En Pontevedra… ¿En qué se mide el éxito?
Pontevedra. Domingo 12 de agosto de 2018. Ultima de la Feria de la Peregrina. Toros de Daniel Ruiz, parejos de presentación (bajos todos ellos) y desiguales de juego (inválido el tercero), nobles y codiciosos, pero sin clase. Menos de tres cuartos de plaza
José Antonio Morante de la Puebla: Oreja y oreja.
Alejandro Talavante: Oreja, gran petición y dos vueltas y oreja, fuerte petición y tres vueltas al ruedo.
Cayetano: Silencio y oreja.
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La pregunta del título viene dada por la dificultad de valorar y cuantificar lo inmaterial: el éxito, la fama, la calidad de un espectáculo como los toros. A veces, los premios, los números no llegan, se pasan o no reflejan lo sucedido. Esa es mi primera sensación tras la corrida que echaba el cierre al ciclo del presente año. Gracias por su atención de antemano. ¡Viva la Peregrina 2019!
La faena de Morante a su primero digamos que fueron pinceladas que no llegaron a ser un cuadro completo en su conjunto, pero es que nadie coge así el pincel. ¡Y de pronto los naturales! Acabó su lidia con los ayudados por alto y la plaza ya estaba encantada con lo que había visto y disfrutado. La espada en su sitio y la oreja en el esportón en agradecimiento.
En el cuarto, flojo, todo fue a favor del toro, para el toro y por el toro. Tardó en arrancarse la banda pese a varias peticiones y quien esto escribe también hubiese agradecido (otros muchos protestaron la solicitud de pasodoble) que no lo hiciese. La música estaba en el ruedo, la letra también, ambas del mismo compositor, el cigarrero José Antonio Morante. Todo lo hizo él dada la pobre condición del de Daniel Ruiz, de Artesano nada de nada. Se tomó su tiempo en la suerte suprema y la espada se enterró en el mismísimo hoyo de las agujas. Así se abre la puerta grande.
Dos faroles iluminaron las verónicas que siguieron en el saludo capotero de Alejandro Talavante al segundo de la tarde. El excelente estado de forma que atraviesa el extremeño le permite encontrar toro siempre y hasta hacer buenos los defectos que pueda traer el animal, tapándolos por completo. Y esto hizo en una faena repleta de calidad y elegancia iniciada de muleta por dos ayudados por alto. No faltaron las luquesinas ni tres bernadinas para abrochar un trabajo premiado solo con una oreja por un presidente receptor de una tremenda bronca. Pocas se recuerdan así en esta plaza y aún le faltaba otra protesta sonora al máximo también.
Bordado y rematado el toreo en redondo al quinto y lo acabó por naturales. En medio otra vez luquesinas y bernadinas para firmar lo que de nuevo fue premiado con un solo apéndice. Si en su primero se animó a dar dos vueltas al ruedo, en este el público le conminó a completar tres paseos clamorosos por el anillo. Era su forma (con los gestos desaprobatorios y de disgusto) y la del público de protestar la decisión presidencial. Nueva bronca de aúpa al palco, temblaba y retumbaba la piedra.
De rodillas se hincó Cayetano para dos largas cambiadas de recibo. En el tercio de varas, lanzó su montera al toro para provocar y lo llevó al caballo galleando por chicuelinas. En cuanto notó el peto, no he dicho puya, cayó redondo el animal, pobrecito. Si lo llegan a picar… También dobló las manos y fue al suelo en el primer par de Iván García. Era un inválido, me negué a contar las otras veces en que se desplomó, trabajo inútil, como él. En todo momento, solicitó calma el diestro y algo le vio porque lo brindó al público asistente. Algo le vio decía, pero tuvo que ser en su interior, era buena gente, porque por fuera era un edifico en constante derrumbe. Lo intentó con la derecha, aunque solo fuera por justificarse. Pitos merecidos en el arrastre.
Humillaba el último de la feria, viajaba con los pitones metidos en la muleta, era el mejor. Pero iniciando el de pecho tras una tanda con la izquierda, la cogida, el susto, la inquietud, el desconocimiento de lo que había sucedido. Eternos se hicieron los segundos que estuvo colgado Cayetano en la cara del toro, ¿a qué nos suena eso? ¡Quita, quita! Meigas fóra. Volvió tocado, lesionado. Cambió la mano y mandó parar la música, pero el toro ya era otro: había probado hombre, sabía quién y dónde manejaba la muleta. Imposible la faena de lucimiento ante aquellos ataques al cuerpo. Machetazos por la cara para acabar y a por la espada. No cabía más.
Mi miedo del inicio de esta crónica es por saber qué sucederá el día que se concedan doce orejas en esta plaza. ¿Y ahora qué? La fiesta de los toros no es cuestión de solicitar orejas y más orejas por simpatía sin atender a lo hecho, la espada, etc. Tampoco es, cierto, negarse en redondo a concederlas. Ni una cosa ni la otra. La memoria, el recuerdo y lo visto y vivido en un ruedo no son conmensurables.
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Contracronica:
Ultimo día de Feria de la Peregrina y como en los buenos banquetes lo mejor fue el postre.
En las calles desaparecieron los peñistas de botellón y se llenaron los bares taurinos de música, sonrisas y bailes de los aficionados de verdad recordando las faenas de Morante y Talavante vespertinas, que buena tarde de toros!
La noche mejoro todavía más cuando los triunfadores del día junto con sus cuadrillas entraron en la zona Monumental a disfrutar de unas horas de diversión junto con los valientes pontevedreses, sacándose fotos, recibiendo besos y felicitaciones por doquier como las estrellas que son, estrellas de esta fiesta tan nuestra.
Lo mejor fue que Alejandro y Jose Antonio ahora como personas y no como maestros disfrutaron del ultimo día de toros del 2018 como unos vecinos más y en un ambiente relajado nos aseguraron que no nos dejaran solos y el mundo taurino nos apoyara en esta batalla que vamos a ganar.
Ahora ya pensando en el 2019, deseando que llegue rápido y preparados para seguir defendiendo esta maravillosa Fiesta.
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