Lo comenta Antonio Lorca… La actividad cultural taurina de la Real Maestranza, una joya desconocida
La Real Maestranza de Caballería de Sevilla es un foco cultural taurino de primerísimo orden; tan interesante como pocos y el más desconocido de todos. Y ello sucede por decisión de la junta de gobierno de la institución, tan moderna para contratar a los pintores más vanguardistas como autores de los carteles que anuncian la temporada taurina en la ciudad, y tan anticuada para editar una publicación y arrinconarla en una caja.
La Real Maestranza patrocina la Fundación de Estudios Taurinos, nacida en 1989, y que desde 1993 edita dos números anuales de la Revista de Estudios Taurinos (unas 300 páginas de media), que aborda el estudio de la tauromaquia desde la arqueología, antropología, derecho, ética, literatura, música, cine, sociología, historia, filosofía, arte, genética, zoología…
La fundación, un auténtico tesoro cultural, la integra un grupo de profesores universitarios, aficionados todos a los toros, que consiguen que firmas relevantes de una variopinta intelectualidad taurina destripen la fiesta y la eleven al lugar que merece como patrimonio cultural.
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Además de la revista, de la que se editan 500 ejemplares, y con la valiosa ayuda de la Real Maestranza y la colaboración de la Universidad de Sevilla, publican un libro al año, con una tirada de 1.000 ejemplares, en una colección llamada Tauromaquias, entre cuyos protagonistas destacan Ignacio Sánchez Mejías, Joselito el Gallo, Juan Belmonte, Pepe Luis Vázquez, La tauromaquia en la obra de Miguel Barceló, El cine taurino español, etcétera.
Tanto la revista como el libro son dos joyas que debieran ser divulgadas y conocidas en todo el orbe taurino. Pero no es así. Se regalan a una lista de amigos y conocidos, se venden con cuentagotas en el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla y el Museo Taurino, y los que sobran, que no son pocos, se archivan en una caja de cartón.
Y no es por desinterés de la Real Maestranza, sino porque sus tiempos son de otra época, y sus andares son firmes, pero muy lentos; la institución no escatima en recursos, pero no sabe vender su tesoro.
La Real Maestranza de Caballería de Sevilla es una institución de alto prestigio en la ciudad. Es la propietaria de la plaza de toros, gestionada desde el año 1932 por la empresa Pagés, y de los inmuebles que forman parte de la manzana del coso. Y sus ingresos proceden de los alquileres que abona el empresario Ramón Valencia —parece que en torno al 22% de la facturación en taquilla de cada festejo— y los inquilinos de viviendas y oficinas aledañas a los muros de esta catedral del toreo, y de las entradas al museo taurino.
Como es habitual, se desconocen los ingresos y los gastos de la real casa, pero es patente la labor que realiza, que habría que calificar de extraordinaria. Solo el mantenimiento y la modernización permanente de la plaza justifican la existencia de la institución. El edificio de La Maestranza es un lujo para la tauromaquia y un orgullo para cualquier ciudadano, al margen de su afición o no a los toros.
Pero no acaba ahí la tarea maestrante.
La casa que acoge a la institución, aledaña a la plaza, cuenta con una biblioteca especializada en ciencias genealógicas y heráldica, literatura ecuestre y tauromaquia; y un archivo con importantes fondos documentales. Una y otro están al servicio de quienes deseen consultarlos.
Además de su labor de patrocinio con la Fundación de Estudios Taurinos otorga anualmente unos premios universitarios a los mejores expedientes de las distintas facultades sevillanas, colabora con asociaciones relacionadas con la sanidad, la asistencia social, la educación, y las hermandades de carácter religioso y educativo que prestan servicios a los más necesitados, con especial interés a los problemas de la infancia; patrocina actividades musicales, jornadas de arte contemporáneo, y una lleva a cabo una intensa labor de mecenazgo dedicada a la conservación de bienes artísticos y patrimoniales.
A la vista está que La Maestranza ha cambiado. En su página web afirma que el objetivo es “… armonizar modernidad y tradición”. Y así hay que reconocerlo, pues los caballeros y amazonas maestrantes actuales (pocas mujeres, pero las hay entre los más de 230 miembros) son, teóricamente, descendientes de aquellos caballeros que en 1248 ayudaron el rey Fernando II el Santo a conquistar la ciudad de Sevilla de la ocupación árabe, aunque también se han abierto las puertas a profesionales reconocidos y de nula raigambre nobiliaria.
No pagan cuotas ni perciben beneficios, pero pueden presumir de su pertenencia a una institución nobiliaria e histórica.
Aquellos señores del siglo XIII fundaron una hermandad o cofradía caballeresca, bajo la advocación de San Hermenegildo, con el fin de adiestrarse en el manejo de las armas y las prácticas ecuestres y estar preparados para el combate.
Tras distintas vicisitudes, los reyes Felipe II y Felipe III mantienen aquel espíritu primero en una nueva institución, de modo que en tiempos de Carlos II, en el año 1670, se funda el Real Cuerpo de Maestranza de Caballería de Sevilla, al que Felipe V, que también recibió ayuda de los maestrantes en la guerra de sucesión a la corona española, le concede el título de real, y que uno de sus hijos, el príncipe de Parma, (de ahí lo de la Puerta en honor del joven) ostentara el cargo de Hermano Mayor de la corporación.
Más tarde, Fernando VII decidió que ocupara ese honor el propio rey, y así el actual Felipe VI es la máxima autoridad de la institución hispalense.
Desde su creación, la Real Maestranza organiza funciones y fiestas taurinas en Sevilla; primero, en las principales plazas públicas y, después, en el coso taurino que comienza a construir a partir de 1730.
Y de aquella primera plaza de madera en un lugar próximo al actual, al edificio iniciado en 1761, y que hoy se muestra joven, esbelto y orgulloso como el gran templo de la tauromaquia de todos los tiempos.
Y de aquellos caballeros enfundados en una pesada armadura y prestos para el combate a este grupo de ciudadanos monárquicos hasta la médula, de exquisita educación, amantes del protocolo, reacios a los cambios, modernos y tradicionales a un tiempo, miembros de un club privado, selecto y exclusivo, —casi secreto—, e impulsores de un admirable movimiento cultural taurino, tan interesante como poco conocido.
Ahí sigue la Real Maestranza, como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el viento; ojalá cambie su paso y se decida a vender y enseñar sus joyas culturales.
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- Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País
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