Crónicas

En San Cristóbal… Colombo por la Puerta Grande; Suarez, toreo caro

Plaza de Toros Monumental de San Cristóbal, Venezuela. Jueves 31 de enero de 2019. Primera corrida de la LIV Feria de San Sebastián. Con poco menos de un cuarto de plaza de las ganaderías de Rancho Grande (1º y 5º) El Prado (2º, 3º, 4º y 6), discretos de presencia adoleciendo de fuerzas, con distintos grados de nobleza. Pesos: 442, 443, 448, 440, 445, 460 y 440 kilos.

Julio Benítez El Cordobés: Silencio en ambos.

Jesús Enrique Colombo: Dos orejas y una oreja.

Antonio Suarez: Palmas y palmas tras aviso.

Detalles:

Suarez tomó la alternativa con el toro de nombre Zacateco, número 196, bragado en negro de la ganadería de Rancho Grande.

La corrida comenzó con un retraso de 25 minutos.

Previo al festejo se guardo un min de aplausos en la memoria de Kike Rosales, Alonso Valero, Luis Alberto Colls y otros aficionados fallecidos a lo largo del año.

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La primera función de la edición de este año ha tenido varias lecturas. La primera de estas es el hecho de conocerse definitivamente que la Feria de San Sebastián vive una severa crisis, de interés y sobre todo de trascendencia ante el público general. Una gran preocupación que atañe a la severa crisis que atraviesa el país, desde todos los ámbitos posibles entre ellos de identidad a sus tradiciones que no hace poco eran seña de la ciudad.

La corrida arrancó con la alternativa de Antonio Suárez, joven médico el cual ha dejado el aroma y ambiente que no todos preveíamos por su escaso rodaje. Pero grata sorpresa nos llevamos pues nos conseguimos un torero asentado, abstraído del grado de responsabilidad que implicaba una tarde como esta.

Lo dejó patente en el que la ceremonia, animal agradecido desde el mismo momento del saludo de capa hasta el inicio de labor muleteril, en especial la seria ronda por bajo de prologo para desganarse luego en trepidante series por la mano zurda que fueron el sima de una faena medida, justa y precisa en su dimensión, cuatro series de naturales que bastaron para colocar unanimidad entre los presentes.

Bajó enteros por la mano diestra, pero ya lo mejor lo habíamos visto por la zocata. La estocada ligeramente desprendida hizo que la gente no del todo entendiera la dimensión de lo realizado, por lo que tibias palmas fueron premio escaso al final de la misma.

Mejor y más asentado se le vio ante el que cerró plaza, una faena del mismo metraje y dimensión de la primera, pero más profunda en su planteamiento, donde nuevamente cuatro tandas por la mano zurda dejaron vuelos de su muleta en las nobles, endebles y rajadas embestidas de Kike, como así bautizaron al astado en el ha sido un gran estreno en el escalafón mayor, pero la mala fortuna y uso del acero (necesitando hasta ocho golpes con el verduguillo) dejaron una gran labor en las palmas tras aviso con la que se le despidió, con el deseo de verle en próxima ocasión.

¿Qué hubiese sido de este torero si hubiese tenido la ocasión de haberse placeado más?

Se preguntaban muchos taurinos al final del festejo.

Una actuación de claroscuros la que dejaría por su parte debutante español Julio Benítez El Cordobés, quien en ambos trasteos dejo estela de un toreo de nulo planteamiento básico, desordenado, lo que dejaría en ascuas de mayores cosas para quienes no le conocíamos.

En pocas palabras sin mucho eco, tanto en su primero, un jabonero de rajada tendencia a tablas desde el segundo tercio, como también su segundo, animal más noble, que algo le dejo estar más a gusto, pero siguiendo la tónica mostrada en la tarde. En ambos fue silenciado.

El triunfador lo fue el taribeño Jesús Enrique Colombo, quien ha estado sobradísimo toda la tarde. Ha llenado plaza en todos los tercios el atlético espada, lo que le ha mostrado solvente a plenitud demostrando desparpajo.

Lo evidenció en su primero, animal noble que contaría en la variedad capotera, la rotundidad en las banderillas y la entrega en la suerte suprema para cortar tres orejas, las dos primeras un poco exageradas cuando lo normal era que con una sola fuera más que suficiente, tras faena intermitente donde el complemento que le faltaba a la embestida del astado lo colocaba Jesús Enrique, tras despenarlo de tres cuartos, trasero, de ración toricida.

Una oreja complementaría su saldo ante un ejemplar de limitadísimas fuerzas como lo fue el quinto de la función, casi llegando a la invalidez, manteniéndole y llevándole a media alturita, para gustarse en tandas por la diestra y la zocata de enorme calado en el tendido, entre los acordes de un improvisado popurrí de pasodobles andinos.

El medio espadazo tendido y un descabello valieron para el corte del mencionado apéndice y su posterior salida en hombros de los costaleros de oficio.

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@rubenvillafraz  

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