En Sevilla… La Fiesta ficticia
Rea Maestranza de Caballería de Sevilla. Lleno de no hay billetes porque se presentó Andrés Roca Rey. Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, indignos para la verdad del arte del toreo; disparejamente presentados, más bien muy justitos, mansos, de embestida borreguna, que nada tiene que ver con la verdad que otorga con luminosa grandeza el toro bravo y encastado.
Morante de la Puebla: Silencio y dos orejas.
Juan Ortega: Ovación y ovación.
Andrés Roca Rey: Aplausos y aplausos.
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En algún momento tienes que elegir entre la vida y la ficción. Las dos están muy cerca, pero nunca se están tocando realmente”.
Durante los últimos 30 años a la vera de todos los llamados figurines la Fiesta comenzó alejarse de la realidad al hacer del toro bravo y encastado una caricatura que comenzó a devaluarse como si fuera una ovejita temerosa, para no sofocar ni agobiar a sus toreros. Algunos ganaderos claudicaron en la verdad y siguieron el mundo ficticio del supuesto “toro artista” inventado por Juan Pedro Domecq que fue llevando al arte del toreo a una simulación en un mundo de fantasía.
Entonces la Fiesta gozaba de cabal salud, las plazas de todos los países taurinos se llenaban y era una maravilla ver que hablar de la Tauromaquia era sinónimo de realidad.
Los intelectuales, hombres de cultura, integrantes de las bellas artes acudían un día sí y otro también, hasta que paulatina pero sistemáticamente comenzó a desaparecer la verdad en el ruedo, y sólo había faenas de esas que se llaman “bonitas”, pero que carecen de contenido.
Al no haber verdad los paladines de engaño comenzaron a asilar a la Fiesta en una isla en donde trataban de convencer a la poca gente que iba quedando, que esas faenas supuestamente bonitas eran grandilocuentes.
Ficticias.
Qué grave error cometieron entonces y qué grave error siguen cometiendo los que intentan continuar imponiendo el engaño como verdad.
El arte presupone verdad, honestidad, si no existen estas cualidades fundamentales simplemente el arte no existe… y lo demás es lo de menos.
En la tauromaquia esa verdad está representada por el toro bravo y encastado, de noble embestir, porque la nobleza es inherente a la bravura; la bobaliconería es parte de la mansedumbre.
¿Cómo se puede decir que un torero tienen genialidad si a todos los que le están viendo no les está cumpliendo con la verdad?
Si lo único que está realizando en el redondel es una simulación de algo que alguna vez tuvo grandeza.
Sí, este festejo nuevamente se inventó que Morante con un animalillo tontuelo de Juan Pedro Domecq hacía supuestamente arte, pero eso…
… eso es la parte ficticia, la realidad exclama que no puede haber verdad en la fanasía de parodiar con un bovino que sólo muestra las miserias de la Fiesta.
Las falsas poses sólo provocan una ilusión y conducen a lo ficticio pero eso no es la realidad.
Sevilla para los sevillanos, podría ser, pero no para todos, porque sí existen buenos aficionados que sí conocer de la verdad y no festejan la engañifa.
Tan pronto se abrió de capa Morante con su primero un debilucho que al final tuvo que ser devuelto, dejó feas en verdad feas verónicas que en otros toreros hubiera sido reclamado en Morante fue aceptado. Luego salió un toro protestón con el que no pudo hacer nada, y aunque aparecieron ciertos olés ficticios -como si tuvieran que aparecer porque así está escrito-, la realidad mostró que fue un océano interminable de trapazos, siendo todos alcanzados. Dos pinchazos, media habilidosa y un descabello.
Con su segundo hizo lo que llamó la prensa corrupta… una faena de arte, pero de eso nada.
Recibió Morante al cuarto, de hinojos con horrendas, en verdad horrendas tijerillas de hinojos, que recordaba más al bombero torero o a cualquier torero cómico menos a un torero responsable y de gran nivel. Luego aparecieron las verónicas siendo todas alcanzadas y resultando por evidente conclusión un insulto a lo apolíneo.
Donde apareció el buen gusto fue en un breve pero sustancioso quite por verónicas y una media de Juan Ortega.
Con la tela roja inició conduciendo el torero con pases por abajo al bovino, para dar paso a una faena como muchas que no pasarán a la historia, y aunque fue muy aplaudida, porque fue muy aplaudida, eso no significa que fuera la construcción de la fina arquitectura del toreo, por lo contrario. Además se tuvo que soportar a un toro debilucho que fastidió mucho por la imparable mansedumbre a la que se ha sometido en Sevilla por insistir en el encaste comercial Domecq.
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Aparecieron unos naturales pulcros y fue cogido porque se confió en demasía. Se incorporó en medio de un público sensibilizado por el hecho, para dejar otra serie con la derecha. Dejó habilidosa estocada y el noble público sevillano le obsequió dos orejas que da testimonio a lo ficticio pero que la realidad no avala.
Roca Rey volvió a llenar la plaza de gente pero su toreo a pesar de que puede con todos los toros se vuelve ya predecible, el misterio que debe tener todo artista se diluye, porque, Andrés, se está encasillando en lo ficticio merced a estar ya inmerso en el encaste comercial Domecq.
Nunca voy a dejar de reconocer que es un torero de los que nace cada 100 años ni mucho menos que su inobjetable mérito fue convencer a todos los públicos de su indiscutible valía, por lo que en la severa crisis que vive la Fiesta, cuando el público había abandonado los cosos, Andrés Roca Rey los volvió a llenar dejando gente afuera.
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No obstante, como todo si no se sigue la línea de la verdad enfrentando a todos los toros para darle mayor grandeza a su toreo puede quedar todo en las buenas intenciones y sería una gran pena porque la Fiesta entonces podría caer estrepitosamente al olvido.
Sí sus toros de Andrés, no valieron nada y él hizo todo, pero hace falta mucho más para conmover; porque el arte no es un mero divertimento sino el halago al espíritu que lo conmueve para trascender.
Juan Ortega es un torero interesante porque en él, sí habita el arte, con la naturalidad como elemento fundamental para que pueda existir la creación. Dos faenas correctas pero que no alcanzaron mayor nivel por la falta de la esencia del arte del toreo… casta y bravura.
Ante este lamentable, muy lamentable contexto la Fiesta que puede ir a más en su reencuentro con el público tras la pandemia, puede provocar la debacle porque lo ficticio no existe sólo en las mentes complacientes que no quiere reconocer la realidad.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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