En Acho… Fernando Adrián y Galdós Triunfan
Acho. Lima Perú. Más de media entrada. Los toros de Montalvo tercer -más recorrido- y quinto -el que más destacó- bravos, segundo, cuarto y sexto complicados.
David Galván: Silencio y palmas.
Fernando Adrián: Una oreja y dos orejas
Joaquín Galdós: Una oreja y Una oreja.
Detalles:
Fernando Adrián confirmó la alternativa de manos de Galván.
Sufrió una voltereta el subalterno Santiago De La Rosa en el quinto toro de la tarde. Actualmente ya se encuentra de alta, no paso a mayores.
David Galván, sufre una cornada en el tercio inferior muslo derecho en su segundo toro.
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La segunda semana de la Feria Taurina de Lima regaló una tarde de alto voltaje en el coso más importante de América. Un encierro de Montalvo, bien presentado y con presencia, fue el eje de un festejo donde tres toreros con sed de triunfo buscaron triunfar en la plaza más importante de Perú. El cartel lo integraron David Galván, Fernando Adrián y Joaquín Galdós.
Inicialmente la empresa había anunciado toros de Paiján y Domingo Hernández. Sin embargo, según comunicó el empresario en una entrevista, estos astados sufrieron bajas tras una pelea. Para no defraudar al público, se apostó por traer a última hora un encierro español que terminó dando categoría y emoción a la tarde.
Abrió la tarde el diestro español David Galván, un torero que lleva tatuado en el alma el nombre del Perú. A nuestra tierra le debe oportunidades y cariño; a él le debemos entrega sin reservas y tardes de gloria. Desde que pisó estos ruedos no ha habido plaza que no lo haya visto salir a hombros, triunfador y agradecido. Este año, en Coracora, un toro toreado de Ayacucho lo coje, y reaparece en tierras peruanas en la plaza de Acho, nuevamente volvió a sentir el castigo del pitón, que le alcanzó el muslo derecho. El sorteo lo probó con dos toros complicados y duros en su embestida. Al primero le robó muletazos templados, de los que llevan sello y hondura.
El segundo, todavía más áspero, pedía cabeza fría y corazón ardiente. Galván mezcló ambas virtudes. No falló con la espada en ambo toros. La afición limeña se puso de pie para reconocer su actitud firme ante la adversidad. Tras pasaportar al segundo, emprendió rumbo a la enfermería con la serenidad de los valientes. Más tarde, dejó en sus redes una sentencia que define su vida: “La entrega depende de uno y es un deber”. Pronta recuperación, maestro. El Perú te espera siempre con los brazos abiertos y el corazón agradecido por tu valentía incansable.
Fernando Adrián vino a Lima con el corazón lleno de ilusiones y la responsabilidad de confirmar su alternativa en Acho, templo donde solo los toreros de verdad logran escribir su nombre. Frente a él salió Cinchuelo número 72, el toro más pesado de la tarde con 556 kilos de seriedad. Un castaño chorreado que exigía verdad. Fernando le respondió con poder, entrega y torería. La oreja que pudo cortar fue sólo reflejo de la conexión inmediata con un público que, desde su primer lance, lo sintió como suyo.
El segundo de su lote trajo emociones fuertes. Un toro con más motor y codicia que se enceló en la vara del buen picador Yaco Reyes II. El subalterno cajamarquino Santiago De La Rosa tuvo que intervenir y en ese intento sufrió un revolcón angustiante: el toro no lo soltaba, se quedó prendido de él. Por fortuna, ese gesto de sujetarse del pitón evitó una tragedia que habría cambiado el rumbo de la tarde.
Con la emoción aún latiendo en el albero, Fernando Adrián brindó el toro a la afición peruana. Las graderías estallaron. La plaza rugió con fuerza. El madrileño respondió con una faena de raza, temple y corazón que pudo valer las dos orejas y que electrizó cada tendido de Acho. Este año, el Perú taurino quiso verlo aquí, en su plaza más emblemática, después de la gran impresión que dejó en Madrid. Fernando no falló. Cerró su temporada en tierras peruanas cortando tres orejas, dejando una huella profunda y abriendo una puerta grande en el cariño de la afición. Una tarde que ya forma parte de su historia… y del recuerdo de Acho.
Galdós volvió a sentir a Acho en el alma. Volvió al escenario donde late su historia, donde cada olé tiene un eco especial y donde su nombre se pronuncia con orgullo peruano. Esta tarde, por fin, rompió la barrera de la puerta grande. Dos orejas que simbolizan mucho más que un triunfo: representan años de constancia, kilómetros de carretera, tardes de gloria y otras de silencio, temporadas enteras defendiendo su sitio en Perú.
Le tocó en suerte el mejor toro de la tarde Cubano que embestía con raza y alegría. Desde el brindis a los padres de Roca Rey, la plaza ya ardía en emoción. La muleta de Galdós supo guiar esa embestida larga y profunda, y el público se entregó por completo. Faena sincera y de mucha clase, oreja de peso. En su segundo, el panorama cambió. Un toro con poca transmisión. Galdós tiró de oficio, de madurez. Aunque el toro no quiso dar más, el torero nunca se rindió. Sacó lo que había y le corto una oreja.
Esta tarde, el torero peruano no solo triunfó. Reivindicó su nombre. Demostró que la formalidad, el trabajo y la dignidad también son triunfo. Hay quienes no siempre valoran esa entrega ante toros inciertos, pero Galdós sigue su camino con paso firme.
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