Opinion

El comentario de Paco Cañamero… Cuando se pierde el norte

Decía Ortega y Gasset que quien quiera conocer el estado de la sociedad española no tiene más que asomarse a una plaza de toros. Y en estos tiempos tan confusos, dentro de la grandeza de ese espectáculo, ahí está el mejor espejo para conocer a España.

Hoy en los cosos se contempla un mundo confuso, con demasiado desinterés, falta de emoción y un desorden adueñado de sus estancias. Y con unos pocos -gran empresa y las tres figuras- haciéndose ricos mientras se desploma el espectáculo.

La Fiesta se desploma a pasos agigantados. Lo llevamos escribiendo desde hace tiempo y por ello hemos tenido que aguantar improperios, descalificativos y hasta amenazas de un ‘sistema’ que no admite críticas y sí pesebreros.

Ahora mismo se cae como la fruta madura de un árbol y se antoja harto complicado una reacción inmediata que lo saque de la UCI.

Abundan los toreros rematadamente vistos que acaparan las ferias -con la excepción del limeño Roca Rey, el único que goza de tirón-, precios excesivos y la ausencia de emoción en la práctica totalidad de las corridas, el lastre en la cabaña ganadera que ha llevado a la casi desaparición de varios encastes, el alocado triunfalismo, un ‘sistema’ que la rige tan arcaico como caduco que ha provocado la deserción de aficionados.

Las ferias vascas son ahora mismo la prueba de una Tauromaquia que necesita ya mismo una regeneración en todas sus estructuras o, irremediablemente, está condenada a morir mucho más pronto que tarde. No es nuevo lo que ocurre y era algo que se veía venir y llevábamos tiempo denunciando.

Porque la Tauromaquia es el único sector que jamás se ha preocupado del cliente, ni ha cultivado el futuro en el fomento y protección de las becerradas y novilladas –especialmente las picadas-. Y con ello hemos llegado a un escalafón tan caduco y envejecido donde los principales nombres superan las dos décadas de alternativa.

Ha sido el norte y sus otroras grandes ferias, con la excepción de San Fermín, las que han puesto a casi todos de acuerdo -excepto a algunos pesebreros y quienes laboran en el ‘sistema’ que se aferran interesadamente a ocultar la realidad- en que esto ha reventado y se actúa ya o estamos en la cuenta atrás del final de la Tauromaquia.

La mejor muestra es ver cada tarde el estado de los tendidos de la bilbaína Vista Alegre, dominados por el azul de sus butacas vacías. Y eso ocurre en una feria que hasta hace una década era la más importante de la temporada, tras Madrid y Sevilla.

El gran puerto de primera del verano, con su enorme prestigio donde se lidiaba el toro y se acartelaban los mejores espadas, llenando cada tarde los tendidos de la plaza y con la reventa funcionando sin parar desde la mañana. Los triunfos de Bilbao marcaban a un torero e incluso entre los modestos servían para reivindicarse.

Y ahí recuerdo un año a Tomás Campuzano que quedó fuera de las ferias y fue localizado por Manolo Chopera en un pueblo de Extremadura, donde había toreado un festival y aún no había móviles, para que emprendiera viaje a Bilbao a sustituir a Manili -herido en las vísperas en Almería- en la corrida de Miura.

Aquel día Tomás triunfó a lo grande tras cortar tres orejas y ya entró en las ferias nada que había un sustitución –hasta Salamanca, donde sufre una grave cornada inferida por un toro de Guardiola-. Entonces Bilbao era una feria postinera, la que cita de los mejores aficionados, con un intensa actividad alrededor de su hoteles Ercilla y Carlton, juntos a sus afamados clubes taurinos, llenándose cada tarde  Vista Alegre.

La misma que, durante el resto de temporada, ofertaba novilladas que fueron el primer trampolín para muchos toreros, entre ellos el Niño de la Capea, que ha sido santo y seña durante una época en esa tierra.

