En Cinco Villas… Arte y voluntad ante la mansedumbre
Plaza de Toros Cinco Villas. Festival. Menos de un cuarto de entrada. Novillos de Montecristo y Julián Hamdan, desiguales de presentación. Todos carentes de casta y bravura.
El novillero Rodrigo Ortiz: Silencio
Javier Conde: Palmas en su lote; y oreja con fuerte petición de la segunda en el de regalo.
Ernesto Javier Calita: Palmas y Oreja.
El aficionado práctico Luis Marco Sirvent: Ovación.
La aficionada práctica Grisell Marco Domínguez: Ovación
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Si una virtud hay que resaltar de festejos celebrados como el del día de hoy en la pintoresca, bella y muy taurina plaza de Cinco Villas, es lo ilustrativa que puede ser una tarde de toros en sus instalaciones, ya que al estar en ésta intimidad, se puede aprender en demasía.
Y es que el ambiente es propicio para ello: Una plaza pequeña donde los presentes guardan un profundo respeto por el quehacer de los actuantes.
Además, podemos sumar a ello la posibilidad de escuchar la dirección de la lidia de parte de los matadores, los apuntes que realiza la peonería, los consejos de los apoderados de los toreros y del mismo público asistente, etc. Situaciones que logran a uno atrapar aún más en éste mágico mundo de la tauromaquia.
Sin embargo no todo puede ser, como se dice popularmente, miel sobre hojuelas, y es que los novillos lidiados el día de hoy mostraron ese mal endémico de la cabaña brava mexicana: La mansedumbre.
Abrió el festejo Rodrigo Ortiz que demostró sus argumentos para desarrollarse en el planeta de los toros. Al novillo de Montecristo lo recibió con Verónicas, para después estrellarse con su mansedumbre. Si a ésto sumamos que el novillo desde el capote estuvo muy agarrado al piso, la cosa pintaba aún más compleja.
Lo llevó al caballo en el cual no peleó y le dieron un mini-puyazo muy trasero, para después dar paso a un tercio de banderillas en el cual sólo fue colocado un par. Después brindó al empresario Luis Marco Sirvent para tomar la muleta.
Le recetó un tanda de derechazos con temple y gusto, pero después de ello poco más se pudo ver. El joven Ortiz demostró que tiene calidad y buena cabeza. Habrá que verlo con ganado propicio.
El malagueño Javier Conde topó en primer lugar con el peor novillo del festejo. Un novillo que desde salida mostró deseos de brincar al callejón y nulas intenciones de pelear. Por ésto mismo se guareció en tablas.
Conde tuvo esos destellos de toreo de arte con la muleta. Si bien en algún momento mostró cierta calidad para humillar el astado de Julián Hamdan, prevaleció su condición de recular cada que el torero español buscaba pegarle algún pase.
Con el novillo literalmente pegado a tablas, trató de matar Conde pinchando en dos ocasiones, y después dejar tres cuartos en buen sitio y recibir unas tibias palmas.
Con su segundo, un novillo de mucho mejor presencia, enmorrillado, un tanto “acochinado” como dicen allende el mar, tampoco tuvo mayor lucimiento. Otro ejemplar deslucido, descastado que buscó las tablas pronto. Le buscó las vueltas, pero no logró transmitir dada la condición del de Julián Hamdan. Nuevamente palmas de un público muy metido en su labor.
Desde que inició la tarde se le vio a Javier con ganas de agradar al público. Por ello decidió regalar un sobrero del mismo hierro que le permitió expresarse de mejor manera. Y no es que el novillo haya sido ni bravo ni con clase, su único don fue el de la movilidad.
Así fue como Conde logró de inicio, unas bellas Verónicas, así como un recorte de pintura para llevarlo al caballo. Con la muleta el novillo fue un poco a más, pero terminó con la cara alta.
El mejor momento de la faena fue cuando Javier Conde le tapó la cara y le recetó una tanda de mucha continuidad por el lado derecho jaleada fuertemente por el público.
