Opinion

Feria de Chota: Los puntos sobre las íes

En un comunicado publicado anteriormente el Mons. Ricardo Coronado daba cuenta de la negativa del alcalde chotano Neptalí Ticlla de incluir una novillada preferial en la Feria San Juan Bautista 2018. Luego de agotar esfuerzos  el burgomaestre no ha dado marcha atrás en su despropósito. De esto y otras cuestiones se ocupa el Mons. Ricardo Coronado en sus atinadas, claras y contundentes reflexiones preferiales.

Chota: Reflexiones preferiales

Por Mons. Ricardo Coronado Arrascue

Colorado Springs, Co. USA

08 de mayo de 2018

Después de una detenida reflexión sobre nuestra “Feria de San Juan Bautista 2018”, me he animado, no sin el temor de ofender a alguien, a redactar mi apreciación sobre algunos aspectos que deben ser ponderados por todos los implicados.

Durante décadas nuestra plaza de toros “El Vizcaíno” es considerada como la segunda del país, después de la ancestral “plaza de Acho”. Con el amor inmenso que tengo por mi tierra, a decir verdad, en el Perú solo hay una plaza de primera categoría: es Acho; luego no hay ninguna de ese rango y, después, tenemos la de Chota. Los esfuerzos por darle nivel y prestigio de primera categoría, pese a los progresos innegables, son con frecuencia descartados irracionalmente. Un ejemplo de despropósito ha sido la rotunda negativa a permitir que se presente una novillada preferial. Los argumentos esgrimidos, si es que llegan a la categoría de argumentos, han sido sectarios, personalistas y derivados del mal cálculo político. Deseo a este respecto decir que quienes levantaron su voz en contra han tendido un velo de oscuridad sobre la gestión de la feria. Sí antes había razones para cuestionarse sobre “el debe y el haber”  de la feria, ahora los cuestionamientos sobre las motivaciones de los organizadores pueden ser superlativos.

 Las noticias de las últimas semanas reflejan una seria carencia de objetivos a corto y a largo plazo que debe ser superada. Para mejor explicarme tengo en cuenta los cuatro aspectos fundamentales que componen un festejo taurino, a saber: el toro, el torero, la afición y la empresa.

El toro: es el elemento primordial y causa sine qua non de la fiesta. Al referirnos a este no podemos dejar de referirnos a las ganaderías o cabaña brava nacional. En los últimos años hemos visto presentarse en “El Vizcaíno” varias de las diversas ganaderías nacionales y otras americanas. Unas con mayor y otras con mejor calidad. Algunas presentan regularmente su ganado con mucha calidad y otras pueden ser seriamente reprochadas.

Recuerdo que hace un par de años la feria estuvo a punto de fracasar porque los toros de una de las ganaderías alternantes no cumplían con el mínimo de peso aceptable y tenían una desnutrida presentación. Hubo un ganadero que “salvó” la feria con un encierro de última hora de excepcionales ejemplares. Su ganadería no estará presente este año.

No obstante, ningún ganadero puede garantizar el juego de sus toros en la plaza. Ni siquiera en toda la lidia. Esto ocurre en todo el planeta taurino. Basta con observar lo ocurrido en la última feria de Sevilla. Ganado de ganaderías del mayor prestigio no dieron juego. Con frecuencia ni una sola de las reses tuvo fuerza, casta, y la nobleza que se esperaban. Lo que se le debe exigir al ganadero, es una buena selección, una buena alimentación y la presentación de acuerdo al fenotipo de su ganadería. Lo demás es fortuito.

Un aspecto a corregir en los nada conocedores es la exigencia del toro enorme. Piensan que mientras más grande y más impresionante sea eleva más la categoría de la corrida. No es así. El toro de lidia en la mayoría de fenotipos es de patas más bien bajas, el exceso de peso limita su movilidad y provoca las indeseables caídas, más aun si el toro humilla.

Otro escollo es la ganadería nacional frente a la española. No hay duda que España es la cuna del ganado bravo y seguramente la ganadería ordinaria en la Península Ibérica puede tener más casta que la mayoría de las americanas. Pero de ahí a concluir que el toro de lidia recién importado de España dará juego como ninguno nacional y que llegará con todos sus atributos si se lo trae con anticipación, es realmente un mito. Ya aludimos a la última feria de Sevilla respecto a esto. Si creemos que la solución está en importar toros para dar nivel a nuestras ferias ¿Cómo garantizamos y promovemos el futuro de la fiesta en el Perú?

A esto debemos lamentar la muerte de cinco toros importados. Esto no debe ser causa de irrisión y burla de quienes tratan de gestionar la presente feria. Es un hecho muy lamentable. Deseo que los que quedan den la talla por el bien de todos.

Si queremos promover la fiesta y no reducirla a caprichos personalistas debemos promover nuestra cabaña brava nacional. Lo demás es “pan para hoy y hambre para mañana”.

