En la Opinión de Pepe Mata… Hace 250 años nació el inmenso genio universal Ludwig Van Beethoven
Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”: Ludwig Van Beethoven
- Pido disculpas a mis amables lectores, por no escribir, en este artículo, sobre tauromaquia, pero mi espíritu me exigía que hoy le dedicara mis modestas líneas a un personaje que he admirado desde mi temprana edad, acaso a los tres años ya era asiduo escucha de sus obras, y conforme fue pasando el tiempo me convertí en uno de sus más fervientes seguidores.
Hoy, 16 de diciembre pero de 1770 allá en Bonn, Alemania, en una casa muy modesta, nacía un niño que a la postre rompería el molde establecido en la música; le daría luz, poder, independencia en la creación y evolucionaría trasciendo en el universo… sí, el inmenso Ludwig Van Beethoven.
Conforme avanzaba en conocer su trágica, dramática vida y asimilaba como hallaba el equilibrio espiritual a través de la creación, entendía que los seres humanos no podemos limitarnos, no debemos limitarnos, porque el universo nos pertenece.
El inmenso Ludwig van, nace sin escuchar de un oído y conforme fue creciendo muy pronto, lamentablemente, el destino le lleva a la sordera total; su padre alcohólico, sifilítico, en fin, y su madre tuberculosa, le dejaron una herencia nada edificante que le dejó una salud limitada.
Desde niño escuchaba sus portentosas obras y mientras mi espíritu se inflamaba de tanta grandeza, me preguntaba insistentemente cómo una persona que apenas iniciaba su camino como compositor, sin escuchar, había podido iluminar a la humanidad.
Me resultaba increíble poder escuchar tanta grandeza, conmoverme y conocer al mismo tiempo, que quien había hecho esa magia de trasladar a nuestros espíritus al universo, nunca la conoció; porque Beethoven, nunca pudo escuchar su música.
Cuando acudía a mis clases de piano y se interpretaba la sonata Casi una fantasía como originalmente se llama Claro de Luna, la imaginación nos lleva al Beethoven enamorado, pero también decepcionado ante la incomprensión. Adagio sostenuto así escribió que se interpretara el primer movimiento, algo así como un lento y sostenido, ¡vaya inspiración!, y ahí…
… ahí, estaba la pasión descrita que hace subyugar y avasalla al espíritu ante un sentimiento demoledor, lo que hace contraste sobre todo con el tercer movimiento, en donde la ira impera por esa decepción y nos lleva a entender y comprender que Beethoven es el centro del universo como afirman los existencialistas al decir que:
“Cuando un artista crea es el centro del universo“.
No puedo hacer aquí un análisis del sentimiento que me provoca su luminosa obra, y sólo me permitiré compartirles algunas -muy pocas- experiencias concretas sobre lo edificante, aleccionador que es adentrarse en la obra de un genio inconmensurable, sobretodo cuando fui conociendo cada una de sus creaciones.
Esa Tercera Sinfonía que llamaría al inicio Napoleón, porque los ideales libertarios de Beethoven le llevaron a creer en Bonaparte, no obstante, tras ver coronarse como emperador de Francia a Napoleón Bonaparte, esos ideales también le llevaron a la decepción y a caer en cólera.
Así que con furia inaudita tachó el título hasta romper la hoja y exclamó “¡Ahora sólo… va a obedecer a su ambición, elevarse más alto que los demás, convertirse en un tirano!”.
Cuando salió a la luz pública la Tercera Sinfonía, ya llevaba el nombre de Eroica -Heroica en español-.
El primer movimiento es absolutamente genial es una especia de lucha indescriptible por conquistar el triunfo, la libertad misma; provoca que todos nos sintamos dispuestos a conquistar nuestros más caros anhelos. Y, qué decir de la Quinta Sinfonía, de la que según afirmaba Beethoven, “… así llama el destino a mi puerta“.
Tanto poder de sentimiento en toda su obra es implacable y nos hace trascender al infinito.
