En Juriquilla… Sólo una oreja cuando pudieron haber más

José Patiño 15 septiembre 201916 septiembre 2019 México, Por José Patiño

Juriquilla, Querétaro. Tradicional Festejo Patrio en plaza llena. Toros de Begoña que apretaron al caballo merced a su casta y bravura; merecida vuelta al quinto de la lidia ordinaria.

El rejoneador Sebastián Torre: Palmas.

Joselito Adame: Leves palmas y silencio.

Sergio Flores: Oreja y salida al tercio.

Fermín Espinosa IV: Palmas y palmas.

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En un ruedo pintado de banderas, Sebastián Torre, abrió plaza con un primer rejón de castigo en buen sitio a un toro fijo, negro de buena estampa, encastado, que fue perdiendo fondo durante la colocación de banderillas caídas y de un temple impreciso, dejando siempre el caballista que el toro tocara a su corcel.

De lidia complicada, Independencia de Begoña con 400 kilogramos, fue un enigma con arrancadas probonas que retaron el ritmo del rejoneador quien tuvo que llegarle mucho a la cara para motivar la colaboración del astado.

Dos banderillas cortas que destacaron de toda la faena, para luego intentar encelar a un toro que fue desarrollando la mala condición de mirar mucho, y hacer muy poco.

Dejó un rejón de muerte bajo que recibió pitos y más imprecisión, ahora del puntillero. En el arrastre del encastado ejemplar, se escucharon palmas que inesperadamente hicieron eco para el rejoneador.

En la lidia de a pie, México lindo con 510 kilos, tocó en suerte a, José Adame Montoya, vestido de azabache y plata, quien saludó al toro tocado del pitón derecho. Sonoras palmas en reconocimiento para el picador que recibió y sostuvo la reunión con bravura y pundonor. Olé por las cuadrillas que anduvieron muy bien.

Fue el toro uno aquerenciado en tablas al que debieron hacerle las cosas de adentro hacia afuera en banderillas.

El brindis emotivo y sincero al Maestro Jorge Gutiérrez, presente en esta plaza que tanto le quiere.

Fue la de Adame una faena mandona y fiera que gustó a la afición. Por ambas manos, destacando una tanda ligada por naturales de mano llena de desmayo, Joselito se entregó a su hacer frente a un ejemplar complicado, metido en tablas y que le avisó en varias ocasiones con el pitón siniestro.

Pero, una vez más, José malogró con el acero, yéndose a dos viajes para llegar a mojarse los dedos con un tercer espadazo que le ganó discretas palmas de algún sector del tendido.

Nación Libre fue el segundo de Joselito Adame, un castaño de buena presencia, tocado del izquierdo que apretó con fuerza en el caballo. Le hizo las zapopinas, José, para después iniciar su faena brindándola a una plaza llena que vibraba un ambiente festivo, propio de las celebraciones patrias.

Abrió la nota con cambiados por espalda para ligarle una tanda por diestra firme y asentada que calentó de nuevo el corazón de los citados en Juriquilla.

Fue por la izquierda un lienzo aterciopelado y por derecha un bravo desplante torero frente a un ejemplar que tuvo su enigma y sus secretos, tratados de ser revelados por el mayor de la dinastía Adamista.

Dos estocadas que tocaron óseo; dos gritos de frustración; dos veces mirar al suelo; dos viajes sin efectos. Un golpe de descabello y una caminata lenta al burladero, taladrando la cabeza con el error.

Correspondió a Sergio Flores, de verde botella y oro, País Noble, un bonito ejemplar construido hacia arriba, que se empleó con gusto en el capote aleccionador del torero.

El de Begoña fue complicado, debiéndole llegar mucho para convencerlo de embestir; convencerlo de quitarse la maña de mirar el cuerpo y atender las telas.

Fue sin clase, abriéndose vez por vez, frente a un torero que estuvo bien, buscando de pase en pase ligar la arquitectura de lo bien entendido. Usó recursos varios para convencer a su colaborador que no quiso.

Pero Flores pegaría fuerte en un espadazo que partió en dos al toro, cortando por ello el único apéndice de la tarde.

Con el nombre de Viva México, Flores le fue enseñando a embestir a un toro que corrió de largo y que dio una fuerte pelea en banderillas.

Sergio hizo un cónclave de sus zapatillas con la montera para iniciar su faena. Una de poder, de muletazos largos, de toreo por ambas manos, de cuidado a un toro que, si hubiese transmitido más, hubiera alborotado más el avispero.

Sergio se entrega en cada tarde y esta no fue la excepción: le echó voluntad, conocimiento y raza torera, disfrutando su que hacer y gustando a la afición.

Pero han de caer los “peros”: un pinchazo hondo en alto, otro de mala colocación. Hasta que llegó el tercero, el tercero vencido, el tercero con el gélido silencio, el tercero con la distracción de la bebida, el tercero con el desencanto.

Y así, al puñetazo del descabello, vimos irse a Flores a pie, cuando puedo romperse hasta el hotel en volandas de su afición entregada. Aún así, abrazó en el tercio al tendido.

Reconocimiento al toro con una vuelta merecida. Su único defecto, unos pitacos para mirar a otro lado de lo feos y mal hechos.

Fermín Espinosa IV de verde manzana y oro, lidió a México Querido con 488 kilos, un infumable ejemplar que se quedó corto, sin transmisión, ni clase.

La voluntad de Fermín se quedó estrellada en la falta de categoría de un bonito de estampa, pero vacío de fondo toro de Begoña. Metió la espada con facilidad y se le premió con palmas unánimes.

El cierra plaza, México te quiero, fue un burel negro que parecía recién boleado. Con tranco, con son, metió la cabeza saliendo suelto al saludo del percal de Armillita.

Quitó por mandiles para irse por la muleta y tratar de hacerle algo a un toro que embistió sin transmisión. Y sin esa, nada se puede. Otra vez fue la voluntad contra la mala clase, la cabeza arriba, la distracción por encima del callejón.

Y se cerró la tarde con tres pinchazos y una estocada tendida que no eclipsaron que la gente estuvo con Fermín, recordando esa última tarde de triunfo hace algunos meses.

Bronca en el tendido, producto del tequila y la salida de la afición a celebrar el Grito de Independencia.

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