Crónicas

En Albacete… Puerta Grande para Manuel Caballero en medio de un decepcionante encierro

Albacete. Domingo 12 de junio, 2022. Tradicional Corrida de Asprona. Cerca de tres cuartos de plaza. Se lidiaron cuatro toros y dos novillos (3º y 6º) de Daniel Ruiz, absolutamente decepcionantes. Mansos, descastados e inválidos como el cuarto; no pelearon en caballos en donde se dedicaba a defenderse para quitarse la vara, o quedaban a dormir en el peto. Una vergüenza sin tasa ni medida.

Morante de la Puebla: Silencio y oreja con petición de la segunda tras aviso.

Paco Ureña: Oreja tras aviso y ovación

El novillero Manuel Caballero: Ovación y dos orejas

Detalles:

El novillero Manuel Caballero salió por la puerta grande.

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Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Abraham Lincoln

  • Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.

Justamente en esa frase pensaba cuando veía, salir a los mansos toros del decepcionante encierro que envió Daniel Ruiz, sobretodo, cuando veía cómo se pasaba al inválido en lo que apenas y fueron cuartitos de pase.

¡Qué escena tan más vergonzosa!

¡Qué decepcionante encierro de Daniel Ruiz!

¡Sí!

¡Qué decepcionante encierro y qué vergonzosa escena!

Un muro casi infranqueable de mansedumbre, de descastamiento, de invalidez.

En el contexto que vivimos con tantos ataques al arte del toreo, seguir con estas miserias taurinas y que además la prensa corrupta no sólo las apoye sino que las aplauda e intente engañar a la buena fe del respetable, resulta totalmente indignante.

El jovencito Manuel Caballero hijo, salió por la puerta grande merced a tu tenacidad, a no desilusionarse ante los animalillos que tuvo de exasperante mansedumbre y con los que dejó muestra inequívoca de sus plausibles cualidades.

Con su primero desde que salió se ciñó con el capote con firmeza, apareciendo incluso hasta fregonas (Luis Freg su creador) que resultaron impecables. Con la muleta pisó los terrenos del novillo para obligarle a acudir a su engaño, dejando series de calidad que anunciaron el buen novillero en el que se puede consolidar. La espada estuvo desatinada y todo quedó en una ovación desde el tercio.

Con su segundo -sexto del festejo-, todavía peor estuvo la mansedumbre y el descastamiento del novillejo que tuvo Manuel. No claudicó el joven Caballero, quien se fue a más y extrajo series impensables que volvieron hablar muy bien de su capacidad para estructurar una buena faena en medio de la adversidad. La estocada fue certera y mortífera, por lo que el público en su conjunto exigió dos orejas.

Hay un sólido futuro en el joven Caballero.

Paco Ureña, ha estado en su sitio de honradez y apasionada entrega. No se vino nunca a menos a pesar de que sus toros estaba justamente ahí en mucho menos. Mansos, descastados, deslucidos y se impuso al reto que le impuso el destino.

Sí, sobretodo con su primero al que el propio Paco, le extrajo interesante faena por ambas manos lo que cautivó al público, ya que parecía no habría algo qué hacer. Con la derecha se dio gusto y dejó lo de mayor importancia. Tras dos pinchazos y una entera recogió una oreja, porque así le ordenó unánimemente el público a la Señora Presidenta.

Lo inaudito

Reitero estamos en un momento que muchos decidieron atacar a la Fiesta porque la percibieron frágil, vulnerable y es el momento de responder con toda la luminosa verdad que sustenta la liturgia en el rito, a través del toro bravo y encastado.

Sí, pero esto no lo entiende… ni entenderá, Morante, quien seguirá con toros mansos, bobalicones y decepcionantemente inválidos.

Con su primero poca cosa pudo hacer, un torillo de poca estampa con el que algún detalle que no fue tampoco algo relevante dejó, a pesar de que cierto sector del público reunido le festejó.

Lo más inaudito -si cabe- fue con el cuarto, su segundo. Al inicio el torete salió de toriles con muchas “patas”; esto es con velocidad, que no pudo atemperar ni controlar, Morante, quien viéndose en apuros ante su incompetencia, tuvo que ser auxiliado con varios capotes desde el callejón.

Mal, muy mal.

El torillo después de quedarse dormido en lo que fue un simulacro de suerte de varas, al salir del encuentro con el caballo y seguir a un capote, enterró en la arena sus cuernos provocando que se diera un soberano guantazo, no dio la vuelta de campana, simplemente se derrumbó.

Como pudo el astado acudió a las banderillas en donde se acabó el suspiro de fuerza que tenía y su invalidez se manifestó totalmente en el tercio de la muleta.

Ahí -en la muleta- se produjo la escena más vergonzosa, más inadmisible, que en nada ayuda a la tauromaquia en estos tiempos de ataques, ya que el torillo, apenas y podía moverse y Morante simuló torearlo.

Sí, simuló porque se dedicó a aprovechar en menos que cuartitos de pase el poco andar que tenía el debilucho bovino; claro haciendo sus estridentes poses, las que a los que amamos la verdad del arte del toreo producían el sonoro repruebo.

Si algún supuesto antitaurino hubiera visto esta deprimente escena, el propio Morante le habría dado pie a que siguiera con su ataque contra la tauromaquia.

En esa escena cabían todos los cuestionamientos:

¿No que la tauromaquia es enfrentar con gallardía, valor inquebrantable, como un héroe a un toro bravo, encastado, poderoso?

¿No que la creación viene de aquel héroe que tras dominar al poderoso toro, se transforma en artista y crea intensos momentos escultóricos?

Así debería ser, porque el arte presupone verdad… y si esa verdad no existe, tampoco existe el arte.

Porque lo que hacía Morante era pasarse a un animalillo inválido, que apenas y podía estar en pie; y por más que se buscaba afanosamente a ese toro poderoso no se hallaba por ninguna parte. Sólo se veía en el lamentable panorama, a una especie de indefenso bovino merced a su mansedumbre, descastamiento e invalidez.

Después de habilidosa estocada, Morante, tuvo que dejar dos descabellos y aún así, el bondadoso público le regaló una muy devaluada orejilla.

Sí, muy devaluada, porque en donde no hay verdad sólo habita la falsedad.

¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!

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Fotografía de portada: La Cerca

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@PERIODISTAURINO  

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