En Manizales… Tres motivos para reflexionar (Crónica)
Monumental plaza de Toros de Manizales, primer festejo de la versión 65 de la feria taurina de la capital caldense, correspondiente a una novillada con picadores. Con una entrada superior a los tres cuartos de plaza, se lidiaron utreros de Armerías, de sangre Parladé línea Domecq, bien presentados, desiguales de comportamiento y juego, destacando el quinto bis revestido de complicaciones y con alta transmisión.
Gitanillo de América: Silencio, pitos y silencio (en el cierra plaza de Andrés Bedoya)
Diego San Román: Saludo y vuelta al ruedo
Andrés Bedoya: Oreja, no puede lidiar a razón de cornada.
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Con una entrada superior a los tres cuartos de plaza, se dio inicio a la versión 65 de la feria taurina de Manizales, escenario ideal que confirma a la capital caldense como principal bastión de la fiesta colombiana, al ser una ciudad amable para el turista, privilegiada por su ubicación geográfica y robustecida por el cierre de cosos como los de Armenia, Pereira y recientemente Medellin.
En la cartelería se anunciaban los novillos de Armerías, de origen Parladé, decantándose por el toro comercial del tipo Domecq; un encierro muy en el tipo del novillo comercial ibérico, bien presentado, serio de cara y amplio de caja, pero justo de casta, que requiere de una labor muleteril de poder que no permita delatar la falta de casta, decantándose por el genio; o que no permita que el burel se aburra, optando por rajarse.
A su lidia se presentaban tres noveles toreros que transitan caminos muy distintos en la profesión; encabezaba la terna Santiago Fresneda, el joven delfín de la fiesta colombiana, que, gracias a las influencias de su padre, presidente de la Unión de Toreros Colombiana, es el único novillero nacional que se ve anunciado en las tres ferias principales de nuestro país, situación lamentable que deja ver todos los males que agobian la fiesta y que a la postre atentarán con su continuidad.
Sin mayores argumentos llegó Gitanillo junior al ruedo de Manizales, a rubricar las dudas que dejo en su pasada presentación en Cali, llevándose pitos por parte de la afición, que se suman a la desaprobación de un sector del escalafón novilleril que públicamente a cuestionado el rápido ascenso de Fresneda por encima de toreros con más argumentos y ansias.
Ala luz de lo observado, tanto en Cali como en Manizales, se espera que los dos gitanos entiendan eso de que El toro pone a cada cual en su lugar.
Su primero, Cerillero (434 kilos) fue un toro flojo de manos al que toreo con ventajas y a kilométricas distancias, logrando ecos en la gradería que se acallaron con los aceros.
El jugado en cuarto Valeroso (436 kilos) estuvo muy por encima del joven gitano, quien, descolocado, se decantó por el trapazo, con los aceros despacha de fea manera llevándose pitos.
Con el cierra plaza Checalito (390 kilos) dejó momentos, chispazos sin clase, dejando un profundo silencio.
Otra realidad es la que vive el novillero queretano, Diego San Román, quien encarna parte de la cuota mexicana, de ese acuerdo tácito que ha logrado robustecer la fiesta nacional con la torería mercadotécnica que se impone en México. Su juvenil expresión da cuenta de un concepto claro, de valor y temple, de aguante y coraje que ha calado profundamente en la afición colombiana.
Se le ven ganas y voluntad, pero todas ellas pierden mérito al momento de irse a por los aceros, pues en su paso por ruedos colombianos, ha dejado triunfos a medias.
Si bien la rúbrica toledana es la parte más compleja de la lidia, es también parte fundamental de la formación y consolidación técnica de un torero, pues, salvo en Portugal, es sazón de un matador, saber matar bien a los toros.
Ante Alborotado (439 kilos) presentó con ansias el carnet, orientando la casta e ímpetu del burel, mostrándose pinturero con el percal y reposado con la pañosa, presentando técnica y sitio, con los aceros no logra trascender, despachando tras pinchazo, saludando desde el tercio.
Su segundo, quinto bis, Luchador (408 kilos) aunque desclasado y justo, tuvo transmisión e interés, exigiendo al queretano que le supo llevar con técnica y mando, de nuevo los aceros le impiden tocar pelo.
Finalmente, se anunciaba al joven Andrés Bedoya, torero Manizalita que, a razón de esfuerzo y ganas se ha venido ganando un lugar en el difícil escalafón novilleril, pero que a falta de ver el pitón ha involucionado en su expresión, quedándose en un toreo de ganas y empeño, pero incipiente en técnica y profundidad, que a la postre terminó exponiendo su inmadurez ante la cara del burel que, como paso este domingo en Manizales, hizo por él pasando de la seda al hule.
En su única oportunidad en la temporada, Galopo (422 kilos) se mostró voluntarioso con el percal y efervescente con la pañosa, toreando apresurado y con la punta, el manizalita trató de sentirse con el burel, desmayando la figura y porfiando, siendo prendido de fea manera llevándose cornada de dos trayectorias; con pundonor se fue por los aceros recogiendo un trofeo ganado a ley.
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