En Sevilla… Un heroico Manuel Escribano hace historia en Sevilla
Plaza de La Maestranza de Sevilla. Sábado 13 de abril 2024. Séptima corrida de abono de la Feria de Abril. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Victorino Martín, bien presentados, mansos en los caballos, de corto viaje, dificultosos y sosos; cumplió en varas el sexto, muy complicado en la muleta.
Manuel Escribano: Cogido en el primer tercio por su primero y dos orejas.
Borja Jiménez: Ovación; oreja y ovación.
Roca Rey: Silencio y palmas.
Parte médico
Cogido en el primer tercio del toro que abrió plaza, el parte médico indica que Manuel Escribano sufrió una herida de 10 centímetros en el tercio inferior del muslo derecho que afecta a tejido subcutáneo sin compromiso vascular. Se realiza sutura bajo anestesia local. Contusión costal derecha sin evidencia de fractura. Pronóstico menos grave que no le impide continuar la lidia de su segundo toro, corrido en sexto lugar.
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- Con la plaza arrebatada por la emoción, el torero cortó las dos orejas a un complicado victorino tras ser herido por el primero. Emotiva faena de Borja Jiménez malograda con la espada, y buena imagen de Roca Rey
La Maestranza ha vivido hoy una tarde inolvidable que, sin duda alguna, puede ser calificada como histórica; la plaza se vio arrebatada por la emoción y sobrecogida por la grandeza de un hombre que se erigió en héroe y encogió los corazones de miles de personas que no daban crédito a lo que sucedía en el ruedo.
Faltaban unos minutos para las nueve menos cuarto de la noche cuando Manuel Escribano, despojado de la chaquetilla, en mangas de camisa cubierta por el dorado chaleco, y enfundado en un pantalón vaquero corto, tomó el capote, y se dispuso a cruzar el diámetro del ruedo para plantarse de rodillas en la puerta de toriles para recibir al sexto de la tarde. Los tendidos, puestos en pie, asistían incrédulos ante la insólita imagen, y la banda de música rompió a tocar para festejar el momento.
Escribano acababa de salir de la enfermería, donde ingresó minutos después de las seis y media, cuando el primer toro de la tarde, al que también esperó de rodillas en toriles, lo enganchó por la pierna derecha, lo volteó ferozmente, lo buscó con saña en la arena y volvió a lanzarlo por los aires cuando lo lanceaba a la verónica, y le infirió una cornada en el muslo. El torero pidió a los médicos que lo intervinieran con anestesia local, y dos horas más tarde estaba de nuevo frente a la puerta de los miedos, en medio de una enorme carga emocional esparcida por todo el recinto. Esperó una eternidad la salida del toro y tras la larga cambiada dibujó unas verónicas muy jaleadas.
En contra de la opinión popular, clavó dos pares de banderillas a un toro violento, con muchos pies, y que lo puso en verdadero apuro. Y cuando Escribano tomó la muleta se hizo un silencio ensordecedor. Tenía ante sí a un victorino fiero, agresivo, dispuesto a vender muy cara cada embestida, complicado en grado sumo, que miraba y radiografiaba al torero en cada muletazo.
Asentado, firme, heroico, extraterrestre quizá, Escribano se jugó el tipo con una actitud pundonorosa que supo reconocer la plaza, que vivió la faena con una intensidad desconocida. El torero ahormó la dificultosa embestida del animal y consiguió muletazos de mucho mérito, muy por encima del carácter duro y exigente de su oponente. Y a la hora de la verdad, se tiró encima del morrillo, a cara o cruz, a sabiendas de que allí estaba la clave de un triunfo histórico.
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Paseó con todo merecimiento las dos orejas, porque Escribano vino a demostrar que el toreo grande también reside en la heroicidad de un hombre decidido a morir por alcanzar la gloria.
Y otro que estuvo a punto de alcanzarla fue Borja Jiménez, que mató tres toros, y cuajó una muy emotiva faena al que salió en tercer lugar, Baratero de nombre, malograda con la espada. Ahí quedaron, no obstante, manojos de naturales inmensos, desbordantes de belleza, producto de una colocación perfecta, y una actitud derivada de una confianza y seguridad fuera de lo común. Jiménez lleva dos días como torero de ferias y parece un veterano cuajado en una larga carrera. Lidió con limpieza al bronco y nada fácil toro que hirió a Escribano, y ofreció una lección de valor ante el quinto, de muy corto viaje, como casi toda la corrida.
Se estrenaba Roca Rey con los victorinos y no desentonó. La plaza lo examinó con rigor y pecó, quizá, de frialdad ante el serio compromiso del torero. Salvó con nota la dificultad de su primero, soso y con la cara alta en cada muletazo, y dominó de principio a fin al otro, muy complicado por el pitón izquierdo. Insistió con la mano derecha y alcanzó momentos de brillantez ante un animal que no le cedió una sola embestida.
La tarde, sin embargo, fue de Escribano, un torero que no es considerado figura, maltratado muchas veces por las empresas, y que demostró que es un héroe merecedor de honor y gloria. El próximo domingo le esperan los miuras.
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- Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País
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