En Aguascalientes… Estar en paz
Aguascalientes. Jueves 18 de abril 2024. Segunda corrida de la Feria Nacional de San Marcos 2024, Plaza de toros Monumental. Entrada un cuarto de aforo. Se lidiaron astados de Montecristo muy bien presentados, complicados, débiles, sosos y sin transmisión.
Uriel Moreno El Zapata: Silencio y palmas
Diego Sánchez: Dos orejas y oreja
Ginés Marín: Silencio y palmas
Detalles:
Al inicio del festejo se le hizo un reconocimiento al alguacilillo de las Plazas Monumental y San Marcos, Juan José de Alba por sus 22 años de trayectoria.
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Un golpe en la mesa ha dado Diego Sánchez esta tarde, vimos un torero más maduro, más sereno, dueño de la difícil facilidad de estar en bien consigo mismo
Y es que al menor de los Sánchez le hacía falta un triunfo sólido y que le catapulte hacia otra dimensión donde viven los que visten el traje de luces una semana sí y la otra también, porque Diego hoy se encaró a sí mismo, se miró en el espejo de su interior, encontrando en el reflejo eso que hace estar bien, estar tranquilo con lo bien hecho, estar en paz.
La faena del primero de su lote de nombre Castañuelo fue de mucho pensar en la cara del toro, de esas que se hilvanan poco a poco. El de Montecristo fue repetidor y asistió desde los primeros lances a la verónica. En varas el astado cumplió. Luego Sánchez lo quitó por chicuelinas y caleserina luminosa.
El último tercio lo inició con cambiado por la espalda, tandas por derecha serias, serenas y firmes, también probó por naturales y aunque el astado ya le protestaba, Diego Sánchez estuvo maduro, pensante, en calma. Cambiados por la espalda, recortes toreros, luquesinas y remates de solidez. Mató de estocada entera ligeramente caída para recibir dos orejas.
Latoso se llamó el quinto de la tarde, un astado muy bien presentado, de alegre salida pero que al final se tornó complicado. Compiló el de Montecristo en varas, al salir acusó poca fuerza. Sánchez se construyó una faena de la nada, porque la emotividad y trasmisión del toro brillaron por su ausencia.
Diego comenzó por derecha en trazos a media altura, intentando, queriendo, pero en frente tenía a un animal invisible, el torero no se fue la cara hasta hacerlo pasar por su muleta, vaya tanda por derecha, larga, imperativa, extendiendo el brazo para escuchar los olés del sí, los remates y el molinete de rodillas. Todo el mérito de él, haciéndolo pasar en un breve espacio, sin mover las zapatillas, hasta lograr algunos muletazos en redondo, las manoletinas arriesgadas para decir adiós, al final mató de medio espadazo caído y se le otorgó una oreja, que a decir verdad estuvo de más ya que las buenas faenas siempre debieran rematarse con la espada.
Uriel Moreno El Zapata vino y se fue. Se enfrentó al primero de la tarde que tuvo sus complicaciones, lo recibió con larga cambiada de rodillas y se abstuvo de poner banderillas dadas las condiciones del astado que fue reservón, peligroso. Ya de muleta se le colaba por derecha, levantado los pitones al cielo. El Zapata lidiando en la cara, intentó cambiarlo de terrenos, pero aquello era imposible. Mató de pinchazo y media caída y trasera para retirarse en el silencio.
El cuarto del festejo se llamó Espejero, otro bonito, muy bien presentado. El Zapata lanceó toreramente para rematar con media. Luego de la vara navarras y revolera. Cubrió el segundo tercio con el par monumental, otro al violín y uno al cuarteo para ser aplaudido. De muleta en azul y buenas noches, unas tandas sí, otras tomándose de los cuartos traseros. Por naturales el astado se dejaba un poco más, pero terminó rajado en tablas. Hasta ahí fue El Zapata con voluntad, pero nada más pudo hacer. Mató de estocada entera y caída para irse entre palmas.
El tercero de la tarde fue otro de muy buena estampa, Ginés Marín lo recibió con lances finos y media verónica. Poca vara recibió el de Montecristo, luego puso en predicamentos a los subalternos en banderillas. De muleta Ginés se lo llevó a los medios, ahí comenzó por alto, pero la debilidad del astado se hizo presente, el español intentó cuadrándole la muleta en la cara y tirando de él logrando buenos momentos, pero a cuenta gotas. Lo cambió de terrenos, por izquierda otros breves instantes buenos, pero se deslucían cuando el astado doblaba las patas delanteras, Ginés quedándose entre los pitones con serenidad y justificándose. Mató de pinchazo en lo alto y entera trasera y caída para irse en silencio.
El sexto del festejo, otro bello de estampa que tuvo una alegre salida, rematando en los burladeros, Ginés Marín lo recibió con verónicas lentas, el de Montecristo peleó bien en varas, pero le faltó la fuerza. En el último tercio comenzó con tandas por derecha a media altura, paso a paso y poco a poco pero el astado rebrincaba feo y deslucía lo que bien había empezado. Se le quedaba corto y por más deseo impregnado en su muleta las cosas no rodaron bien. Por naturales misma condición, siempre la cara arriba en el último tiempo de la muleta. Mató de pinchazo arriba y estocada entera en buen sitio para escuchar palmas.
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