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En Albacete… Miguel Ángel Perera se lleva la única oreja de la tarde

Albacete. Segunda de la Feria de la Virgen de los Llanos. Se lidiaron toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (1° y 6°). Tres cuartos de entrada, dentro del aforo permitido por la pandemia.

Diego Urdiales: Ovación y leves palmas.

Miguel Ángel Perera: Ovación y oreja.

Ginés Marín: Ovación tras aviso y ovación.

Detalles:

Se demonteró Javier Ambel ante el segundo.

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Pudo hoy Miguel Ángel Perera pegar uno de los grandes aldabonazos de su temporada en Albacete. Una plaza de segunda donde se lidia el toro de primera, como demostró la corrida de Victoriano del Río, de hechuras impecables. Cerca, muy cerca estuvo el extremeño de abrochar su tarde con tres orejas, pero la espada le privó de las dos que le tenía cortadas a su primero, que fue un toro excelente. Y la respuesta del extremeño, cumbre. Un hermoso pulso de poder y entrega el librado entre la bravura enclasada del astado y el magisterio preñado de eco por tanta hondura del diestro, que cuajó de principio a fin a su oponente. Faena rotunda por ambos pitones, perfecta. Intensa en todos sus tiempos, sin tregua alguna.

Si más exigía Miguel Ángel desde donde embrocaba los muletazos hasta donde los soltaba, con más entrega respondía el animal, que se iba tras los vuelos como si éstos no tuvieran fin. Y si más mando pedía el toro para que su bravura no desarbolara, más le podía por abajo y despacio Perera en tandas compactas y ligadas de una belleza total. Tras la exhibición de poder en las distancias de las larguras, vino otra en las cercanías. En esos terrenos que, por sentido común, son del toro, pero donde se impone el hombre. Se rompió por luquesinas, pasándose una y otra vez al de Victoriano del Río por la faja sin rectificación alguna, con las plantas ancladas al ruedo manchego, con una seguridad y una firmeza apabullantes. Semejante conjunto merecía una rúbrica al mismo nivel, pero dos pinchazos previos a la estocada final frustraron el fin de fiesta. Con todo, una vez más, un año más, Albacete reconoció con sinceridad y unanimidad la faena que Miguel Ángel Perera le acababa de brindar.

Sí pudo, en cambio, obtener un apéndice del segundo de su lote, un toro que fue noble pero que duró poco. Mientras lo hizo, lo cuajó también el pacense con la hondura que es marca de la casa, en series en redondo donde todos sumaban uno, interminables, como una espiral, con la franela haciendo las veces de un imán infalible y el torero apenas girando sobre sus talones para enroscarse una y otra vez la embestida del burel. Tanto le exigió, que éste no resistió mucho más y ya le costó responder al mando de Perera en el segundo tramo de la faena. Pero lo implacable de su sentido del temple le hizo extraer varias tandas al natural con el mérito de llevar más allá de lo que pudiera parecer el viaje del animal. Ahora sí, la espada entró al primer intento y Miguel Ángel se alzó con una oreja. Debieron ser tres para subrayar con justicia la rotundidad de su actuación hoy en Albacete.

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