Opinion

Desde el palco de Miguel Redondo… Conrado ya descansa en las dehesas del cielo

En aquellos años 40 y 50, muchos querían ser toreros huyendo de la escasez y de la miseria, buscando una vida mejor, Conrado Abad nació en un pueblecito de León Castrocontrigo, aunque no tardó en trasladarse con su familia a la localidad zamorana de Molezuelas de Carballeda una aldea zamorana de apenas 70 habitantes.

Su cabeza soñaba con ser torero y se marchó de su casa con apenas 16 años en busca de un sueño, ser torero, aunque fue duro para él dejar a su madre y emprender una aventura que duró toda la vida.

Sus primeras andanzas le llevaron hacia el sur de España, para tomar su primer contacto con los toros, por aquellas capeas, porque Conrado siempre fue un torero del pueblo, admirado y reconocido por quienes se asomaron aquellas tardes de tragedia. El Eterno Maletilla logró torear en la plaza de Vistalegre, en Bilbao.

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La capea de los meses de primavera y verano fueron para Conrado un modo de vida. A mediados de los años cuarenta, llegó a Salamanca tierra de dehesas y con multitud de fiestas populares con el toro como único protagonista en los palenques y en las calles, donde en aquella época estaba plagada de soñadores de gloria, que, como Conrado se quitaban el hambre, intentando dar unos muletazos frente al toro, para luego pasar el guante y conseguir unas perras, durmiendo en pajares y comiendo lo que podían para reponer fuerzas y continuar su peregrinar rumbo al siguiente pueblo donde en la fiesta tenían al toro, como único protagonista.

Muchos soñadores, dejaron su vida en las improvisadas plazas del pueblo, entre palos y remolques. Pocos llegaron alcanzar el sueño de torear ante un público anunciados en un cartel. Conrado se hizo un sitio entre la multitud de chavales que querían salir al toro, su filosofía de vida, su honradez y afición le dieron el título de maestro de la vida y filosofo de la sociedad, donde demostró que se puede vivir con poco y tener el respeto y la admiración de todos, así fue Conrado un Profeta en tierra lejana.

Más de setenta años en Ciudad Rodrigo, donde ostentaba el título del Eterno Maletilla, El Carnaval del Toro fue fiel testigo de muchas faenas, improvisadas ante toros avisados, resabiados y pregonados que tuvo que lidiar, unos Carnavales del Toro sin Conrado no eran Carnavales. El viejo maletilla vivió en una furgoneta durante setenta años.

El fue un héroe que salió del anonimato y se convirtió en un personaje reconocido en todo el orbe taurino. Conrado recibió muchas cornadas, algunas de ellas graves, era un hombre curtido por el sol y el frio. Su prodigiosa cabeza, no dejó a nadie indiferente.

El pasado sábado con 98 años recién cumplidos hizo su último paseíllo a la eternidad, dejando un legado de vivencias y anécdotas, por que la fiesta nace y muere en el pueblo.

Descansa en Paz el Eterno Maletilla, Conrado Abad Gullón.

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