Opinion

La voz sevillana de Ignacio Muruve… “Ilusión ante la desesperación”

Mientras el barco de la temporada 2019 surca los mares en el ecuador del viaje, los aficionados nos movemos entre la ilusión y la más pura desesperación. Sintiendo el dolor del látigo de la mediocridad, el que pasa por taquilla ve cómo se presentan ferias y ferias, y no se da ese cartel ansiado por él, y ante eso, ¿qué nos queda?

La ilusión. Nos queda la ilusión traída de la sedosa mano de Pablo Aguado, aquel torero que ha sido capaz de realizar los tres trasteos más importantes en lo que va de año. Sevilla, Madrid (sin espada) y Huelva, fueron testigos de esa sensación de alegría máxima al ver torear tan bien. Las musas se han posado sobre los hombros de Pablo, dejando la palpable percepción de que no son pasajeras y que el hogar de las mismas son las muñecas del sevillano.

La luz que desprende este joven desde la inmejorable tarde del diez de mayo, hace que cronistas y críticos, en un ademán por hacer nuestro trabajo en los cosos donde hace el paseíllo Aguado, tengamos que dejar de escribir y soltar bolígrafo y libreta para dejarnos llevar por la locura infranqueable de unos olés que saldrían del alma.

Todo esto, en dos meses en los que Luque ha renacido en el más gustoso momento de su carrera; en los que De Justo (pese a la incoherente decisión de un buen manojo de empresarios de dejarlo fuera de las plazas) sigue toreando con una franela de incalculables quilates; también en el momento en el que Perera con su mano poderosa que baja hasta los inframundos de los ruedos de cada plaza, lo toca todo y triunfa a golpe cantado sumándole a estos tres fenómenos, el azote en forma de pureza de Paco Ureña que tras cortar cuatro orejas en San Isidro, sigue rompiéndose la cadera por naturales allá por donde va. Juan Ortega y Tomás Campos, siguen injustificadamente en el banquillo de la discordia esperando, habiendo dado argumentos para estar puestos en un buen puñado de ferias. Por encima de ellos, el cetro del toreo está en manos de un dolorido y convaleciente Roca Rey, que se verá en el trámite de responder en todas y cada una de las comparecencias tras su reaparición allá por el mes de Septiembre.

Los entendidos y veteranos, me advierten y advierten a todos los que lógicamente ensalzamos la figura de Aguado, que aguantemos. Que esperemos, que seamos pacientes e impongamos la cordura que nos hace perder este chaval en nuestros pensamientos, pero lo que sí debemos de saber es que es el elegido para cargar el peso de la tauromaquia de los próximos diez o quince años sobre sus hombros. Hacer que Bienvenida, Pepín Martín Vázquez o Pepe Luis renazcan bajo un mismo nombre en la tierra prometida, no es moco de pavo. Esa ilusión se mantendrá creando ecos y caminos por los que vibraremos los próximos años. Las figuras siguen en horas cada vez más bajas, y ese factor han de aprovecharlo Roca Rey y Pablo Aguado.

Mientras la tauromaquia pende fundamentalmente de esos dos hilos, moviéndonos a la desesperación, la mirada se centra bajo un espectáculo que al empresario de turno le estremece el sentido cada vez que se lo susurran al oído: novilladas con caballos. A esta opinión mía, amparada por un desconocimiento manifiesto, no le busco otro sentido que el de volver a pedir una reforma de la estructura empresarial y abaratar costes, pero desde aquí es fácil mencionarlo. Miren por los jóvenes. _____________________________

 

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@ignaciotaurino

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