Crónicas

En Bogotá… La triste pero ilusionante encrucijada de Moreno Muñoz

Con un tercio de plaza en la Santamaría de Bogotá, y tarde agradable se celebró la tercera corrida de la temporada bogotana. Se lidiaron toros de Santa Bárbara desiguales de presentación y de juego también desigual con matices interesantes pero sin llegar a ser una buena corrida.

Paco Perlaza: Silencio y vuelta al ruedo

Moreno Muñoz: Saludo tras aviso y vuelta al ruedo

Luis Miguel Castrillón: Silencio y silencio.

Detalles:

Saludaron El Piña, Emerson Pineda, Chiricuto y Garrido aunque los que verdaderamente estuvieron bien fueron estos dos últimos.

Un antitaurino quiso lanzarse al ruedo en el segundo de la tarde pero fue neutralizado en el callejón.

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Esperábamos algo más de la corrida de la familia Barbero, bien presentados aunque un par con caritas de jóvenes se tapaban por delante con la cornamenta que tenían. Les faltó fuercita a todos y romper definitivamente. El primero fue el mejor, quería comerse la muleta aunque sin una embestida franca del todo. Esto también les faltó a los seis. Se venían de largo pero con un cabeceo molestito que les resta clase, el segundo solo aguantaba tandas cortitas, el cuarto era andarían y embestía a media altura, el quinto, un tío, manseó pero repitió en el tercio, al sexto le faltó más recorrido. El tercero fue un manso preocupante. En el caballo solo se dejaron a excepción del primero que se empleó bien. Faltó.

La torería colombiana es un grupo muy sui generis conformado por personas que siguen soñando con casi un imposible, llegar a ser toreros importantes por lo menos en las plazas señeras del país, cuando casi no hay corridas, cuando casi no hay oportunidades, sin poder torear continuamente con una reducción de festejos dramáticamente imparable, con la tauromaquia amenazada por lo políticos de turno y con una lógica de confección de carteles y colocación de toreros perversa que privilegia lo regional por encima de la calidad.

De este grupo hay algunos que se rebuscan su vida taurina en Perú, en México, en la polvorienta provincia colombiana y al menos torean, pero hay otros que tan solo a punta de entrenamientos mantienen viva su ilusión, ¿cómo lo hacen? No lo sé. ¿cómo resisten? No hay una explicación lógica y razonable, cualquiera abandonaría desilusionado, piénselo usted en su profesión y reflexione si no lo haría. Pero ellos resisten estoicos y algunos hasta sonríen. Uno de ellos además lo hace francamente y me dicen que además es un buen hijo. Se llama Moreno Muñoz y ha estado requetebién en la Santamaría.

Queda ya poco de ese niñito precoz, imberbe y enjuto que nos encontrábamos en becerradas en las cercanías de Bogotá hace ya unos veinte años y que soñaba con ser torero y maravillaba a propios y extraños con sus buenas maneras de torerito feliz.  Moreno Muñoz se fue haciendo grande y fue desapareciendo de a poco de los ruedos como ocurre siempre con los toreros colombianos, pero le quedan dentro de su cuerpo y de su mente unas impresionantes y rabiosas ganas de ser torero.

Moreno Muñoz ha dado los muletazos más rotundos de la tarde y si me apuran mucho de lo que va de temporada, se plantó prácticamente en el tercio frente a chiqueros y ha toreado pero de verdad, verdad, con derechazos por bajo, sacando la muleta por debajo de la pala del pitón esparcidos en sus cinco tandas que resultaron dispares pero emotivas por la verdad con que las instrumentó y porque lo hizo ante un manso con castita de Santa Bárbara que estaba para salir en Bilbao. Faena de mérito infinito, faena con el alma y con la rabia de querer ser torero y no poder serlo y con el hambre de quien aprovecha el más pequeño rescoldo para lograrlo, a la que solo le sobraron las manoletinas finales. Un final por bajo era lo más adecuado y hubiera sido el culmen.