Con la Novena Sinfonía, el manejo de la disonancia nos conduce al reto de una creación inimaginable, los dos primeros movimientos de una fuerza avasalladora que encuentran la templanza de la paz espiritual con el tercer movimiento; para dar paso al cuarto que al inicio recapitula brevemente los tres movimientos que le anteceden para comenzar como un susurro a escucharse la notas del llamado Himno a la Alegría, inspirada en un poema de Friedrich von Schiller, que le dio una poderosa música con la que rompió todos los cánones exigibles en esa época.
Tras el tutis orquestal aparecen cuatro solistas… un bajo, un tenor, una soprano y una mezzosoprano.
El bajo con su portentosa voz da introducción y así comienzan a sucederse los solistas hasta que invaden mágicamente las voces del coro para al unísono cantar victoriosos el poema en medio de una luminosa música que arrebata al espíritu.
El 7 de mayo de 1824, día del estreno de la Novena Sinfonía -que no dirigió Beethoven- en el Kärntnertortheater de Viena, al finalizar mientras la gente le tributaba estruendosa ovación de pie al genio, quien aguardaba sentado en el escenario a un lado de la Filarmónica leyendo la partitura, tuvo que acercarse el director con el Maestro, para que volteara a ver los aplausos ya que no los podía escuchar; a lo que el genio tras incorporarse, respondió con una humilde reverencia.
Había cambiado el rumbo de la música.
Muchos desde los años setenta del siglo pasado, inventaron una letra comercial que no es ni remotamente el inspirador poema de Schiller, por ello, me permito poner íntegra la creación literaria, al que el propio Beethoven agregó un párrafo introductorio.
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Oda a la Alegría
¡Oh amigos, dejemos esos tonos!
¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!
¡Alegría! Alegría!
¡Alegría, hermoso destello de los dioses,
hija del Elíseo!
Ebrios de entusiasmo entramos,
diosa celestial, en tu santuario.
Tu hechizo une de nuevo
lo que la acerba costumbre había separado;
todos los hombres vuelven a ser hermanos
allí donde tu suave ala se posa.
Aquel a que la suerte ha concedido
una amistad verdadera,
quien haya conquistado a una hermosa mujer,
¡una su júbilo al nuestro!
Aún aquel que pueda llamar suya
siquiera a un alma sobre la tierra.
Más quien ni siquiera esto haya logrado,
¡que se aleje llorando de esta hermandad!
Todos beben de alegría
en el seno de la Naturaleza.
Los buenos, los malos,
siguen su camino de rosas.
Nos dio besos y vino,
y un amigo fiel hasta la muerte;
lujuria por la vida le fue concedida al gusano
y al querubín la contemplación de Dios.
¡Ante Dios!
Gozosos como vuelan sus soles
a través del formidable espacio celeste,
corred así, hermanos, por vuestro camino alegres
como el héroe hacia la victoria.
¡Abrazaos millones de criaturas!
¡Que un beso una al mundo entero!
Hermanos, sobre la bóveda estrellada
debe habitar un Padre amoroso.
¿Os postráis, millones de criaturas?
¿No presientes, oh mundo, a tu Creador?
Búscalo más arriba de la bóveda celeste
¡Sobre las estrellas ha de habitar!
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Sobre el testamento de Heiligenstadt
Al egregio Beethoven se le ha clasificado por su inconmensurable genialidad en su propia época dividida en tres períodos. Cabe hacer notar que en medio del primer y segundo períodos, Beethoven inmerso en la desesperación, en ese desesperante sufrimiento por no poder escuchar sus luminosas creaciones, escribió a sus hermanos el conmovedor testamento al que se le conoce como Testamento de Heiligenstadt.
