El arcón de los recuerdos de Jaime Sierra… Y la afición a los toros sigue ahora con los nietos (Primera parte)

10 agosto 2020 Jaime Sierra

Y la vida sigue su curso, dice la sabia conseja popular, así es, Dios me regaló a una cuarta generación aficionados a los toros, mis nietos, que me han llenado de amor y fuerza en mi otoñal edad, y a los que tuve la oportunidad de guiar en sus inicios.

Les debo comentar que a mis nietos y nietas –salvo a los más pequeños- los he llevado a una plaza de toros, les he platicado la historia taurina de la familia, para unos ha sido totalmente intrascendente pero para otros ha quedado la semillita de la afición a la más hermosa de todas las fiestas, la fiesta de toros.

Recuerdo cuando llevé a una corrida al mayor de mis nietos Jaime Andrés, en ese entonces tendría ocho o nueve años -hoy todo un profesionista exitoso en USA-, al segundo toro comentó que se quería salir que no le gustaba y así terminó el primer y único intento por incorporarlo a las vivencias taurinas de la familia, nunca más le insistí siendo respetuoso de su decisión.

Y vendría el segundo nieto Victorcito, hoy un joven universitario amante de los caballos y que un día quiso vestirse de torero, pero esto será tema de otro episodio que por supuesto les comentaré.

Desde la primera vez que pisó una plaza y asistió a una novillada se envenenó de tal forma que junto con el Padre Luis fueron mis compañeros por años en varias temporadas en la Nuevo Progreso de Guadalajara.

Para Victorcito y para mí los fines de semana en temporada de toros era disfrutar desde el viernes, saliendo de la escuela se quedaba en casa jugando en el jardín con sus animalitos de plástico y esculcando en el desván de la Tita buscando lo que para él eran tesoros.

Llegando el domingo nos levantábamos a bañar, desayunar y dirigirnos a la plaza para llegar antes del sorteo y ver el encierro; él se movía como pez en el agua pues siendo tan extrovertido caían en gracia sus preguntas, nos encontrábamos con el Padre Luis, asistíamos a misa y después del sorteo los tres…

… a comer en el restaurante de carnes asadas en donde ya conocían a Victorcito y le hacían sus burritas de tortilla, con las que elaboraba sus toritos y caballos ayudándose de los palillos o monda dientes, todo esto en una constante plática ya que para esto se pintaba solo.

¡Ha y nunca se le olvidaba pedir su domingo!

Acercándose la hora caminábamos a la plaza y ocupábamos nuestros lugares entre el cúmulo de preguntas que el incipiente aficionado nos hacía.

Yo solía llevar un pequeño radio portátil con audífono para escuchar la transmisión de la corrida y en una ocasión Victorcito me lo pidió a lo que accedí y sentado a mi izquierda se colocó el pequeño audífono en su oreja derecha y comenzó a repetir lo que escuchaba con lujo de detalles a lo que un aficionado que estaba sentado a la izquierda de Victorcito y que no se había dado cuenta que traía el audífono exclamó…

“¡Órale éste si sabe!“.

Rompimos en risa y le explicamos al aficionado, como nos divertimos con esta anécdota.

Al final de la corrida mi nieto le gritaba a Memo mi hermano que ya hacia su labor de fotógrafo en el callejón, para que lo bajara y le tomara fotos con los toreros y correr al destazadero a seguir haciendo preguntas o como me dijo en una ocasión mi primo Javier Sierra, Juez de Plaza de la Nuevo Progreso en ese entonces…

“¡Oye Jaime tu nieto andaba queriendo comprar una oreja con su domingo y se la di!“.

En otra ocasión quería llevarse la muñiga para tirarla en su jardín y que oliera a toro.

Y así pasé momentos únicos esos años en que disfruté al máximo tanto al Padre Luis como a Victorcito, pero aquí no termina el episodio de Victorcito, habrá segunda parte.

Por lo pronto me despido de ustedes amigos, esperando estén pasando esta pandemia en casa, salgan solo a lo más necesario.

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