El torero: pese a todo lo se oye, las plazas del Perú son toreristas. Las figuras atraen a la afición. Eso no es un fenómeno sólo de Perú. Pensemos en las esporádicas reapariciones de José Tomás y el movimiento económico que esto produce. Sólo en los últimos años el Perú -con los matadores Andrés Roca Rey y Joaquín Galdós Moreno- ha conseguido una  notabilísima relevancia internacional. Pero por otro lado, la fiesta debe ser accesible a las mayorías populares; no obstante, contra este principio obran los emolumentos de cientos de miles de dólares que exigen las figuras para ir a nuestro pueblo. Cifras que no exigen en otras plazas de la misma categoría en países vecinos. Hay figuras que han ido a Chota y no exigen lo mismo cuando van a Cuenca o Latacunga en Ecuador.

Otro aspecto es de dar lugar a los diestros nacionales. No es de recibo que en una feria de tres días, en donde en teoría pueden alternar nueve matadores, solo aparezca casi por cumplir con la papeleta un único matador peruano. Nuevamente: ¿así podremos garantizar el futuro de la fiesta en el Perú? ¿Solo importa a los organizadores el bien de la fiesta si ellos la organizan?

También es extraño comprobar que el triunfador de la fiesta no repite en la siguiente edición. Esto constituye un mensaje muy negativo: “Si se esfuerza y triunfa no lo contratamos más” o peor “Contratamos a quien haya perdido”. Si queremos una plaza de categoría, esto debe cambiar.

La afición: Si el toro es el fundamento y el torero el instrumento, la afición es el objetivo de la fiesta. Por tanto en la gestión de la fiesta la afición no puede pasar por inconsulta. Una feria es fiesta de su afición. Ante ella no se puede actuar de modo autoritario. Es cierto que no es posible la consulta individual; pero sí lo es la atención a las constantes de la plaza en su conjunto. Cada año se rumorea el secretismo y casi la obsesiva paranoia con que se resuelven o se complican los pormenores de la fiesta.

A la afición se le debe información y también formación. Hay muchos aspectos en los que todos los aficionados podemos progresar, incluso fuera del coso. Por ejemplo crecer en el aprecio y la exigencia del tercio de varas. Exigir que ésta se ejecute de modo proporcionado y las veces que exige el reglamento, es todavía una tarea pendiente. Igualmente discutible es la costumbre de pedir que los toreros bailen en vez de torear honestamente. Permitirles que se conviertan en directores de la banda de música es algo que no se tolera en ninguna plaza con categoría. Pagar miles de dólares para ver bailar a un torero en vez de verlo torear es un contrasentido. Lo mismo que tolerar que los subalternos demoren el arrastre del toro para pedir orejas, sería impensable en una plaza que ellos consideren respetable. A todo este cúmulo de pendientes puede irse respondiendo con unas conferencias de personas entendidas de las que todos podemos aprender. ¿Queremos asegurar el futuro de la fiesta? Mejoremos nuestra afición.

La empresa: Quizá este sea el aspecto más espinoso y difícil. En Chota, como en otras plazas de país, la municipalidad y los que detentan sus cargos han tomado posesión de la afición de las plazas. Han hecho de la organización de las ferias, muy posiblemente de modo antijurídico, su propiedad…y se han constituido en empresa de hecho. No desean oír a nadie más que a sí mismos, no rinden cuentas de ningún tipo, y usan el autoritarismo como respuesta. No quiero decir que sean personas censurables; pero sí que esta praxis es muy censurable. Cuando una actividad no tiene controles y hay dinero de por medio ¿No hay lugar a excesos y a potenciales abusos? Pero en este caso aún es peor porque puede nuestra fiesta ser instrumentalizada como propaganda. Sin embargo, nunca he visto que una corrida o una feria con buenos resultados de mayores votos a un candidato; pero si lo contrario: muchos alcaldes y regidores han sido vilipendiados y escarnecidos a cuenta de una mala feria. Entonces ¿por qué la aprehensión obsesiva de tener el monopolio y el control monolítico de la fiesta? Este drama se repite con frecuencia y cada nuevo equipo edil tiene que someter a su inexperiencia a todo el conjunto de la fiesta.

Nuevamente propongo un patronato que gestione la plaza y sobre todo la feria. Un patronato conformado por personas que no tengan en la feria un interés personal y menos económico, sino por quienes deseen garantizar una sinergia entre estos cuatro elementos que si no interactúan con sinceridad y transparencia no pueden garantizar un futuro promisorio para la fiesta brava. El objeto de estas letras no es el ataque, ni siquiera denuncia contra nada ni nadie, sino un aporte modesto, de quien aún aprende y quiere seguir aprendiendo en esta actividad apasionante, que siendo controvertida, y cabe decir que precisamente por eso, no debe menguar.

En conclusión la prioridad debe darse a las ganaderías peruanas. Junto a los diestros extranjeros, a quienes debemos dar la bienvenida, deben incluirse mayor número de alternantes nacionales; debe promoverse novilladas preferiales -sin las cuales no hay futuro para los potenciales diestros-, debe formarse más a nuestra afición- en lugar de confundirla con convenientes distracciones- y la fiesta debe volver del secuestro a la afición a quien le pertenece.