Crónicas

En Bogotá… Roca Rey saca del molde a El Juli y lo pone a torear

Plaza Santamaría de Bogotá. Se celebró la primera corrida del abono bogotano. Se rozó el lleno, solo faltaron unas localidades del tendido especial por llenarse. Se lidiaron toros de Juan Bernardo Caicedo muy desiguales de presentación y de juego.

Julián López El Juli: Silencio y dos orejas

Luis Bolívar: Oreja con protestas y oreja con protestas

Andrés Roca Rey: Dos orejas y palmas.

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Corrida que generó gran expectación en la capital por un cartel de figuras bien rematado y por el buen trabajo de mercadeo que ha hecho la nueva empresa, que fue acumulando ruido mediático en redes sociales desde hace varias semanas. Al final se congregaron más de 10.000 personas en la hermosa Santamaría.

El resultado final de la corrida puede confundir con lo que en realidad sucedió de importancia en el ruedo bogotano porque la corrida de Juan Bernardo Caicedo no cumplió y las seis orejas cortadas pueden desviar la atención de una corrida sin raza y sin fondo, excepción hecha del quinto toro de la tarde que tuvo embestidas serias, un toro con embestidas de toro, con casta, el único que aguantó un tercio de varas decente. A los demás, que se les simuló la vara y solo les hicieron un pellizquito en la pica, navegaron rajaditos por el ruedo capitalino.

Como por la manera en que se realiza el tercio de varas se sabe si es una corrida de figuras, no es difícil adivinar que esta era una de esas características y por supuesto en la plaza se vivió un ambiente triunfalista en todo momento con un público muy del lado de los toreros y sin apenas protestas, lo que es raro en Bogotá.

Dicho esto el punto de inflexión de la tarde estuvo en el tercero en el que Roca Rey sacó la escoba que ha traído de la temporada europea y le ha marcado el ritmo a la corrida, ritmo al que El Juli tuvo que acoplarse en el cuarto para no quedarse de la locomotora peruana. Roca Rey, como un metrónomo, marcó el son con el manso tercero en una faena en el terreno del toro que rajado pidió tablas desde el segundo muletazo después de toda una correría del de Caicedo hasta prácticamente los chiqueros.

Antes Roca había puesto su bandera de emperador en el quite a ese toro con lances de todas las marcas, en las que alternó chicuelinas, gaoneras, y chicuelinas a compás abierto entre otros. El peruano se hizo al toro solo hasta a la tercera tanda cuando vio que dejar la muleta en la cara del astado era muy efectivo para sumar pases en redondo, cuidando que el toro no se cayera, que hicieron poner de pie al público entregado y facilón que llenó los tendidos y que entró en paroxismo con el consabido pase por atrás de la espalda que Andrés sabe cuando intercalar para provocar la histeria colectiva.

Como el presidente, por voluntad propia, había regalado una oreja a Bolívar en el segundo de la tarde después de una mínima petición, pues al peruano, que había hecho una faena de valor y entrega y que mató de estocada entera super efectiva, no había otra opción que entregarle las dos orejas. El enardecido público no hubiera aceptado menos, puro sentido de comparación. Dos orejas y la certeza de que el listón presidencial estará aún más bajo que el año anterior. Una oreja era el premio justo.

En el sexto todo fue desordenado, la eterna y poco efectiva lidia de Granerito, la embestida desacompasada del toro y la faena sin planteamiento estructurado de un Roca algo descompuesto que incluso se llevó un puntazo después de unos estatuarios que no venían a cuento después de que el toro había marcado su querencia en tablas. Igual Roca ya se había llevado el gato al agua en el tercero y nadie recriminó nada de este pequeño desorden en el sexto.

El Juli, ante la ráfaga inicial del peruano, espabiló después de prácticamente pasar inédito en el que abrió plaza. Un manso parado sin recorrido ni fuerza que no podía con su alma. Se apretó el vestido, que toda la tarde le molestó, y después de la zapopinas vistosas del quite que se vio obligado a realizar -si mi memoria no me falla llevaba más de diez años sin darlas en la Santamaría – después de la demostración de variedad capotera del peruano expuesta en el turno anterior.

Lo dicho, Roca puso las condiciones y Julián las tuvo que seguir.

Con la muleta pudimos ver una nueva versión del madrileño con el toro noblecito de Juan Bernardo y librarnos del habitual libreto de El Juli en Bogotá, en donde generalmente da dos tandas con poder para luego encunarse en los pitones en un arrimón que siempre gustaba al público. Pues esta vez Julián ha estado en la versión más artista que le recordamos. Dos naturales y un pase por bajo fueron una delicia, lo mejor de la tarde.

Luego el temple, la suavidad y hasta el gusto salpicaron una faena distinta que supo bien a una sorprendida afición. Lo que si no cambió fue el acostumbrado julipié que afea cualquier faena de mérito pero como no hubo prácticamente protestas de nada en el publico las dos orejas llegaron lógicamente y la sonrisa inundó la cara de El Juli que supo o descubrió una faceta nada común.

Luis Bolívar ha salido a hombros de la plaza sin merecimiento para ello, le regalaron una oreja inexplicable en el primero después de una faena a la que le faltó un punto de temple, solo el par de series iniciales con la derecha tuvieron limpieza, y menos explicable después de un feo bajonazo con derrame que terminó con él toro.

Y la del quinto de la tarde también le fue protestada por la parte exigente de la afición que se ubica en los tendidos altos entre el sol y la sombra. La verdad que esperaba más de Bolívar y solo ha podido pactar tablas con el buen quinto al que no le ha podido del todo y en las que en unas series estuvo por encima pero en otras no hubo mando de verdad. Mató de estocada entera y después de una petición más para que saliera junto a sus dos alternantes llegó una oreja a la que la acompañaron los pitos.

De todos modos vimos cosas interesantes en esta primera de abono y quedó comprobado que el cetro del toreo hoy por hoy lo lleva un espigado peruano que es una tromba y que es a su ritmo al que suceden las cosas cuando aparece en el cartel. El resto le sigue el paso.

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