En la Opinión de Pepe Mata… El público está echando a Enrique Ponce de México
Lo que está viviendo, Enrique Ponce, en este momento es consecuencia de lo que él mismo consolidó durante muchos años; imposiciones de pequeñajos bobalicones de ganaderías comerciales con ganaderos sin ética y complacientes, así como la también imposición de alternantes que no le afectaran con una competencia en el redondel, sino resultaran alegres y obedientes acompañantes.
Ganaderías que dejaban de ‘hacer’ y ‘enviar’ el pequeñajo borreguno con enorme sospecha de cornicure, eran sustituidas; alternantes que resultaban incómodos, curiosa e inesperadamente dejaban de ser incluidos no sólo en los carteles en donde aparecía el señoritingo Ponce, sino en las temporadas o ferias.
La breve historia que le contaré, lector amigo, comenzó desde que llegó, Enrique Ponce a México, y desde aquella década de los años 90, observé su falta de verdad por carecer de contenido en lo que hacía; desde entonces se hizo notar el abuso del pico de la muleta, así como reponer más de 10 pasitos entre cada pase.
Lo que por supuesto escribí en el diario Novedades -lo pueden leer en las hemerotecas-.
El señoritingo Ponce, siempre ha tenido una desquiciada preocupación por las cuestiones de forma muy por encima de las del contenido.
Verse “bonito” haciendo cosas “bonitas”.
Verse “bonito” haciendo cosas “bonitas” no son el propósito del arte, ya que justamente el arte presupone verdad, gran dignidad personal, respeto y honestidad para que pueda existir en la creación de quien pretende ser artista; y la estética es la consecuencia necesaria de la creación, nunca la parte fundamental.
En el arte del toreo esa verdad está representada en el:
Toro auténtico -bravo y encastado- para el toreo de verdad -el héroe que enfrenta con gallardía e incuestionable honestidad al toro bravo y encastado y tras imponerse se transfigura en artista regalando auténticas obras de arte-.
Lo que nunca ha reunido -ni reunirá- el señoritingo Ponce.
Él ha sido hacedor de cosas bonitas, como un buen artesano, quien hace lo mismo miles de veces, apoyado en una buena técnica y en bovinos a modo, pero esas cosas bonitas le han llevado a caer en la asfixiante frivolidad, en lo vano como ufano.
Desde siempre hubo preocupación por cuidarlo y cuidarse con ganado a modo, dúctil, que no le resultara incómodo.
¿Que ha “hecho gestas”?…
… bueno, las ha hecho muy de vez en cuando y sobran los dedos de una mano para contarlas.
Y las hizo con el fin de mantener un sitio no para demostrar que es un torero a cabalidad, pero…
… pero, todo torero debe hacer gestas siempre, todos los días.
Gestas para fundamentar que sí es un héroe no la caricatura absurda de este contundente título.
El entonces dirigente de la Monumental Plaza de Toros México, el mal, siempre mal recordado, Rafael Herrerías, quedó deslumbrado por el torero de Chiva, Valencia, tan pronto arribó a México; y así, subyugado, buscó el apoyo del poder que tenía, Miguel Alemán III, en Televisa -era socio-.
Se urdió una campaña para consolidarlo en el gusto del público, fundamentalmente, de la Ciudad de México, ya que Ponce no hizo campaña en la República Mexicana, hasta muchos años después, resultándole fallidas y conduciendo a varios empresarios a la quiebra.
Así aparecieron en aquel entonces los pequeñajos tontuelos de, Julio Delgado, o los simpáticos y borregunos gordones de, Pepe Garfias, que proveyeron el bovino anovillado con exagerada sospecha de cornicure como elementos fundamentales para la tranquilidad del señoritingo Ponce.
Así fue, ahí están las videotecas que fundamentan lo anterior escrito.
El señoritingo Ponce, estuvo feliz y contento, hasta que comenzaron a fallarle estos criadores, y tuvo que cambiar por lo que ahora conocemos como los teofilitos, ferdinandos de la mora, bernalditos y sanisidritos.
Su fórmula que ahora ven y es criticada tiene tres décadas de usarla y practicarla, sólo que antaño, como es obvio, la juventud y “grácil geografía corpórea” obnubilaba a la buena fe de los aficionados y les hacía suponer que existían faenas que en la realidad nunca aparecieron.
Todavía recuerdo cuando en la Monumental México, hartos los aficionados de repetirse la misma escena sin que existiera la autocrítica por parte del torero de Chiva, le regresaron en su segundo, tres veces los astados por impresentables, y lo echaron sin piedad de la plaza, a lo que el torero venido de ultramar, tuvo el descaro de declarar:
“No entiendo por qué me regresaron los toros si he toreado más chicos y no ha pasado nada”.
No había pasado nada, pero apareció la gota que derramó el agua del vaso, y el hartazgo le condujo al inicio de su debacle.
La historia demuestra que en la realidad nunca ha sido el torero que sus seguidores, los irremediablemente poncistas supusieron, en sus inicios, y por ello fueron abandonándolo, hasta dejarlo casi sólo, con algunos de los pocos que le quedan bien intencionados y candorosos seguidores.
Si en España ante los reclamos del gran público que le exige toree toros bravos y encastados, tuvo la osadía de declarar que “… la gente no va a verme defender sino a crear cosas bellas”.
Confirmando esa desfachatez de forma cínica, hace un par de días en Guadalajara, México.
Dejó España ante ya un repruebo generalizado, una Feria de Jaén, en donde ni siquiera con Diego Ventura y David Fandila El Fandi, pudieron llenar un cuarto de aforo; y llega a México ante un repruebo generalizado por la imposición de lo que los públicos de todas las latitudes taurinas han catalogado en todas las redes sociales como un fraude sin proporciones, al que han llegado a llamar el gran público enfurecido desde el Poncegate hasta el Hamponce.
Siempre, desde los inicios manifesté que más que los críticos a insistencia de no enfrentar la luminosa verdad del toro bravo y encastado, sería la propia historia la que tarde que temprano le descubriría, y…
… lo ha hecho de forma escandalosa.
¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!
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