Crónicas

En Sevilla… ¡Por fin! En medio de tanta mansedumbre hubo un toro bravo

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Viernes 29 de Abril, 2022. Lleno. Toros de Jandilla y Vegahermosa, justos de presentación, mansos los cinco primeros. El primero fue representante de la docilidad borreguna. El sexto de Jandilla peleó en varas y fue con bravura, casta y codicia a los engaños.

Morante de la Puebla: Ovación tras leve petición y aviso y silencio tras aviso.

Diego Urdiales: Silencio y ovación.

José María Manzanares: Ovación y oreja.

Detalles:

Daniel Duarte y Mambrú saludaron en banderillas y Paco María destacó a caballo.

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  • Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.
Un toro bravo

¡Sí!, un toro bravo.

En medio de tanta mansedumbre que asfixia a la tauromaquia, apareció en sexto lugar este viernes 29 de Abril en Sevilla… un toro bravo. Un bien escaso, muy escaso en un arte que debería de ser la bravura, la parte fundamental.

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Desde que salió su encastada bravura se adueñó del escenario, creciendo en dimensión, cuando José María Manzanares le saludó con el capote, produciendo cadenciosas verónicas que mostraron la codicia del toro y la consecuente explosión de sentimientos ante lo expuesto que estuvo inmerso en la armonía.

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Salieron los caballos y lo que se había presagiado se hizo realidad, el toro acudió de largo metió la cabeza abajo del peto, empujó con fuerza y fiereza pelando con firmeza y entonces…

… entonces nos recordó que la bravura ahí esta, que sí existe a pesar de que los figurines trataron de erradicarla insistentemente por más de 30 años, para conformar a un toro dócil, borreguno y así ofrecer un espectáculo en donde las faenas “bonitas” vacías, frívolas e intrascendentes fueran lo predecible e insustancial.

La casta y la bravura aparecen en donde fueron menoscabadas.

Cosas veredes.

Manzanares citó a Zafia, que así se llamó el toro, el toro bravo, se arrancó con fuerza inaudita y fue peleando con codicia a su muleta que iba con velocidad de vértigo, faltando que el torero atemperara todavía más a la poderosa embestida.

¡Qué dos primeras series con la derecha!

La emoción que proporcionan la casta y la bravura resultan casi inenarrables, tanto que más que la interpretación es la acción lo que lo demostró todo, cuando vibraron con fuerza los tendidos sevillanos.

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El toro bravo… el auténtico toro bravo iba peleando pero le faltó algo más al torero, que si bien estuvo correcto era para estar desquiciado con la creación.

Tanto entusiasmo causaron esas series que el público advirtió con estentóreo entusiasmo el inenarrable placer de ver la casi inexistente bravura que por aras del destino ahí habitaron esta tarde.

Manzanares intentó por el lado natural, pero no pudo apaciguar el incontenible poder del toro por ese lado, por lo que regresó con la derecha y mientras el toro ahí estaba esperando, con el hocico cerrado, el torero volvió a citar para concretar una serie correcta, medida, mientras el toro transmitía todo eso y mucho más, que sólo puede otorgar la bravura.

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Lamentablemente, le cambió los terrenos, se fue José Mari cerca de tablas y de ahí todo se convirtió en un anécdota simplista lo que había sido, en los medios, el recuerdo glorioso de la encastada bravura de noble embestir.

Al encuentro, dejó un pinchazo hondo que fue suficiente para que claudicara el toro.

No, no hubo un homenaje a la bravura, los presidentes en su infinita ignorancia sólo rinden tributo a la mansedumbre bobalicona… vueltas al ruedo e indultos, que nada aportan para la grandeza del arte del toreo.

José María Manzanares cortó una oreja, eso está bien, pero mejor ha sido la experiencia de haber recordado que la casta y la bravura, aunque muy escasa en estos tiempos, aún está incluso en las ganaderías comerciales; lo que demuestra que todavía pueden remontar.

Mmm…

… no hubo homenaje para ese gran toro, incluso se trató de minimizarle como si hubiera sido un pecado su presencia; no obstante, deposito mi sombrero a su memoria, como homenaje por haber recordado que la bravura, sí existe. 

Manzanares con su primero había dejado reminiscencias de buen toreo, él es un muy buen torero que se desperdicia con las ganaderías comerciales.

Impactó gratamente, con ese tercero del festejo, desde con esos lances cadenciosos, como en la faena con un toro, que, si bien pudo resentirse cuando Morante hizo el quite y le aventó el capote hacia arriba acentuando el molesto defecto de no humillar. José Marí le condujo hacia el buen camino con doblones de inicio para bajar la cara y trazando plausibles series con ambas manos. 

La sonata de Diego Urdiales

Diego Urdiales, un auténtico artista, había escrito con su primero -segundo del festejo- hermosas verónicas aguantando y una faena de paciencia lidiadora al debilucho que tuvo frente a él, al que el público exigió cambiarlo por la evidente invalidez y que lo evitó la insensible autoridad.

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Con su segundo -quinto del festejo- ha toreado como si estuviera interpretando una mágica sonata. Con la capa los lances fueron tan bellos que iluminaron al redondel. La faena de muleta fue el regocijo espiritual, suave, rítmica y armónica. La creación digna de un artista que pareció no se entendió en toda su mágica dimensión.

El show de Morante

Se volvió a presentar, Morante de la Puebla, en la tradicional Feria de Sevilla tras su estentóreo fracaso con los juampedros. Y para variar más del encaste Domecq. Si algunas verónicas que cualquier prometedor novillero ahora mismo las hace mejor. Pero con eso de que le inventaron hace años el sambenito de que es supuestamente artista, hubo cierto susurro en los tendidos.

Un torillo debilucho que no peleó en el caballo. Y una faena cumplidora que se asemejó a esas que les llaman bonitas, para las que se necesita el toro dócil, sumiso, que va con bondad franciscana a la muleta de su torero.

Hubo petición de oreja tras claudicar el toro, pues sí, pero nada que hubiera convulsionado a la tauromaquia.

Con su segundo, un toro complicado y con genio, que requería tener frente a un torero con mando, poder y aguante, no le pudo hacer nada.

Tuvo la feliz ocurrencia de inventar que el toro estaba ciego, pero el toro iba bien a los engaños, fue bien al caballo en donde se defendió. 

¿No se habrá deslumbrado el toro por esas horrenda medias blancas que portó el torero de la Puebla del Río?

Al final, Morante, inundó de vulgares trapazos para aliviarse y dejar un horrendo metisaca, un pinchazo, escuchar un aviso y asestar dos descabellos. Y se tendrá que seguir viendo en este serial sevillano.

¡Dios líbranos de las injusticias!

Alguien por ahí dijo por ahí, que, según, Morante al ver al bravísimo toro que hizo sexto exclamó al ganadero “… que esto no, esto no”. Habrá sido verdad o mentira, por algo se comentó entre los aficionados.

¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!

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@PERIODISTAURINO  

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