En Huelva… Andrés Romero por la puerta grande
Huelva. Domingo 5 de agosto. Cuarta y última de la Feria de Colombinas. Seis toros de Los Espartales para rejones, desiguales de presentación y de variado juego. Los mejores 1º, 4º y 5º. El 2º, complicado. Tres cuartos de plaza.
Andy Cartagena: Ovación tras petición y oreja con petición de la segunda.
Diego Ventura: Ovación y oreja con fuerte petición de la segunda.
Andrés Romero: Ovación y dos orejas.
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Andrés Romero se ha erigido en el triunfador de la corrida de rejones que ha cerrado un año más la Feria de Colombinas tras cortarle las dos orejas al segundo toro de su lote, un premio por el que salió muy decidido porque abrir la Puerta Grande de La Merced forma parte del guión de la vida profesional del jinete de Escacena del Campo. Valiente, decidido, seguro, inteligente y capaz, Andrés ha compuesto, quizá, su faena más sólida en Huelva. Sorprendió recibiendo en los medios y con el rejón de castigo montando a Perseo al último de Los Espartales, sin más probaturas, yéndose de frente hacia él, provocando el encuentro cuando todas las ventajas son para el toro, en el momento en que sale con todo su potencial. No fue cierta la salida del toro, pero el torero onubense se quedó e hizo la suerte. Fue su declaración de intenciones, que prolongó después, primero, con Caimán, un caballo nuevo que ya es uno de los puntales de su cuadra. Derrochó temple para hacer las cosas muy despacio y valor para llegarle al toro, encelarlo, tirar de él y conducirlo hasta donde su límite de raza le daba. Sacó entonces al que nunca falla, a Guajiro, la guinda de su actuación por lo cerca que se pasó al de Los Espartales y la decisión con que quebró tan en la cara, incluso una vez, sin que el burel siquiera reaccionara, lo que obligó a Romero a echarse encima de él para hacer la suerte. El binomio Andrés-Guajiro volvía a funcionar y a reconquistar a Huelva, por supuesto, también con las piruetas con que salía de los encuentros. Puso cortas con Chamán con el toro ya completamente parado, clavado a la hora de matar, pero el jinete escacenero se metió entre los pitones y dejó un rejón certero que fue el mejor colofón a su faena. En correspondencia, Huelva, su plaza, le renovó el privilegio de la Puerta Grande. Nada se dejó dentro frente al desrazado tercero, al que se fue a buscar a portagayola con el marsellés a lomos de Fuente Rey, otro aviso de a por que venía. Compuso toda la faena en banderillas con Kabul, aprovechando sus cualidades para poderle a los toros tan renuentes como éste. Todo fue un contínuo tratar de abrirlo a los medios y sacarlo de sus querencias. El ejercicio de entrega de Andrés Romero fue total, pero no se vio correspondido en la suerte final con Chamán, donde perdió la posibilidad de premio.
Cerca del triunfo se quedaron sus compañeros. El público pidió con fuerza la segunda oreja para Andy Cartagena ante el cuarto, pero el palco no atendió esa petición. Anduvo espectacular Andy, en Cartagena, vibrante en el toreo y muy compenetrado con el público. Es evidente que llena la escena, que sabe envolver las suertes, que necesita meter y lo consigue a la gente en lo que está haciendo. Por ejemplo, con Pintas en banderillas frente a ese cuarto toro de Los Espartales. Que fue noble y que sirvió más en la primera parte de la faena, pero que se fue apagando poco a poco. Pinchó antes de cobrar un rejón entero y dio dos vueltas al ruedo ante el clamor del tendido, muy enfadado con el palco. También falló con los aceros ante su primero, un toro que fue exigente y que puso a prueba la capacidad -sobrada- del alicantino, que brilló especialmente con Apolo toreando de costado y en dos quiebros de mucha exposición por su parte.
Diego Ventura se topó con el lote de menos opciones de la tarde. En ambos, todo corrió de su cuenta. El primero, muy parado, no le ayudó nada. Ya de salida, con Guadalquivir, notó el torero de La Puebla del Río que habría de tirar mucho de su oponente para poder sacarle partido. Lo intentó con Nazarí, pero el burel dijo nones. Y se metió literalmente entre sus pitones para clavar al quiebro con Lío, casi que a toro parado. Se le destempló el rejón de muerte y recogió una sincera ovación. Su trofeo -una oreja- la obtuvo del quinto, un toro que pareció otra cosa al responder con brío y pies a la espera de Diego a portagayola con Lambrusco garrocha en mano. Tuvo vibración el pasaje. La pena es que el ejemplar de Los Espartales se fuera aburriendo víctima de su propia falta de celo. Batió con pureza y toreó muy cerca de costado con Importante, sorteando algún que otro desaire en forma de derrote. Y buscó bajarle esos humos con la templanza de Nazarí antes de cuajar el momento más álgido de la faena: el par a dos manos sin cabezada con Dólar. Con la dificultad del toro completamente parado, sin responder a los cites de Ventura, para quien eso no fue obstáculo alguno para irse muy de frente con el único mando de sus piernas y, en los medios y muy despacio, ejecutar el par de manera espectacular. Fue un resorte La Merced por cómo reaccionó y se puso en pie. Las cortas con Remate precedieron al pinchazo previo al rejón definitivo de efecto inmediato. Hubo petición de la segunda oreja, pero duró poco y, extraño es, Diego Ventura se marchó esta vez de Colombinas a pie.
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