Desde mi palco personal… Unas reflexiones muy propias y sentidas
- Tras un serio percance, una operación al cerebro y veinte días de hospitalización, esbozo algunas reflexiones personales sobre cómo pueden cambiar las cosas repentinamente en nuestras vidas
Primera disyuntiva: la taurina.
A mi mentor, el extinto doctor Carlos Bazán Zender, siempre le gustaba celebrar una frase dicha por su amigo el doctor Max Hernández, con la que incluso aquél principió el prólogo de su monumental libro De Toreros y Gitanos. Decía el doctor Hernández en su lúcido introito que: “Hay en Lima un vínculo antiguo y poderoso entre la tauromaquia y la medicina…”
Sobre el sustento de esta afirmación no voy a extenderme, pues no me corresponde. Mi simple condición de tan solo aficionado me inhibe de hacerlo y porque aquella se refería más bien a nuestros ídolos, los toreros y, de manera particular, a la labor social que con los fondos obtenidos en los festejos taurinos realizados en la capital antiguamente, se procuraban ayudas sociales.
El reciente pasado 16 de marzo, sufrí un serio y grave percance en mi estado de salud el cual partió de un repentino desvanecimiento seguido de convulsiones que derivaron en una intervención quirúrgica muy delicada al cráneo y que me mantiene ahora mismo bajo un estricto proceso de recuperación del que quiero salir lo antes posible para retomar mi vida normalmente, Dios mediante.
Como persona de fe, estoy seguro que así será. Tengo en claro que finalmente todo viene de Dios y aún cuando pensemos que en algún momento nos abandona, no es así. Él permanece a nuestro lado, tal como ocurrió conmigo el día de mi percance poniendo a las personas indicadas para salvarme la vida.
Como al matador y médico Alfonso Simpson quien recibió una llamada del aficionado cusqueño Rado Bustamante quien timbró a mi teléfono y fue puesto al tanto por el equipo de emergencia que me asistía, alertándolo de mi situación. A su vez el matador, inmediatamente se comunicó con mi compañero de programa y colega Carlos Castillo, el que hizo lo propio con nuestro amigo en común Rafael Oliart.
Lo cierto es que ya asistido en una Sala de Emergencias, familiares, amigos y gente cercana aguardaban los informes médicos sobre mi situación. Así también, una vez corrida la voz, fueron muchas otras personas con las que incluso sostuve más de un puyazo o crucé palos o me enemisté, las que me hicieron saber su preocupación e interés por mi situación.
Mis familiares más cercanos —mi única hermana sin pensarlo cogió ese mismo día un vuelo desde EE. UU. donde reside—, la gente que quiero de toda la vida, en fin, mi familia más allegada, todos se movilizaron de inmediato. Recordar la angustia reflejada en sus rostros me apena inmensamente.
Hacer un listado de todos cuantos desde un inicio se preocuparon por mi estado clínico, sería interminable y no quisiera caer en la arbitrariedad del olvido dejando de mencionar a alguno.
Por ello comencé interpretando lo a mi ocurrido bajo la ligazón de la frase del doctor Hernández. Evidentemente yo no soy torero pero fue un diestro, médico además, quien circunstancialmente contestó mi teléfono y pudo activarse el aviso a mis familiares y gente conocida.
Segunda disyuntiva: la que compromete mi fe: al no entender el “¿por qué a mí?”. Siendo que hasta hace apenas poco más de tres semanas atrás me encontraba de vacaciones fuera del Perú, sin el menor atisbo de que algo en mi estado de salud se alteraría, resultan inevitables las preguntas, los cuestionamientos y las tribulaciones. Aparentemente yo era un tipo que lucía bien y saludable. Me sentía bien.
Hasta que de un momento a otro ¡zaz! de súbito cambió todo. Cambiaron muchas cosas. El drama, la angustia y la incertidumbre afloraron como realidades insondables. Entonces Surgió la interrogante: ¿por qué a mí? Y es allí, que de pronto buscas respuestas y la ansiedad por hallarlas te agobia. Pero te sobrepones y recuerdas de lo otro, de todo aquello bueno con que la vida y Dios te han bendecido. Recuerdas que Él no es un Dios castigador, y que todo cuanto suceda viene de Él. Incluso ponerte a prueba en el pecado como decía San Agustín.
