En Aguascalientes… La culpa es del viento
Crónica de Ana Delgado
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Aguascalientes. Sábado 19 de octubre 2024. Primera corrida de la temporada de otoño, Plaza de toros Monumental un cuarto de aforo. Tarde fría y de mucho viento, se lidiaron astados de Villa Carmela desiguales en presentación y juego, el primero armonioso de hechuras, débil y sin trasmisión, segundo justo de presencia, soso. Tercero mal presentado, fuertemente protestado y de mal juego. Cuarto de mejor presentación noble, sin transmisión que recibió palmas en el arrastre, el quinto de bonita presencia débil y soso. El sexto justo de presencia, el de mayor movilidad y embestidas de la tarde.
Juan Pablo Sánchez: Palmas y dos orejas
Juan Ortega: Palmas y silencio
Arturo Gilio: Silencio y silencio.
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El otoño es raro, bello pero raro. Esa particular estación en la que el clima puede variar en el transcurrir de unos minutos, a las cuatro sol y a la media frío. El otoño mudable, el otoño cambiante nos orilló a creer que esta tarde nos envolvería en el dorado de sus tonos, enmarcando una tarde de toros triunfal, pero esa ilusión nos la arrancó con vendavales gélidos que se llevaron hasta las ganas de estar. Y si, no sólo fue el otoño quien nos robó los anhelos, sino la falta de bravura y transmisión de los astados, la poca presentación de algunos de ellos y la pesadez del sí, pero no.
¿Y de quién es la culpa?
¿Del ganadero, del veedor, del empresario, del juez?
O quizá nos hacemos tontos y culpamos al azar, al viento o al otoño ¿A quién?
¡Ah que otoño tan caprichoso!
Culpémosle a él, digamos que fue el viento de octubre puesto que a pesar de las protestas no hay escucha, a pesar de los gritos no hay eco, así que tómenos por locos: Sí, fue el viento.
Entre el sudor y el titiritar hubo pasajes rescatables como la torería de Juan Pablo Sánchez y el oficio y los detalles de Juan Ortega. Y Arturo Gilio, estuvo sin estar.
Juan Pablo Sánchez vive un momento importante en su carrera, se le ve más maduro, más hecho. Esta tarde afrontó la dura papeleta de lidiar astados no óptimos para el triunfo y la complicación del clima, la labor al primero de su lote la comenzó probándole por ambos lados sacándolo a los tercios, bregándolo bellamente para ganarse los primeros olés secos y fuertes de la tarde. Lo llevó al piquero, cuidando de no bajarle de más las manos puesto que ya acusaba debilidad, poquitilla vara y adiós primer tercio. Llegaron las gaoneras y los aplausos.
De muleta el torero en los medios, por derecha mostraba su tela, pero el astado levantaba los pitones al cielo, Sánchez le bajó la mano en tanda bien calificada, el cambio por delante y el remate de pecho. Por izquierda el toro se revolvía pronto y el torero a tratar de darle extensión al muletazo. Regresó a la diestra, en los medios, cruzándose entre los pitones, pisando el sitio peligroso hasta ser prendido por la entrepierna en estrepitosa escena de la que al parecer salió ileso. Intenso Sánchez regresó a la cara el astado para obligarle a pasar por su muleta, todo por alto protagonizando meritorio momento, pero todo aquello hecho se desvaneció al entrar a matar y fallar en múltiples ocasiones, todo quedó en cálidas palmas.
Folkloriko se llamó el segundo del lote de Juan Pablo Sánchez, un astado que en un principio tuvo una salida alegre, también recibió muy poca vara, como todo el encierro. Sánchez se lo llevó de tercios a medios por alto, luego por derecha tratando se hacerse de sus embestidas, dándole espacio y tiempo. Por naturales enfrentando el poder del viento, difícil momento que supo sacar a flote, logrando bajarle la mano con tersura, remates por alto y tandas en redondo que calentaron un poco el frío corazón del aficionado que aguantó paciente por corear los olés.
Con el toro ya aquerenciado Sánchez prosiguió en su afán por hacerlo pasar, unos más en redondo, y los remates de pecho, se tiró a matar dejando estocada entera caída, el juez sacó en primera instancia un pañuelo, ante la petición raudo y veloz sacó el segundo. Hubo desconcertantes palmas en el arrastre al noblón astado que se dejó sin ser extraordinario, pero a falta de pan …
El que había levantado una gran expectativa fue el español Juan Ortega luego de su presentación en la pasada Feria de San Marcos de este año, esta vez ni los toros ni el viento le permitieron mostrar su real tauromaquia, pero sí el oficio ante las pesadas circunstancias.
Ortega se enfrentó a Catrín, un toro que tuvo una salida intensa, atento, buscando pelea en los capotes pero que con el pasar de la lidia se desdibujó. El español lo saludó con verónicas mecidas y media garbosa. En la vara apenas si empujó, aparte que le taparon la salida constantemente.
Hasta su querencia natural se fue el astado y por él fue Ortega sacándolo de tablas a tercios con doblones de señorío, luego pases por bajo y el molinete. Algunas tandas por alto y cambios por delante con ese oficio que se requiere para salvar las tardes duras. Toda la escena se llevó a cabo en el mismo sitio, pegado a tablas. Ortega con leves toques hacía que pasara de vez en vez sumiso, el astado terminó soseando, al final adornos por la cara y a otra cosa. Fallas con la espada y se fue entre palmas de reconocimiento.
Danzante se llamó el quinto de la tarde, un armonioso astado que también tuvo interesante inicio, atento, peleando en varas, aunque tenía poca fuerza. Pero ya en el tercio final eso luminoso se tornó grisáceo, comenzó a protestar en la muleta levantando los pitones, rebrincando y ante eso ¿Qué hacer? Ortega optó por darle toques suaves con su tela, detalles, pero al final no logró conectar, apenas le bajaba la mano y al piso, no había más. Ortega abrevió, se tiró a matar dejando media caída para irse en silencio.
Arturo Gilio vivió una tarde gélida, se enfrentó en primera instancia a un astado de muy poca presencia que fue protestado desde su salida hasta el arrastre y vaya que la gente esta vez sí levantó la voz, pero como siempre, no fue escuchada. A pesar de los esfuerzos del joven torero, poco o nada le fue valorado y prefirió abreviar e irse entre el silencio.
El sexto de la tarde se llamó Mexicano y fue el que más se movió, Gilio lo recibió por verónicas. En varas cumplió empujando a pesar de la breve vara. Con doblones toreros lo sacó de tablas a tercios, y desde las primeras embestidas por derecha el astado tenía recorrido, con cierta fijeza buscando las telas, pero el torero no encontró la geometría exacta para acoplarse y hacer sentir. Por izquierda el mismo tenor, aunque ya levantaba la cara.
Una vez más por la diestra y hasta ese momento Gilio consiguió algunos muletazos largos encontrando respuesta en el tendido. No se salvó del susto, pues al salir del encuentro perdió de vista al toro y fue prendido de manera preocupante. Se recuperó y volvió a la cara ya con sus reservas. El astado seguía embistiendo sin encontrar enfrente una muleta que sirviera como batuta. Mal con la espada y se retiró en silencio.
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