La añoranza de un ayer inolvidable se adueña de uno al escribir esta crónica y ver cómo las campanas taurinas del norte ya suenan a latón. Sus tañidos ya no son de bronce para marcar el devenir del verano y si el triste toque solitario y melancólico de una funeral.

Del funeral taurino de los toros en el País Vasco que ha enterrado a Vitoria y ahora, si nadie frena ya el desamparo con medidas urgentes, prepara las honras de San Sebastián y Bilbao.

De esa Victoria que cometió el gravísimo error de tirar su vieja plaza, ¡aquellas ferias de La Blanca!, donde ya no hay toros y gran parte llegó al construir el nuevo tauródromo sin sabor, ni torería; si más apropiado para una competición deportiva, jamás para un espectáculo como el taurino.

Y al hilo de Vitoria no podemos olvidar a Logroño, donde la llegada de la moderna plaza de La Ribera ha significado un enorme bajón en la prestigio que atesoró durante décadas. Logroño, que también empieza a entrar en una situación preocupante, jamás debió permitir que se derribase La Manzanera, de tanto sabor.

El antiguo coso de la capital riojana únicamente necesitaba un lavado de cara, adecentar baños, junto a los servicios interiores y, si acaso, colocar, un cubierta como la de Zaragoza, que es la única plaza de las cubiertas que conserva íntegra su solera y torería. Jamás se debió llegar a la tremenda torpeza de tirarla y ver ahora cómo la Feria de San Mateo pierde cada año interés, hasta dejar ya de ser una feria seria y de carácter torista.

Y si tan difícil es recuperar algo, luego que fácil es destrozarlo frutó de la desidia. Ahí está el ejemplo de San Sebastián, donde costó un tremendo esfuerzo devolver la Fiesta y gente como Gregorio Ordóñez, Paco Apaolaza, Miguel Tellería…no pararon hasta ver hecho realidad un proyecto que trataba de sustituir la grandeza del Chofre y encontró en el gran Manolo Chopera el artífice de ese milagro.

Después, esa plaza donostiarra de Ilumbe, que tuvo unos inicios de lujo, con aquel certamen internacional de novilleros que dio tanto brillo y significó el trampolín para –Javier Castaño, Sebastián Castella, César Jiménez, Javier Valverde, Salvador Vega, Leandro…-. Sin embargo, después empezó a naufragar ese proyecto que llevó tanta luz y torería al invierno donostiarra.

Desde entonces se redujo a la Semana Grande, con los precios carísimos y la repetición de carteles, razón por la que el desinterés se hizo evidente y la plaza acabó naufragando hasta que llegó Bildu al Ayuntamiento de San Sebastián y la cerró.

Después, recuperado un gobierno cabal que devolvió los toros ya nada fue igual, porque los precios eran mismos –de caros-, los carteles de escaso interés y la conclusión llegó en esta pasada feria con la caída en picado de Illumbe, donde la mayoría de los días eran penoso ver el graderío dominado por el azul de los asientos vacío.

Aún así nadie fue capaz de decir nada, únicamente la escasa prensa independiente -que es mínima-, los demás únicamente se dedicaron a tapar lo que era un fracaso en toda regla e implica a más partes que la meramente empresarial.

Porque en la caída taurina de San Sebastián hay muchos más culpables. Al igual que ocurre ahora en Bilbao, que taurinamente ha perdido su rumbo y se actúa o muy pronto esa plaza sigue el camino de Barcelona.

Coletilla final

Mucho hemos criticado a Simón Casas, un personaje con quien no compartimos nada. Sin embargo hoy vierto tinta para alabar el bombo que pone en practica en la Feria de Otoño. Lo alabo siempre y cuando lo lleve también adelante en la Feria de San Isidro y en el resto de los ciclos comience a ser una realidad. Porque es una forma de la necesaria limpia que hace falta en el escalafón y un nuevo paso de la gran regeneración que necesita la Fiesta en todas sus estructuras.

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@pacocanamero

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