Sonó la música y el mismo matador interrumpió a la banda para solicitar que dejasen de tocar el pasodoble que ya habían iniciado, para pedir “el de casa”.
Se escuchó entonces Silverio Pérez, mientras Conde, ahora con la muleta en la izquierda, logró momentos muy artísticos. Se le veía sereno, relajado, con gusto, y lo demostró en la forma de tomar el estaquillador con las yemas de los dedos, invitando con un toque a penas imperceptible al novillo. Un sello y expresión muy personal.
Se tiró a matar y dejó una estocada un tanto caída que hizo doblar al de Hamdan, y se le pidieron las dos orejas con fuerza, sin embargo el juez de plaza decidió que una era el premio justo. Dio una vuelta al ruedo que fue muy aplaudida por el público.
Ernesto Javier Calita nos ha demostrado que es un torero cerebral, no exento ni de valor, ni de arte. Pero como dice aquel dicho taurino: Las orejas se cortan con la espada, y hoy, se le fueron un par de trofeos por estar, nuevamente, errático con los aceros.
A su primero, un novillo de buena lámina, y que sería el más rescatable de la función, lo toreó despacio, sin prisas. La mejor virtud de su faena fue la limpieza de los pases, que fueron largos y muy templados. El novillo prácticamente nunca le tocó la muleta. Una pena los dos desarmes que sufrió, ya que el toro le pisó la muleta.
Con la faena hecha y el público en un puño, se tiró a matar señalando un pinchazo en todo lo alto. Al segundo viaje la misma historia, de hecho el pinchazo fue prácticamente en el mismo lugar. Al tercer viaje logró hundir poco más de media espada y el novillo dobló las manos. Se retiró al callejón entre algunas palmas que agradecieron sus buenos procedimientos. Éste novillo se lo brindó al gran anfitrión de Cinco Villas.
En su segunda comparecencia nuevamente expresó su calidad torera bregando al toro para recoger sus embestidas. Lo llevó andándole hacia atrás sin que el novillo lograra tocarle el capote. En el caballo el novillo no dio pelea y se fue a penas con un piquetillo.
Ya con la tela roja Calita nuevamente se le vio solvente y voluntarioso. Trató de torearlo siempre en los medios de la plaza, aunque el toro mostró de manera permanente sus ganas de huir a los tableros. Varios derechazos tersos y largos, a pesar de la condición deslucida del ejemplar.
Por la izquierda también logró pases de importancia. Se perfiló en la suerte contraria y desafortunadamente la mano se fue un poco abajo, haciendo doblar al ejemplar. Si bien la petición de oreja no logró ser mayoritaria, el juez de plaza otorgó el trofeo.
Para cerrar el festejo don Luis Marco Sirvent lidió a la usanza portuguesa a un novillo. De salida y con mucha voluntad lo veroniqueó de buena manera, logrando sacar los olés del público. Con la muleta hubo mucha voluntad y momentos de temple.
Lo asegundó su hija, Grisell que pegó unas bellas tafalleras en el centro del redondel, abrochando con un farol en pié. Con la muleta demostró su arte al recetar una tanda con la zurda en la cual se pudo estirar y animar al público.
Es un lujo ver a éstas dos personas hacer el toreo con la misma pasión con la que llevan su plaza de toros, y luchan por la fiesta brava.
Así terminó la jornada: Con un Javier Conde relajado, artista, con la mente despejada, mostrando el enorme arte que hay en sus manos. Con un Calita que sigue en plan grande exprimiéndole faena a cualquier animal que se le ponga enfrente, sin embargo habrá que trabajar más en la suerte suprema.
Para la reflexión el mal juego de los astados de Julian Hamdan. Así es amigos, otro encierro que careció por completo de bravura. Todos rajados, a los que les simularon la suerte de varas.
¿Qué le vamos a hacer?
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