Nuestro Señor nos promete cosas buenas para quienes le amamos porque nos quiere victoriosos: “Por medio de ÉL que nos ama somos más que vencedores”. (Romanos)
Digo que en lo personal cambiaron muchas cosas, enfrentar tamaña miurada y pasar al hule te hacen reflexionar decididamente. Haber sido depositario de tantas muestras de empatía, aprecio y preocupación inesperadas, te sobrepasa y abruma. Experimentas un conflicto cartesiano entre buscar respuestas en la razón de los hechos y del por qué se sucedieron. Sin comprender que existe detrás de todo algo mucho más poderoso que predestina tu vida.
Me ilusiona recuperarme pronto para cumplir con mis compromisos taurinos, empezar de una vez la nueva temporada de Puerta Grande con Carlos y nuestro equipo. No sé si alcance tanto como para realizar aquel viaje ya programado con antelación —y enorme ilusión— a España este próximo mayo, el cual estaba totalmente organizado. Con entradas y acreditaciones en la mano para el 25 en Madrid ilusionado de ver al famoso ídolo paisano nuestro. En todo caso, los médicos y Dios ordenarán.
Rescato y me conmueve profundamente el hecho de que desde el primer instante de correrse la voz sobre lo que me pasaba, innumerables amigos y conocidos; taurinos, compañeros de estudios, amigos en general, y, por supuesto, a mis estimados compañeros de la familia de TorosenelMundo; todos los cuales hacían llamadas o dejaban mensajes de aliento. Y lo más sorprendente, de parte incluso de personas con las que intercambié más de un puyazo o crucé palos, o ligué enemistad ahora felizmente resarcida.
Esas personas me han dado una lección indeleble de la que no me siento a la altura. Mostraron conmigo un fondo de nobleza bárbaro. A todos ellos pido perdón por si acaso les haya causado más de una incomodidad o mortificación. Ahora, pasados ya varios días recapacito en lo que esta experiencia de vida —y hasta diría de renacer— van marcando en mi apreciación individual de ver y tomarme las cosas. Incluso de aquellas más banales y cotidianas pero sin duda no exentas de valor. Como la amistad.
Para remarcarlo, me quedo con el genial poeta norteamericano, Walt Whitman cuando recrea estos versos suyos que hoy hago míos: “Estoy enamorado de mí mismo. Hay muchas cosas en mí y todas son deliciosas. Cada momento, suceda lo que suceda, me excita y me alegra. No puedo decirte cómo se doblan mis tobillos ni la causa de mi más tenue deseo, ni la razón de la amistad que irradio, ni la razón de la amistad que recobro…”
Gracias a la enorme generosidad de nuestro Director, apareció aquí en nuestro maravilloso Portal una nota suya dando cuenta del resultado inmediato de la intervención a la que fui sometido con éxito. La nota se acompañaba de imágenes que el buen Pepe hábilmente se había procurado de parte de mis familiares. Al verla me sentí extraño, debo confesarlo. Es regla entre nosotros que ejercemos este oficio el no ser los protagonistas de la noticia. Aún cuando dicho aserto refiera más al modo de cómo abordamos a un entrevistado o perfilemos un reportaje. Igual, raro es leerse sobre sí mismo.
Renovado en mi fe y enormemente agradecido por las muestras de afecto y aprecio, tengo la convicción de salir adelante. Darle batalla a lo que venga enrazado bajo esa fuerza alentadora de la amistad prodigada que se suma a mantener una fe inquebrantable.
Los pronósticos médicos son alentadores y solo queda cruzarse, desplegar la flámula y arrimarse todo cuanto haya que ser. Aún esperan en chiqueros un sexto y el sobrero. Vamos a por ellos.
Empero, la lección ha sido única: Cambió por ejemplo mi modo de hacerme juicios y prejuicios sobre los demás. Ser más tolerante con quienes pueda discrepar y, sobre todo, no guardar rencores para con nadie. Bendecir y no maldecir es la gran lección aprendida. Vivir en armonía nos dará sosiego y si esa armonía también la sabemos trasladar a nuestro mundillo taurino, ayudaremos a que las cosas por dentro suyo, mejoren.
De momento, mayo y Madrid tendrán que esperar, aunque quién sabe. Vamos, que las prisas son para los ladrones y los malos toreros. Juncal dixit.
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- Les recordamos que el calendario de los festejos de los TorosenelMundo, lo hallarán aquí en nuestra sección de Calendario
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