de Garrido que se la jugó en el segundo.
Ramsés salió con fractura del húmero de su brazo izquierdo
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Muy poca gente en el tendido para un cartel que se suponía iba a interesar en donde el pilar del mismo era el francés Castella que venía de cortar una oreja en la México y de triunfar en Cali, pero es sabido que en Bogotá Castella nunca ha sido un torero taquillero, es un buen acompañante para alternar con otro torero de renombre.
Tampoco los toros de Gutiérrez generaron interés, en Bogotá definitivamente no hay conexión con esta ganadería tanto por su presentación como por su comportamiento, son toritos muy pequeños para el gusto de la capital y su obediencia borreguil tampoco cala por estos lares.
Y así fue, una corridita sin sabor, en donde se salva en algo el quinto que era un torito obediente y repetidorcito. De resto aburrición y sosería a raudales. Mal presentados, anovillados el segundo, tercero, tercero bis y quinto, el cuarto en algo se tapaba por tener más desarrollados los pitones. El primero, parecía le faltaban cincuenta kilos de los que se anunciaron. El sexto fue el mejor presentado. El tercero bis muy, pero muy sospechoso de pitones. El tercero pareció lesionarse una pata delantera antes de banderillas, el cuarto se la fracturó antes de la estocada.
La poca gente que había en la plaza no era del perfil de aficionados rigurosos que vienen cuando se anuncian Mondoñedos o Santa Bárbara, sino público de clavel del que viene cuando se anuncian figuras y con ese tono se desarrolló la tarde con la complacencia del siempre dadivoso palco presidencial que de nuevo regaló orejas y bajó aún más el listón de exigencia de la primera plaza del país, de la que queda poco o nada.
Sebastián Castella es indudable que ha evolucionado en su toreo y ahora lo hace más despacio que antes, con más pozo, con un muletazo más larguito que el medio que daba hace varios años. Está muchísimo más templado y más firme. Se nota en todo lo que hace y se agradece, pero eso no quita que anotemos que su buena actuación mereciera el premio de una oreja en toda ley en el quinto pero nunca las tres con las que se fue a hombros de la plaza. Su primera actuación estuvo impregnada de pausas y de temple ante el distraído y soso de Gutiérrez, mató de estocada trasera y caída y dos descabellos.
En el que lidió por el herido Ramsés de nuevo estuvo templado y firme, viendo todo muy claro y toreó con clase al natural en donde hay que destacar uno bueno y largo, pero nada más, nada del otro mundo, una faenita normal rematada con estocada trasera detrás del ramillete de banderillas que sus subalternos clavaron muy delanteras, El Piña paró al toro con la puntilla y todo era para un saludo desde el tercio de los de antes pero la gente pidió la oreja y el palco obediente accedió.
En el quinto estuvo bien, pero todo realizado ante un torito sin entidad, al que Castella como es debido en un torero de su categoría le sacó todo lo que tenía, con inicio de faena de su estilo con cambiado por la espalda y una faena en tono normal de nuevo, sin estridencias, sin grandes picos solo aupada por los espectadores, que no afición, que siempre se encandila con los circulares por un lado y por el otro, ante un torito que pasaba por donde el francés quería.
De nuevo decir que toreó muy bien al natural, que eso no se niega, en los mejores muletazos de la tarde. Como mató de una estocada entera pero trasera y caidita vino la petición, era una oreja de ley, de las de siempre, pero ahora que hay que llevar el tren para adelante el presidente y su asesor dieron dos que se ven devaluadas si se mira con el prisma de la antigua pero ya absolutamente perdida exigencia de Bogotá.
Jose Garrido que sustituyó a Cayetano, estuvo confundido, poco claro, sin norte definido en sus faenas y por ende sin concluir nada. Impecablemente vestido se gustó en unas verónicas a pie junto en su primero, volvió a torear bien a la verónica en su segundo encajando su cuerpo de la manera peculiar que lo hace y dio algunos muletazos interesantes tanto por derecha como por izquierda pero sin consolidar la faena del todo en ese mismo toro. En el sexto perdió el rumbo y no lució ante un toro que pasaba encogido y que no tenía recorrido suficiente para pensar que podía haber faena de interés, mató mal y algunos pitaron y otros aplaudieron.
Nula la suerte de Ramsés que se había ganado la temporada pasada su doble actuación en la Santamaría y nada más recibir a su primer toro con larga cambiada el toro le fracturó el húmero y ha quedado inédito en su plaza.
Una tarde desangelada, a pesar de la actuación de Castella, en la que sentí que todo esto se acaba sin remedio. Lo que es seguro es que la exigencia de la primera plaza del país se ha ido para no volver.
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P.D.: El ruedo está muy seco y se levanta una polvareda molesta tanto para toreros como para aficionados que se podría evitar con regar un poco más la arena.
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Foto de Verónica Sierra Ríos
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