Fue en Mayo de 1802 que por indicaciones del Doctor Johann Adam Schmidt, viaja a Heiligenstadt con el fin de tener un momento de descanso en medio de tanto dolor, ahí la naturaleza le hace ver las cosas con serenidad, y en un momento de reflexión escribe el 6 de Octubre de 1802 el desolador testamento:
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Para mis hermanos Carl y……. (Johann) van Beethoven:
¡Oh, hombres que me juzgáis malevolente, testarudo o misántropo! ¡Cuán equivocados estáis! Desde mi infancia, mi corazón y mi mente estuvieron inclinados hacia el tierno sentimiento de bondad, inclusive me encontré voluntarioso para realizar acciones generosas, pero, reflexionad que hace ya seis años en los que me he visto atacado por una dolencia incurable, agravada por médicos insensatos, estafado año tras año con la esperanza de una recuperación, y finalmente obligado a enfrentar el futuro una enfermedad crónica (cuya cura llevará años, o tal vez sea imposible);
… nacido con un temperamento ardiente y vivo, hasta inclusive susceptible a las distracciones de la sociedad, fui obligado temprano a aislarme, a vivir en soledad, cuando en algún momento traté de olvidar es, oh, cuán duramente fui forzado a reconocer la entonces doblemente realidad de mi sordera, y aun entonces, era imposible para mi, decirle a los hombre, habla mas fuerte!, grita!, porque estoy sordo.
Ah! Como era posible que yo admitiera tal flaqueza en un sentido que en mi debiera ser mas perfecto que en otros, un sentido que una vez poseí en la más alta perfección, una perfección tal como pocos en mi profesión disfrutan o han disfrutado –Oh, no puedo hacerlo, entonces perdonadme cuando me veáis retirarme cuando yo me mezclaría con vosotros con agrado…
… mi desgracia es doblemente dolorosa porque forzosamente ocasiona que sea incomprendido, para mi no puede existir la alegría de la compañía humana, ni los refinados diálogos, ni las mutuas confidencias, solo me puedo mezclar con la sociedad un poco cuando las más grandes necesidades me obligan a hacerlo.
Debo vivir como un exilado, si me acerco a la gente un ardiente terror se apodera de mi, un miedo de que puedo estar en peligro de que mi condición sea descubierta – así ha sido durante el año pasado que pasé en el campo, ordenado por mi inteligente médico a descansar mi oído tanto como fuera posible, en esto coincidiendo por mi natural disposición, aunque algunas veces quebré la regla, movido por mi instinto sociable, pero qué humillación, cuando alguien se paraba a mi lado y escuchaba una flauta a la distancia, y yo no escuchaba nada, o alguien escuchaba cantar a un pastor, y yo otra vez no escuchaba nada…
… estos incidentes me llevaron al borde de la desesperación, un poco más y hubiera puesto fin a mi vida – solo el arte me sostuvo, ah, parecía imposible dejar el mundo hasta haber producido todo lo que yo sentía que estaba llamado a producir, y entonces soporté esta existencia miserable –verdaderamente miserable, una naturaleza corporal hipersensible a la que un cambio inesperado puede lanzar del mejor al peor estado – Paciencia –.
Está dicho que ahora debo elegirla para que me guíe, así lo he hecho, espero que mi determinación permanecerá firme para soportar hasta que a las inexorables parcas les plazca cortar el hilo, tal vez mejoraré, tal vez no, estoy preparado.
Forzado ya a mis 28 años a volverme un filósofo, oh, no es fácil, y menos fácil para el artista que para otros – Ser Divino, Tu que miráis dentro de lo profundo de mi alma, Tu sabes, Tu sabes que el amor al prójimo y el deseo de hacer el bien, habitan allí. Oh, hombres, cuando algún día leáis estas palabras, pensad que habéis sido injustos conmigo, y dejad que se consuele el desventurado al descubrir que hubo alguien semejante a él, que a pesar de todos los obstáculos de la naturaleza, igualmente hizo todo lo que estuvo en sus manos para ser aceptado en la superior categoría de los artistas y los hombres dignos.
Ustedes, mis hermanos Carl y… tan pronto cuando este muerto, si el Dr. Schmidt aun vive, pídanle en mi nombre que describa mi enfermedad y guarden este documento con la historia de mi enfermedad de modo que en la medida de lo posible, al menos el mundo se reconcilie conmigo después de mi muerte.
Al mismo tiempo los declaro a los dos, como herederos de mi pequeña fortuna (si puede ser llamada de esa forma), divídanla justamente, acéptense y ayúdense uno al otro, cualquier mal que me hayáis hecho, lo sabéis, hace tiempo que fue olvidada.
