Crónicas

Falleció el sastre peruano don Arístides Vargas “El Siete Lenguas”

En la mañana de hoy falleció en la ciudad de Trujillo a consecuencia de un infarto, el conocido sastre de toreros Arístedes Esteban Vargas Azañero  popularmente conocido como  El Siete Lenguas.

El maestro Vargas, Siete Lenguas, uno de los pocos  sastres de toreros que hay en el Perú y que en su juventud fue torero, de maletilla a novillero, y que cuando se vistió por primera vez tanto de corto como de luces no sabía pegar ni un botón, para luego por esas circunstancias de la vida que se marcan a base de tesón y deseos de superación, llegara a convertirse en un afamado sastre de toreros, requerido por todo el mundo, desde las figuras más importantes hasta los más modestos aspirantes.

Precisamente, aquí en @TorosenelMundo_ le hicimos una entrevista el año pasado cuando lo visitamos en su taller de la ciudad de la eterna primavera como se conoce a Trujillo, al norte del Perú. Aquella ocasión lo encontramos trabajando ─como lo ha hecho toda su vida─ en medio de un “orden desprolijo” como él mismo se adelantó en advertirnos quizás con aquel tenue rubor que su humildad y sencillez no pudieron disimular en ese momento.

Recuerdo perfectamente el asombro que sentí, desde mi lado de aficionado, por lo que observaba al entrar en su taller; un lugar lleno de patrones, moldes, tijeras, hilos, cortes, dedales, agujas y bastidores de bordar. En sus dos pisos y varios ambientes, a modo de estanterías se apilaban cuidadosamente decenas de magníficos capotes de paseo finamente trabajados. De cada rincón colgaban perchas sosteniendo primorosas chaquetillas, en oro, plata y azabache. Por doquier, canutillos, golpes, machos y alamares estibados en sendas cajitas y contendedores plásticos. Envases colmados de lentejuelas e hilos dorados, blancos y de plata.

En los lados libres de las paredes, mudos testigos de épocas doradas del toreo mundial eran los afiches y posters adosados a ellas. Todo este enjambre de géneros, rasos y puntos, se nos avistaron bajo el traqueteo de dos inmensas bordadoras automatizadas.

La música criolla norteña y unas cuantas cervezas de la tierra, la Pilsen Trujillo, en su punto exacto de frialdad, hicieron mucho más acogedora nuestra algazara visita, la cual nos dejó impregnada la simpatía y admiración por un hombre comprometido con su trabajo, un artesano por todo lo alto. Conservo al lado de mis libros, unos machos y alamares que tuvo a bien obsequiarme, tenga para su rincón taurino me dijo.

Quienes lo conocieron más directamente, la gente del toro, nos dan testimonios de su bonhomía y hospitalidad puesta siempre de manifiesto como cuando compartía con el que llegara a su casa, a la hora que sea, lo que de su cocina se estuviera haciendo. Un grande.

Dos ataques cardíacos, uno la víspera y otro al amanecer, terminaron con la vida de don Arístides dejando en aflicción no solo a su entorno más cercano sino a toda la familia taurina del Perú.

Descanse en paz maestro Siete Lenguas !!

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