Todo quedó en una sentida y aplaudidísima vuelta al ruedo que le debió haber sabido a gloria después del ostracismo vivido en los últimos años, pero la estocada entera y caída que hizo explotar al público pensando que iba a ser suficiente no lo fue y tuvo que descabellar en dos ocasiones lo que hizo enfriar al público bogotano que de haber sido una figura española hubiera pedido la oreja.

Que bien ha estado el pequeño y ahora rollizo Moreno, que le hizo un emocionante brindis a su madre de la que también me dicen admira como su gran faro y que lo llevó hasta las lágrimas, pero que duro debe ser llegar el hotel, saber que ha estado más que bien en Bogotá con un toro que era un tío y que no era fácil, saber que tiene el toreo suficiente para funcionar en esto pero que las circunstancias del entramado taurino se le ciernen encima inexorablemente. Que triste y jodida encrucijada. Ojalá toda esta situación que vivimos en la fiesta brava en Colombia se solucionara de una buena vez  para saber si toreros como Moreno Muñoz nos pueden dar muchas y mejores alegrías. Sería una ilusionante quimera.

En su primero había estado bien ante un toro que solo aguantaba tandas cortitas en las que siempre el segundo muletazo resultaba más lucido. Moreno se acordó que debía cruzarse y allí pudo mejor con el toro. No mató bien ni con estoque ni con descabello y saludó tímido. Lo bueno vendría después.

Eso si, quienes acompañan a Moreno le deben decir que cuidar las formas es muy importante en el toreo, ponerse mejor de forma, lucir más torero su traje, no pararse como si estuviera esperando en la esquina del barrio a cualquier amigo cuando está en el tercio de varas de un toro de otro alternante es necesario. No solo hay que torear, hay que sentirse, caminar y hasta respirar como torero.

Paco Perlaza estuvo apenas digno en Bogotá pero nada más y cuando se viene a la Santamaría las oportunidades hay que aprovecharlas más cuando se tiene material más que potable para hacerlo, se llevó el mejor lote, y cuando hay tanto torero nacional nuevo y canino que se lanzarían como una jauría hambrienta ante una oportunidad en la capital. Perlaza ocupo un puesto que hubiese sido mejor para otro torero más joven pues el caleño apura sus últimas gotas de carrera taurina y ya ha dicho todo en los ruedos colombianos.

Descubrió tarde a su segundo toro después de muchas indecisiones de terrenos, distancias y sobre todo de ganas. Y hasta después del ecuador de la faena fue cuando se puso de verdad y dio tres tandas con cierto mérito que hicieron que hubiera petición después de una estocada entera pero un punto delantera. Esta vez la presidencia acertó en no conceder la oreja.

En su primero no aprovechó del todo al mejor de la tarde, que se desplazaba alegre aunque con cierto cabeceo, pero quería muleta en todo momento. Paco estuvo mejor por la derecha que al natural en donde tocaba dar los muletazos más de uno en uno y faltó el temple. Mató de media tendida y las palmas fueron para el toro que se fue sin que le sacaran todo lo que ofrecía como se debía.

Luis Miguel Castrillón no ha estado lucido ni decidido en la Santamaría, después de su aldabonazo en Cali se le esperaba con expectativa en la capital y en su primero un toro manso en extremo  solo le pudo machetear por la cara y despacharlo de entera y descabello sin poder dar ni un muletazo y en el sexto cuando se esperaba que mostrara su torería y el avance visto en Cañaveralejo, con un toro de cierta alegría pero de corto recorrido de Santa Bárbara no dio el paso adelante. Inició elegante por bajo pero en la primera tanda se vio que venía corto de convicción en una tandita sin ajuste, al natural a la falta de decisión se le unió la falta de temple y cuando en una cuarta tanda pareció encontrar cierta confianza ya el toro se había impuesto y el duro público bogotano también y se devoró del todo al paisa. Nada más pudo hacer. Tarde vacía de Castrillón y era de esas para confirmar sus condiciones. Vuelta a empezar la tarea en la capital.

Foto de Verónica Sierra Ríos

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