Opinion

En el tintero del Abogado Pérez-Palma… Una plaza, dos historias, un destino; la vida

Vivimos cada instante, cada momento, sin medir tiempo y consecuencias, disfrutamos los momentos y atesoramos recuerdos, así de fácil camina la vida. Y camina cada tarde de toros, en toda plaza, en cada ruedo hay vida, muerte y eso a lo que llamamos milagros.

Que Dios reparta suerte, una expresión llena de fe, esperanza, triunfo, vida, así uno de tantos rituales en una tarde de toros. El sorteo de los toros que se celebra la misma tarde de la corrida: Que dios repara suerte es poner en manos divinas la vida.

Tiempos y momentos diferentes que tendrían en común un matador, un torilero y la Plaza de toros Mérida, la de Yucatán, más allá de una tarde de toros, habrá algo que los una: La historia de Rafael Gil Rafaelillo y Jorge Carlos May Ornelas, una historia de vida, una historia de renacimiento.

Un encuentro con sabor a vida, historias, más allá de la ciencia médica, historias que solo la fe y los milagros nos permiten enterarnos, simplemente con la vida misma, sin más.

Fue el 15 de mayo del año 1977, Rafael Gil Rafaelillo, llegó esa tarde al Coso de Reforma con sangre de su natal Tijuana, “… literal vi pasar mi vida, hasta el punto de llegar a una total oscuridad”, así lo externo el propio Rafaelillo, al salir con vida en su encuentro con Cariñoso, un toro de Santo Domingo que la partió la femoral y la safena.

Así se leyó en aquellos ayeres el parte médico:

 “Herida por cuerno de toro en el Triángulo de Scarpa con dirección posterosuperior de diez centímetros que destrozó la arteria femoral, seccionándola totalmente, con pérdida de substancia de la misma de unos seis centímetros. Pronóstico: muy grave”.

Agregaron los médicos que en el coso le introdujeron gasa y le presionaron fuerte para contener la hemorragia y confirmaron que el paro cardíaco duró entre un minuto y minuto y medio.

Morí en la Mérida y volví a vivir con la sangre de los yucatecos. Y por las manos del doctor Sauma”.

Así de frágil la vida y el encuentro con la muerte, sin avisos. El último gitano de la fiesta, tuvo la oportunidad de seguir caminando por los ruedos, para continuar dejando, además de su legado como torero, una crónica de vida.

En el año 2017 un domingo de tarde de toros un día 29, marcó la vida de Jorge Carlos May Ornelas, torilero ya en retiro de la Plaza Mérida.

Poeta de la ganadería Xajay, literalmente escribió una historia de vida y el encuentro con la muerte.

Recuerdo la tarde del veintinueve de enero del dos mil diecisiete, los cinco minutos más largos de mi vida, los cinco minutos a merced de ‘Poeta’, el número once de la ganadería de Xajay de 515 kilos”.

Ese toro ya venía muy corraleado. A ese toro lo cargaron en los corrales de la Plaza México, no salió de la ganadería, y ya sabía romper puertas para salirse y así comenzó todo“.

Hecho que ocurrió en los corrales. Jorge solo quiso ayudar y sucedió, “… Poeta fue directo y me empitonó en el burladero, me sacó de ahí con cinco cornadas, una de ellas me rompió el tórax y toco el pulmón y estuvo a centímetros de romperme el corazón, otro paso a milímetros de la femoral.

Después de larga espera el Doctor Luis Alberto Navarrete Jaimes manifiestpo que fue un milagro. Salvó la vida“.

La plaza Mérida testigo, de vida del último Gitano y El May, que en caminos que solamente la tauromaquia los unió en destino en una historia de fe y milagros, torero y torilero lidiaron su vida en una plaza, uno en el ruedo y otro en los corrales, embestidos por un astado que a cada uno le marco la vida de forma semejante: Cariñoso y Poeta mostraron la tragedia de la muerte y el milagro de la vida en una plaza de toros.

Un reencuentro de vida, de renacimiento, Rafaelillo y Jorge vivieron sin saber que el destino los uniría en una historia, vivieron tiempos y circunstancias diferentes y distantes, quizá en un momento sin saber de la existencia del otro, y años y circunstancias hacen que el destino los uniera.

El pasado domingo 23 de octubre la Plaza Mérida los reunió de nuevo, y los puso en el lugar donde la vida les dio una segunda oportunidad, el sitio en donde el milagro sucedió, y en un abrazo fraterno y de vida ambos coinciden al decir:

¡Que dios reparte suerte!

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@ALBERTO_SERFIN

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