En Tovar… Los “leones” de Silveti y Colombo se comieron a Currito
Plaza de Toros Coliseo El Llano de Tovar. I corrida de Feria. Viernes 6 de septiembre de 2019. Con poco más de un cuarto de plaza (aproximadamente 1200 personas) en tarde soleada y con molestas ráfagas de viento en los primeros tres toros, se lidiaron reses de Rancho Grande (1º y 2º), El Prado (3º, 4º y 5º) y La Consolación (6º) (Familia Molina Colmenares), terciados de presentación, el cual desarrollaron en su conjunto mansedumbre en distintos grados ante los engaños, a su vez nobleza aprovechada oportunamente por los espadas, el peor del conjunto el corrido en último lugar, rajado y aquerenciado.
Curro Ramírez: Saludos desde el tercio y vuelta al ruedo tras aviso.
Diego Silveti: Dos orejas y palmas tras aviso.
Jesús Enrique Colombo: Dos orejas y palmas.
Detalles:
El festejo comenzó con un retraso de 10 min a la hora pautada, al no encontrarse en el Patio de Cuadrillas al toque de clarines y timbales el matador Curro Ramírez.
Destacaron en la brega Eduardo Graterol, y en las banderillas Francisco Chico Paredes, Genry Belandria Piedrita y Ramón Contreras.
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La actuación contundente de los diestros Diego Silveti y Jesús Enrique Colombo, ambos con el corte de dos orejas, tras faenas de gran contenido artístico, fueron a la postre el elemento central de la corrida que ayer aperturó el apartado de festejos mayores de la feria tovareña este año.
Por su parte el espada local Curro Ramírez se fue de vacío de la plaza, tras una actuación de contrastes, donde pudo haber “tocado pelo” de no haber fallado con el acero en la que fue su actuación más acorde ante el segundo de su lote, tras abrir festejo con más dudas que certezas.
Los toros de los hierros de la familia Molina Colmenares, permitieron a pesar de su descastado comportamiento en los engaños, ocasión para triunfar sí se les ofrecía lo que carecieron sus embestidas. Poco público en los tendidos del Coliseo El Llano, luciendo mucho “cemento” los tendidos nuevamente.
La corrida para Curro Ramírez representaba un compromiso de suma importancia. Y tal vez ello pesó para verse ante su primero del lote un poco atenazado a ello, por momentos deshibido de la lidia, además que el astado poco ayudaba a ello, tras salir avanto de las telas presentadas por el menudo torero de Sabaneta.
Hizo el esfuerzo de lucirle en reiteradas series ayunas de alma de cara al tendido, haciendo de este un trasteo denso con muchos espacios muertos. La estocada entera caída, apresurado, y tres descabellos le animó por sus propios medios a saludar desde el tercio tras un recado presidencial.
Más reposado y los nervios calmados saludó de capa con garbo al cuarto, larga cambiada en el tercio, para luego las suaves verónicas que interpretó dejaran el ambiente más a su favor de cara al público. Se le midió al toro en el caballo así como le luciría en ajustadas navarras.
Ya con la muleta, intentó el Curro hacerse con la embestidas ásperas del animal, siempre con un molesto calamocheo al final del muletazo, tanto por la diestra como por la zocata, lado este por donde mayor lucimiento se vio.
Faena de mucho mayor contenido artístico que contaría con los acordes del pasodoble torero, hasta que dispuesto a despacharlo con el acero se prodigara en fallar con el descabello en tres ocasiones previo al espadazo tendido y desprendido que recetó, para permitirse la vuelta al ruedo tras aviso, ante la división de opiniones de los presentes.
La presentación del diestro azteca Diego Silveti despertaba morbo. Y no falló a ello el joven espada de Irapuato, el cual luciría toda la tarde con una serenidad, seguridad, desparpajo y variedad de repertorio como pocas veces habíamos visto a torero mexicano en esta plaza.
Una actuación a tomar en cuenta, por lo modélica que fue ante el segundo de la función, el cual de primeras no hacía prever opciones de lucimiento.
Pero fue la paciencia, el saber esperarle y dosificarle en las embestidas lo que hizo que Silveti hiciera romper a seguir las telas a Soñador, haciéndole por la mano diestra una faena preñada de torería, gusto, y en especial con conocimiento a las necesidades del burel, a tal punto de hacerle ver mejor de lo que muchos pensábamos.
Actuación que solo requería de la contundencia y rubrica de un espadazo, como lo fue el que interpretó, recibiendo, para tras fulminarlo sin puntilla, el palco presidencial concediera sin vacilaciones las dos orejas, de mucho peso y sobre todo mérito, bajo el clamor de los presentes.
Una pena que su otro antagonista no le permitiera mayores florituras. Dejaría nuevamente ramalazos de una tauromaquia asentada, reposada, donde las prisas quedan para otros, como lo puso en evidencia por la mano diestra en especial, que de no haber sido por su reiterado fallo con el estoque hubiese tenido mayor rédito.
El fenómeno Colombo volvía a Tovar tras recordar muchos aquellos sucesos de hará seis temporadas atrás. Mucho más maduro en concepto y con la misma sed de triunfo saludó por suaves verónicas al tercero, Bombero el cual lleva dentro de sí tenue la llama de la bravura, pues Jesús Enrique puso gran parte de mérito en lucirle en banderillas como acostumbra, con facilidad y contundencia al clavar.
Al igual que en la muleta, donde se prodigó de llevarle largo y templado, por ambas manos, pero en especial por el lado diestro donde desgranó Colombo un recital de buen toreo que volcaría las palmas de los presentes.
No faltó un ápice que hacerle Colombo al toro por ambas manos, para rematar actuación de sopapo de volapié que mandaría sin puntilla a las mulillas la res, y con ello desatarse la pañolada que nuevamente por partida doble asomó Don Roger Barón.
El cierraplaza, fue un mansurrón que se desinfló tras otro trepidante tercio de banderillas que se permitió Jesús Enrique, encontrando toro en todos los terrenos del redondel, en especial un arriesgado par al violín de adentro a las afueras, en todo lo alto.
Poco más pudo hacer pues el animal marcaría querencia a tablas, propiciando el momento de más tensión en la corrida tras el volteretón que propinó al matador de toros en funciones de subalterno, Marcos Peña El Pino cuando se cubría el tercio de rehiletes, levantándolo casi dos metros al aire, afortunadamente sin mayores complicaciones que el golpazo en el piso que recibiría y poco más; y sin pensarlo dos veces se fue Colombo tras la espada otra vez al ver que aquello iba ser de poca lucidez de cara al público.
En volandas se iban por la Puerta Grande Silveti y Colombo, ambos con sus argumentos colocaron contenido a una entretenida tarde de toros. Como para haberla visto y no se la contaran.
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