En Aguascalientes…Una fiesta a la medida; para Cartagena oreja pedigüeña
Corrida de Calaveras, menos de media entrada en la Monumental de Aguascalientes en tarde muy fría. Se lidiaron astados de Villa Carmela de escaso trapío, sosos y sin transmisión. Hubo un inexplicable arrastre lento al tercero de la tarde.
El rejoneador Andy Cartagena: Silencio y oreja
Sebastián Castella: Palmas y palmas
Luis David Adame: Vuelta al ruedo y leves palmas
Detalles:
El subalterno Fernando Araujo saludó en el tercio luego de buenos pares.
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Duele decirlo, pero mi Aguascalientes taurino está sobrevalorado. Por mucho tiempo se dijo que éste terruño de aguas cálidas era el epicentro de la fiesta nacional; de aquí los mejores toreros, los mejores carteles y sobre todo la mejor afición, pero la realidad es otra.
¡El Aguascalientes de hoy vive en permanente ceguera taurina, y si le dan gato por liebre ni cuenta se da, si los toros no tienen trapío y menos bravura les pasa de noche, no exigen, no protestan, guardan silencio cual esposa sumisa…y se callan!
Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que merece y este caso cada afición tiene la fiesta que merece, y la de Aguascalientes tiene una fiesta a su medida… a la medida de los incultos taurinos, a la medida de los neófitos sin deseos de aprender, a la medida de los villamilenials que van a placearse, a la medida de los uniformados en los tendidos, a la medida de su prensa maquillada, a la medida de sus páginas rosas.
Tiene una fiesta pobre para una afición chunga.
Lo visto hoy en la Monumental fue un desfile de sosería y escasas carnes, ¿y el tendido? Ni entendido. La única oreja llegó en el cuarto bis del festejo, que saltó a la arena con su pobre, pobre, muy pobre presencia, tanto que hacía que los pocos aficionados menearan la cabeza negativamente en un acto de total desesperanza.
Andy Cartagena es un gran rejoneador, de eso no le queda duda a nadie, pero
¿A dónde le dirían que vendría a torear hoy?
Porque al parecer no llegó a Aguascalientes, sino a una tierra de nadie en la que desembarcó, colocó la bandera de sus deseos y sus habitantes se rindieron ante él, mágicamente sus peticiones fueron concedidas cual tributo al hombre-caballo.
Su faena sin mayores exaltaciones, rejones de castigo manejando perfecto a sus jacas, colocó banderilla largas y cortas al violín, pero cuando no hay toro, no hay emoción y punto.
El rejón de muerte se le fue traserísimo, casi a mitad de toro y comenzaron algunas protestas en reclamo, pero pronto el monstruo babeante de mil cabezas las acalló y mientras los restos del burel permanecían en el ruedo, Cartagena cual acto circense dio el extra con sus caballos encantando a la gente con su buen manejo e incitándolos a pedir el premio.
La dulce afición saco sus pañuelos conmovidos por el acto de su jaca y a Rivera Río no le quedó de otra que soltar la orejilla pedigüeña. ¡Y en toda esta escena, Cartagena fue el digno protagonista de una fiesta mermada!
Con su primero fue otro cantar, en esa ocasión Cartagena sí se vio en señor rejoneador, siempre dominante de la situación con el único astado que fue manejable, atento y con recorrido, aunque se acabó pronto.
Ese primero asistió a sus caballos y rápidamente el rejoneador se hizo de sus embestidas, consiguiendo llevarlo prendido a los estribos, dando vueltas completas al redondel. Colocó lucidamente rejones de castigo, banderillas largas y cortas conectando con la gente, al final la labor y el astado se vinieron a menos y su falla en el rejón de muerte le privó de un premio. Se retiró en silencio.
De Luis David Adame si bien no cortó las orejas, se puede decir que fue el mejor librado del festejo. En la faena a su primero, un justillo de presencia, Adame se acomodó con el capote, dejando verónicas suaves. Apenas le señalaron el puyazo al astado y luego del mini castigo Adame quitó por chicuelinas y revoleras. Para iniciar el tercio final comenzó con estatuarios, firme y con convicción para rematar con el desdén. Lentos y cadenciosos fueron los muletazos por ambos lados que consiguió el torero local.
Le bajaba la muleta, el cambio por delante y el de pecho calentaron a la gente. Parsimonia y elegancia en los trazos de Adame, lástima que se lo haya hecho a un toro tan falto de presencia y con medias embestidas. Por naturales también hubo buenos momentos, dándole extensión sin perder la estética en su figura, muletazos en redondo y el de pecho, pero al final el astado se quedaba corto, iba con la cara arriba y sin proyectar emoción.
La ilusión Adamista se esfumó y cuando se disponía a matar, hubo algunos que le pedía no lo hiciera…
¿En serio afición hidrocálida?
¿En serio pensaron en el indulto?
¡Vaya, vaya…ver para creer!
Al final el torero se tiró a matar con todas las de la ley, dejando varios pinchazos en todo lo alto dignos de reconocimiento, tres pinchazos y estocada caída para ganarse la vuelta al ruedo. Y como el señor juez es parte de la comparsa del plan fiesta a tu medida, se sacó de la chistera un arrastre lento inexistente.
El sexto del festejo en definitiva era un insulto al concepto de trapío, muy escaso de presencia y la plaza hizo mutis, se callaron, se guardaron, se quedaron sin labios y así prosiguió Adame, en la vara el astado provocó el tumbo del piquero, sin consecuencias que lamentar, luego el joven Luis David estremeció con cambiados por la espalda, vaciando por alto, pero duró poco el latir de corazones porque el astado se vino a menos al igual que su labor. Bajonazo feo, las leves palmas y algunos reclamos.
Sebastián Castella se vio sereno, sin tener que resolver ecuaciones complicadas ante sus oponentes, con su primero, otro de poca presencia que salió suelto y distraído, Castella se quiso justificar, por derecha a media altura sin conectar del todo para cerrar la página con múltiples fallas con la espada. Para él las palmas.
Con el otro que también tenía poca presentación, Castella mostró recursos de profesional ante el comportamiento de un preescolar, no le despegó la muleta de los belfos y con inteligencia y experiencia lo obligó a embestir, se vino a menos y aunque insistió ya no había más historia. Mal otra vez con la espada y las leves palmas.
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