A ti, hermano Carl te doy especialmente las gracias por el afecto que me has demostrado últimamente. Es mi deseo que vuestras vidas sean mejores y mas libres de preocupación que la mía, recomendad la virtud a vuestros hijos, esta sola puede dar felicidad, no el dinero, hablo por experiencia, solo fue la virtud que me sostuvo en el dolor, a esta y a mi arte solamente debo el hecho de no haber acabado mi vida con el suicidio –
Adiós, y quiéranse uno al otro – Agradezco a todos mis amigos, particularmente al Príncipe Lichnowsky y al Profesor Schmidt – Deseo que los instrumentos del Príncipe L, sean conservados por uno de ustedes, pero que no resulte una pelea de este hecho, si pueden serviros de mejor fin, véndanlos, me sentiré contento si puedo seros de ayuda desde la tumba – con alegría me acerco hacia la muerte – si esta llega antes de que tenga la oportunidad de mostrar todas mis capacidades artísticas…
… habrá llegado demasiado temprano, no obstante mi duro destino y probablemente desearé que hubiera llegado mas tarde – pero aun así estaré satisfecho, no me liberará entonces de mi interminable sufrimiento? Vengas cuando vengas, te recibiré con valor- Adiós y no me olvidéis completamente cuando esté muerto, merezco eso de ustedes, habiendo yo pensado en vida tantas veces acerca de cómo hacerlos felices, sedlo.
Heiglnstadt
Octubre 6, 1802
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Sus tres períodos
Muchos de los musicólogos han catalogado la creación de Beethoven en tres períodos: Clásico, Heroico y Tardío.
El primer período abarca las composiciones escritas hasta 1800, caracterizadas por seguir de cerca el modelo establecido por Mozart y Joseph Haydn, aunque ya se anuncia el rompimiento con ese molde creador y dar paso a su portentoso sello, como por ejemplo están, su primero y segundo piano concierto.
El segundo período va desde 1801 hasta 1814, aquí la luz radiante del genio de Bonn ya se adueñó totalmente de la evolución musical y así podemos escuchar la ópera Fidelio, sus ocho primeras sinfonías, sus tres últimos piano conciertos, así como el violín concierto del que también hizo transcripción para piano y orquesta.
El tercer período comprende de 1815 hasta su muerte el 26 de marzo de 1827, la consagración absoluta en la que rompe con todo y la música evoluciona a alturas insospechadas, inalcanzables, incluso, sigue aportando su proceso creador a muchos de los actuales músicos.
En este época conquista al universo por sus obras más innovadoras y personales, incomprendidas en su tiempo por la novedad de la expresión armónica y casi nada convencional, es cuando aparece en escena la Novena Sinfonía, la Missa Solemnis -de la que Tchaicovsky tras haberla escuchado expresó que “… no he escuchado una obra tan inspiradora y con tanto poder de sentimiento“-, así como los últimos cuartetos de cuerda, las sonatas para piano resultan arrebatadoras y pueden ser un auténtico concierto por sí solas.
En un momento de frustración al no poder escuchar lo que él componía en estridente conversación con Dios, exclamó:
“¡Por qué eres así conmigo! ¡Por qué me has dado este suplicio! ¡Si tu hablas con la humanidad a través de nosotros los artistas! ¡Tu hablas a través de mi arte!”.
El inmenso Beethoven no pudo escuchar la mayor parte de sus creaciones, sin embargo, es una verdad irrebatible que Dios se expresa a través de él cada vez que escuchamos su obra universal; y vivir esa inenarrable experiencia es como si estuviéramos hablando con Dios.
La esencia de tan inmenso artista trascendió al universo para continuar evolucionando el 26 de Marzo de 1827. Dios siga bendiciendo siempre al inconmensurable artista Ludwig Van Beethoven, quien nos dejó un legado que ilumina al universo.
¡Que así sea!
Ahora les dejo, maravillosos amigos, durante 24 horas escucharé como homenaje a este inmenso artista, parte de su majestuosa obra que nos conduce al éxtasis y a poder hablar con Dios.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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